Después de un largo tiempo en la cafetería, sonó el timbre y cada persona con un bufido se fue a su respectivo salón. No puedo decir que estoy muy emocionada con la idea de pasar una hora y media estudiando, sobre todo cuando la que me corresponde es idioma, materia que nunca me ha gustado. En serio llegué a pensar que gracias al tiempo de descanso que tuve antes de entrar en la universidad, iba a ayudar a que a la hora de comenzar tendría las pilas puestas. Como ven, eso no sucedió.
Mi mente todavía se encuentra bailando en el limbo. Llegué a asustarme cuando sonó el timbre y aterricé de la nube en la que estaba viviendo, entendí que realmente estoy asustada. Veo imposible la idea de gustarme alguien cuando recién lo conozco.
Sigo observando mis cuadernos apoyados en mi antebrazo derecho mientras los presiono contra mi pecho y camino con apuro por uno de los pasillos de la instalación. Me siento insegura y esa sensación tenía tiempo sin presenciarla, siempre he sido muy segura de lo que soy pero llego a otra ciudad donde debería ser más fuerte de lo que era y sucede lo contrario.
Un fuerte brazo se aferra a mi cintura y hace detenerme abruptamente. Doy un respingo entre su agarre y dejo salir una exhalación ante el susto.
—Tenemos que hablar —una voz ronca y lenta acaricia el lóbulo de mi oreja, erizando cada uno de mis vellos. Con mi mano izquierda trato de quitar aquel brazo que me rodea, mi esfuerzo es en vano, lo único que logro es sentir como afianza su agarre.
—No entiendo algo. —Me suelta y mentalmente le agradezco. Me giro para observar el azul intenso y brillante de los ojos de Axell — ¿de qué vamos a hablar?—cuestiono. Su ceño se frunce y mete sus manos en los bolsillos delanteros de su jean —lo que pasó en la cafetería fue extraño, no pensé en lo que hacía. No entiendo lo que hago. —Siquiera sé cómo explicarme, estoy muy desconcertada.
Doy unos cuantos pasos hacia atrás con la intención de girarme y salir corriendo. Es muy inquietante mantener la mirada firme en sus ojos.
En mi cuarto paso Axell reacciona y toma mi brazo derecho con firmeza, ocasionando que los cuadernos y las hojas que tengo se esparzan por el suelo. Me enfado y siento como comienzo a irritarme con su actitud.
—Tú no puedes alejarte de mí. —Su ceño se frunce aún más. Aquella parte de mi sistema que de una manera desconocida me obliga a ayudarlo y mantenerlo de manera pacífica me insulta, tiene una riña conmigo y no lo logro entender. Jamás me había sucedido esto, no sé cómo actuar al respecto.
—Sí, sí puedo alejarme de ti. —Pretendo situar un sonrisa sarcástica en mi boca, pero me sale más bien una mueca —mira. —Quito el agarre de Axell de mi brazo y doy unos cuantos pasos hacia atrás.
Que estúpida eres, Elena.
De sus labios brota un ronco gruñido que logra paralizar cada hueso y musculo de mi cuerpo, mis pasos se detienen y observo con sorpresa los oscurecidos ojos de Axell. Su quijada se encuentra contraída al igual que sus brazos.
—Si fuera tú, no daría otro paso —advierte cabreado. Me cruzo de brazos y alzo una ceja.
—y si lo haría, ¿qué? —retarlo es estar jugando con fuego, desafiar al mismísimo monstruo. Siento como si agujas atravesaran cada centímetro de mi piel, mi corazón se salta un latido, mi pecho luce desbocado y mi piel se ha erizado.
Axell suelta una ronca carcajada y me muestra una sonrisa ladeada.
Da media vuelta y se pierde por los largos pasillos. ¿Con quién me he metido ahora? me cuesta creer que el chico de la cafetería sea el mismo con el que acabo de tratar. Ahora estoy entendiendo porque las personas de la universidad le tienen tanto pavor.
(...)
—créeme, cuando admito que no entiendo nada es porque te lo digo en serio —le comento a Anabell quien se sienta en el mueble de cuero color negro, enciende el televisor pantalla plana y con el control remoto comienza a pasar los canales hasta decidirse por ver flores en el ático.
—no lo sé, Elly. Déjate llevar. —Me observa. Yo frunzo el ceño y con una evidente molestia le espeto:
— ¿cómo puedes estar tan tranquila con todo esto, Ana? ¿Acaso tú conoces a Chase desde hace años? yo no puedo estar regalándole mi confianza a todo aquel que se me cruce; si lo hago, después no puedo venir con los ojos aguados a punto de derramarme en lágrimas, gracias a que esa persona me lastimó. —Anabell me divisa y hace una mueca mientras asiente.
—lo siento, perdón. No sé en qué rayos he venido pensando últimamente. De seguro parezco una cría con un hombre que ni siquiera conoce —expresa con apeno. Suspira y asiento —pensando con claridad, siento que no deberíamos darle confianza a alguien que no conocemos. Las personas son como un barril sin fondo, nunca las llegamos a conocer realmente.
—exacto. Para ello estamos tú, Adam y yo juntos. Para apoyarnos y no quedar en la deriva. Hablando de esto ¿y Adam?
Desde que llegamos de la universidad no lo he visto. No entiendo muy bien su actitud, no sé si se encuentra mal o solo necesita algo de espacio, no lo quiero atosigar. Hay ocasiones en donde las personas necesitan un tiempo a solas, un momento para reconfortarse a sí mismos. Lo digo principalmente porque me ha sucedido, siempre hay ocasiones en las que no quiero estar con alguien a mí alrededor y de esta manera hundirme en mis pensamientos hasta poder pensar con claridad. Prefiero mil veces pagar mi amargura yo sola, que contagiársela a otra persona.