Es mi hijo

Capítulo 10

El Juez estaba molesto por la situación que acababa de ocurrir en su sala. Regañó a Juan Carlos por levantarse de la silla y gritarle al abogado, y le dio una advertencia.

—Tiene razón su señoría, disculpe mi comportamiento y el de mi hermano.

—Prosiga señor abogado –dijo el Juez.

—¿Cuándo creé que su esposa recordó que había secuestrado a Karl?

Cuando José hizo el intento por levantarse para volver a amenazar al abogado, Eduardo le dio un golpe con el codo en las costillas que le hizo sacar un sonoro gemido.

—Señor García ya se le ha advertido lo suficiente. Contesté la pregunta. –ordenó el Juez mirando a Juan Carlos.

—No lo sé con exactitud, supongo que el día que me dijo que lo había recordado todo, aunque es posible que ese hecho lo recordara mucho después.

—Eso no lo sabremos nunca, ¿cierto?

—Imagino que no.

—Dígame, ¿Por qué usted abrió una cuenta conjunta con Karl? Lo más lógico es que lo hiciera su esposa, ella decía que era su madre.

—Digamos que en cuestión de dinero, yo tenía un mejor control que mi esposa, así que ella y yo decidimos que la firmaría con él mientras fuera menor de edad. La que lo decidió fue la que se decía su madre –dijo en tono cínico.

—Pero usted puede sacar el dinero sin la firma de Karl, ¿correcto?

—Es cierto, puedo hacerlo, y Karl necesita mi firma si él quiere sacar el dinero, de eso se trata educar a un chico, si él tomaba una decisión apropiada para usar su dinero, yo le daba la confianza al firmar el retiro que él personalmente realizaría.

—O sea que usted controla ese dinero.

—Es correcto, pero mi esposa y yo hablamos con nuestro hijo, y decidimos ahorrarlo para sus estudios universitarios. De esa cuenta no ha salido ni un solo centavo, ni siquiera para el tratamiento de mi esposa, en contra de los deseos de mi hijo.

—Pero debe entregárselo cuando cumpla la mayoría de edad.

—Así lo establecimos.

—No le preocupa que gaste todo ese dinero en otras cosas en lugar de ir a la universidad.

—No voy a negar que he pensado en eso, pero confió en mi hijo y en la educación que le hemos brindado su madre y yo.

—Supongamos que él decide no estudiar en la universidad, ¿le quitaría el dinero? Está en una cuenta donde usted puede sacarlo cuando quiera.

—Mi deber como padre es apoyarlo y guiarlo en sus decisiones. Si él decide no seguir estudiando música en la universidad, yo le ayudaría a escoger el mejor camino con su dinero, para que crezca en lo que quiera ser. Yo lo único que deseo es que sea feliz y que pueda mantenerse por sí mismo.

—Yo pienso que usted quiere seguir siendo el padre de Karl porque lo ve como una buena fuente de ingresos, en lugar de entregárselo a su verdadera sangre, a la mujer que lo parió.

—Vamos a aclarar algo, yo no elegí ser su padre, de entre todas las personas del hospital donde lo llevaron, fue en mis brazos donde dejó de llorar, en la casa no permitió que nadie más lo durmiera, que lo bañara, que le cambiara los pañales, que le diera de comer, fue él el que con su año y medio me pidió que fuera su padre y yo acepte serlo, amo a mi hijo por sobre todas las cosas.

—Me va a decir que usted, que nunca tuvo hijos antes de Karl, sabía hacer todo eso.

—Le sorprendería lo que mi madre fue capaz de enseñarme, ella me obligó a hacer todas esas cosas con mi hermano menor, ese que está sentado en la banca con un ataque de testosterona, y no sabe cómo le estoy agradecido a mi madre por eso.

—Al final usted mismo lo dijo, aceptó ser su padre, eligió ser el padre de un niño que su esposa había secuestrado.

—¿Sabe qué? No me importa lo que usted piense, o cualquiera en esta sala, él me eligió como su padre, él me exigió que fuera su padre, y yo decidí serlo. Ese muchacho que está allí –dijo señalando a Eduardo–, con apenas año y medio me dijo con sus ojos «Quiero que seas mi padre» y yo le respondí con los míos «y yo quiero serlo». En ese momento hicimos un pacto de amor indestructible, nos convertimos en familia sin que corriera la misma sangre por nuestras venas. Yo amo a ese niño, no importa si se llama Eduardo, Karl, Esteban, María, no me importa, ¿no quiere ir a la universidad? No me importa, es mi hijo aunque quiera freír hamburguesas, trabajar en la construcción, limpiar baños o trabajar en el camión de la basura, yo siempre me sentiré orgulloso de sus logros, y estaré allí en cada bache que encuentre en su camino, amaré a sus hijos como si fueran de mi propia sangre, y lo apoyaré en todo lo que emprenda. Dentro de algunos meses cumplirá 18 años, y no importa lo que decidan hoy aquí, a partir de ese día seguiremos siendo familia, padre e hijo para todo lo que salga, y nadie en esta sala podrá evitarlo. Él me eligió como su padre, y me siento afortunado de decir que lo soy, me siento honrado de ser el padre de un hijo tan maravilloso como Eduardo García Gómez. Él es mi hijo, entiende, ¡es mi hijo!



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En el texto hay: crimen, familia, adn

Editado: 31.01.2019

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