Eran la 9:00 am cuando la familia se encontraba camino al tribunal. José estaba muy nervioso, la tranquilidad de su hermano lo estaba desesperando, y no paraba de hablar en el auto. Eduardo le mandó a callar y le preguntó a Juan Carlos:
—Papá, ¿no podemos conseguir un trabajo para que Alberto viva en la ciudad?
—Te responderé con otra pregunta, ¿Dejarías tu música para vender colchones el resto de tu vida?
—Claro que no.
—Es lo mismo con Alberto. Para él la vida en los barcos es como la música para ti, a él le gusta esa vida.
—Pero seguro aquí puede ganar más dinero.
—Eduardo, si lo que te preocupa es el dinero puedes hacer algo por él. De los cheques que recibes, tomas una pequeña parte y la depositas en una cuenta a nombre de Alberto, así cuando esté viejo y enfermo, tendrá buen dinero para una vejez de calidad.
—¿Y si le pide dinero? –preguntó José.
—Él determinará cuanto puede darle, ya será adulto para ese momento y sabrá lo que hace. Además, Alberto no se ve una persona que pida dinero, y estoy seguro que si lo hace te lo devolverá, recuerda lo que él dijo «un Labrador jamás estorba».
Todos comenzaron a reír por el comentario.
—Gracias papá, así lo haré.
—¿Qué vas a hacer si no te dan la custodia? –preguntó José, que tenía esa pregunta atravesada en la garganta.
—Esperaré a que cumpla la mayoría de edad y que regrese a la casa.
—No hablas en serio.
—¿Qué más puedo hacer? Estoy atado de manos. Lo único es mantenerme cerca de él para apoyarlo, nada más.
—¿Y si le pagamos algo a la vieja para que lo deje vivir con nosotros?
—Se me cruzó esa idea por la mente, pero no creo que lo acepte.
—¿Y si le entregamos los $50.000? –preguntó Eduardo.
—Sería peor, no pararía de amenazarnos con llevarte. Hay que esperar la decisión antes de hablar tantas tonterías. Ya veremos que vamos a hacer.
Toda la familia se mantuvo en silencio hasta llegar al tribunal. Los abogados ya habían llegado igual que la señora Ana. Los oficiales les permitieron la entrada a la sala, y se sentaron en sus lugares. El alguacil hizo el llamado de respeto a la entrada del Juez y se dio inicio a la sesión.
—Después de estudiar cuidadosamente los informes de los expertos, y los testimonios de los testigos llegué a una decisión. Cómo saben, mi obligación es velar por el mejor interés del menor Karl Labrador Abreu, conocido bajo el nombre de Eduardo García Gómez.
José palideció y comenzó a temblar ligeramente. Teresa lo tomó de la mano y comenzó a tranquilizarlo. En cambio, Juan Carlos se veía fresco y sereno escuchando el veredicto.
—La decisión la basé principalmente en dos aspectos. Cómo dijo ayer el señor Juan Carlos García, en menos de un año el menor en cuestión cumplirá la mayoría de edad, y podrá decidir libremente con quién desea vivir, y según lo expresado por el menor, elegiría a la familia García Gómez, y después de los testimonios de la familia García y la familia Gómez, se puede decir sin lugar a dudas que siempre han velado por el mejor interés del menor.
El color de las mejillas de José comenzó a reaparecer.
—En segundo lugar, después de dar mi decisión, la misma sería irrelevante si el joven Karl Labrador Abreu se acoge a su derecho de solicitar su emancipación, ya que ha ganado un promedio de $25.000 anuales los últimos dos años, y tiene el apoyo de la familia García y la familia Gómez, que como dije antes, han velado por el bienestar del menor, incluso después de conocer que no lleva su sangre.
—¡A ver abogado, dime que es mentira para romperte la cara de una vez! –gritó José.
El Juez golpeó el machete, y Eduardo se levantó y obligó a sentar a su tío.
—Señor García –dijo el Juez–, ¿quiere escuchar mi veredicto, o prefiere que lo saque de la sala?
—Discúlpeme señor Juez, pero ese abogado me desquicia.
—¡Señor García! ¿No me ha entendido?
—Si señor Juez, discúlpeme de nuevo.
—El abogado de la señora Ana sólo cumple con su trabajo, no lo tome a manera personal, ¿entendió?
—Si señor Juez.
—Prosigo, mi primera decisión es sobre el nombre del menor. Su nombre real es el que aparece en la partida de nacimiento, que es Karl Labrador Abreu. Está corte está consciente que el menor ha vivido hasta ahora bajo la falsa identidad de Eduardo García Gómez, cuyo cambio no fue su responsabilidad. Esta corte está consciente que todos los documentos emitidos hasta ahora para el menor Karl Labrador Abreu están bajo la identidad incorrecta, y eso incurriría en problemas legales a futuro para él, incluso la cuenta bancaria que tiene con el señor Juan Carlos García. Tomando en cuenta los deseos del menor, y las recomendaciones de los expertos, esta corte declara que el joven Karl Labrador Abreu sea conocido a partir de este día como Eduardo García Gómez, y valida cualquier acto anterior a esta decisión donde estuviese involucrado.