El pesar había pasado, mis pensamientos están despejados y mi corazón se encuentra latiendo con normalidad. Aquel tortuoso nudo en mi garganta disipó y fue reemplazado por tranquilidad y serenidad. No puedo permitir que un simple recordatorio me afecte tanto hasta el punto de faltar poco para venirme en llanto, tengo que ser fuerte, eso ya quedó en el pasado.
Las clases que continuaron fueron lentas y tediosas, algunas materias como biología transcurrieron con confusión. Los temas que veíamos eran demasiado complejos y no tenía una base para entenderlos, si no fuera por Adam quien es un cerebro en eso, no supiese que hacer para captar el tema antes de la evaluación.
Las miradas y las actitudes por parte de los demás no han cesado, sólo han aumentado a medida del tiempo. Supongo que ya me estoy acostumbrando a esas miradas cotillas y a esos escaneos de pies a cabeza que me brindan.
Actualmente me encuentro con Anabell en el baño. Se está cambiando su toalla sanitaria mientras suelta gemidos y lamentos dramáticos. Es tan exagerada que comenta cosas como: las cataratas del Niágara están en mi vagina.
—Anabell, por favor, apúrate —me quejo impaciente.
Ya lleva casi media hora ahí adentro y el receso se nos va a acabar sin haber ingerido algo de alimento. Me acerco a los lavamanos y me apoyo en uno de ellos, alzo mi rostro y doy con mi aspecto a través del espejo. Que horrible.
—si eres irritante, acabo de entrar.
—Ajá —contesto con sarcasmo. Saco el cepillo de peinar de mi bolso y lo paso con suavidad por los nudos de mi extenso cabello. —Maldición —espeto cuando tiro de uno con fuerza, es imposible deshacerlo, pareciera que no me hubiese peinado durante semanas. Escucho la risa de Anabell al escuchar mi vulgaridad y sale del baño con el ceño fruncido.
—Detesto el periodo —dice, acercándose a mí — ¿Por qué no fui hombre? O mejor dicho ¿para qué nací? Ya sé que no estoy embarazada, gracias por la noticia —expresa, tocando su vientre.
Niego con lentitud y paso la palma de mis manos por mi cuero cabelludo en un intento de aplacar el frizz. Consecuencias de haber olvidado la plancha y el secador en tu antiguo hogar.
—apresúrate, Adam nos está esperando afuera.
—no es mi culpa que sea hombre y no quiera entrar al baño de chicas. —Termina de pasar labial por sus labios y arreglarse su aspecto físico, ojala fuera tan aplicada como ella en esos puntos, soy un completo desastre cuando tengo que levantarme temprano y arreglarme.
—Sí, es tu culpa —le recrimino —Me insististe en acompañarte como si te fueran a violar en el camino. —Salgo del sanitario y me encuentro a Adam divisándonos con estrés.
— ¡al fin salen! ¿Te tragó el inodoro? —le espeta a Anabell, quien sonríe por su chiste. El para relajarse pasa unas cuantas veces sus manos por su cabello, desordenándolo y causando que varios mechones caigan en su frente. Mi hermano es tan lindo.
—Lo siento —me disculpo por ambas —vamos por un poco de comida, esos cereales no me llenaron para nada. —Hago un mohín y Adam sonríe al verme, aprieta la punta de mi nariz con sus dedos y pasa un brazo por mi hombro del mismo modo que con Ana.
—bien, a la cafetería.
A medida que avanzamos, no paso desapercibido como mi hermano observa a mi amiga y viceversa. ¿Qué se traen entre manos?, frunzo el ceño y escucho parte de su conversación sin entrometerme. Puras cosas tribales son las que se comunican, aun así, se encargan de ignorarme y hacerme sentir apartada. Me aferro más a Adam y él aprieta su agarre sobre mis hombros. Sonrío con astucia y me preparo para hacerlos incomodar.
— ¿no piensan retomar su relación? Se ven tan lindos juntos, estoy a punto de apretujarles las mejillas como una abuelita —intervengo jocosa.
Las personas que están a nuestro alrededor miran cada una de nuestras acciones y gestos. Divisan alarmados y asustados el agarre que Adam ejerce sobre nosotras, es como si estuviéramos cometiendo un delito, algo grave. Que él toque a Anabell y a mí de manera amistosa no tiene nada malo, es mi hermano.
—no, Elena, no. No vayas a comenzar con eso —instruye Adam, rodando los ojos y frunciendo el ceño al percibir esas miradas de los demás. Se mantiene cabizbajo y con las mejillas un poco ruborizadas.
—Deja de fastidiar con eso, a menos que quieras que te recuerde a tu ex novio Christian —masculla Ana, incomodándome. Ese tema de conversación no es de mi agrado. Noto como Anabell se incomoda y se aleja de Adam para caminar con algo de distancia.
— ¿Por qué insistes tanto en ello? —interroga mi hermano, dirigiéndome una mirada confusa e irritada.
— ¿Cómo explicarme? —Lo pienso un poco —si ustedes dos no se gustaran, no les afectaría mis comentarios.
—Explícate —al parecer, Anabell se interesó por mi opinión.
—me refiero a que cuando les pregunto por su antiguo noviazgo, ustedes se alteran y de una u otra manera les afecta aquello. En pocas palabras, eso significa que todavía hay ese algo. En cambio si no se atrajesen, ustedes normal de la vida me responderían que no, sin alguna reacción en su rostro y ningún gesto.