— ¿Ahora me puedes decir que pasa? —cuestiona con desdén, como si no le importara; no obstante, puedo divisar de soslayo como aprieta el volante con fuerza cuando me ve tan nerviosa y angustiada.
Deja de observar la calle para verme unos minutos con aquella intensa y exótica mirada que lo caracteriza. Suspiro.
—Por favor, no quiero tener un accidente, así que ve por dónde andas —espeto con cólera. Asemejase con que todo le da igual, él es tan extraño. La preocupación que me invade es tan colosal que mis manos no han dejado de temblar, desde que se colgó aquella llamada he estado pensando lo peor.
—Sería bueno escuchar que es lo que sucedió —intenta hacer que le responde y así lo logra.
Cuando inhalo y exhalo para calmarme, una oleada de paz me inunda; me toma desprevenida. Es como si de un momento a otro, al escuchar a Axell hablar me hubiese relajado, quitado un peso de encima y es algo que no puedo entender, no tiene lógica.
Quedo en silencio unos minutos, apreciando como el ambiente no se torna pesado al callar, fin que logran pocas personas. Cualquiera pensaría que nos conocemos de toda la vida cuando no tengo ni dos semanas que me topé con él.
—cuando estábamos... ohm. —Me sonrojo fuertemente al rememorar las escenas anteriores en donde Axell me tenía entre sus brazos, plantando con fiereza sus labios sobre los míos. Mi cuerpo entero se calienta y mis vellos se erizan al recordar esas exquisitas sensaciones. De reojo, lo localizo con una sonrisa pícara en su mirar en el tiempo que un destello dorado pasa velozmente
— ¿en qué? —pregunta con irónica inocencia.
—Besándonos —respondo con simpleza, al tener mi respiración tranquila y mi mente despejada de impuras ideas —Anabell, la casi novia de Chase, mi amiga —explico para que recuerde de quién hablo, él asiente al recordar y continúo —me llamó llorando, pidiendo que la fuera a recoger. Axell, quiero llegar viva, gracias —mascullo lo último al notar cómo despegaba a cada rato la mirada de la carretera para verme.
— ¿llorando? —Pregunta confundido y con el ceño fruncido — ¿con quién iba?
—con Adam y se supone que se vería con Chase. Está en una fiesta que organizó tu amigo.
Axell gruñe fuertemente al escucharme y aprieta el volante hasta volver sus nudillos blanquecinos. Ni él ni yo volvemos a cruzar palabras, al culminar la conversación el entorno se formó con un tenso e inquieto silencio. Me tiene intrigada el porqué de su actitud, es decir ¿Qué le molesta?
Gracias al silencio y lo abierta de las ventanas puedo escuchar algo de música a lo lejos. Ya estamos cerca y mi corazón no deja de retumbar al ver miles de escenas fatalistas en mi cabeza, terminaré enloqueciendo. A los segundos una casa de dos plantas en medio de un bello jardín infectado con diversas personas fumando y besuqueándose, se hacen presentes. No tengo por qué sorprenderme, es lo típico en las reuniones de este tipo.
Axell estaciona el vehículo cerca de la cera del frente. Sube el seguro y abre la puerta del piloto, sin verme o decirme con su mirada que me baje. Espero que no esté suponiendo que me quedaré aquí adentro sin hacer algo al respecto. Repito su acción y me gano un gruñido de su parte junto con palabras inteligibles para mí. Giro hacia él y lo escaneo de arriba abajo con el entrecejo arrugado.
—ni pienses que vas a ir. Quédate aquí y déjame buscarla —ordena con irritación. Su cuerpo todavía yace rígido y con sus manos hechas puños, de igual manera con sus ojos ennegrecidos.
— ¿te gusta ordenar a los demás? ¿No es cierto? —pregunto con evidente agotamiento. Me estresa de sobremanera que me instruya en las cosas que tengo que hacer con mi vida, él puede obligar a las personas a hacer lo que le plazca pero se equivocó si piensa que soy igual —si la gente hace lo que dices, bien, no tengo problemas pero ahora estamos hablando de mi familia. —Cierro la puerta del auto al bajarme.
Escucho un seco gruñido y unos cuantos pasos hacia mí.
—Joder —masculla con amargura, obstinado al verificar que no cumplo lo que instruye. Sonrío para mis adentros, vamos a ver quién puede más —me vas a venir matando. —Llega a mi lado y su musculoso brazo rodea mi pequeña cintura, acercándome hacia él para permitirle colocar su rostro en la curva de mi cuello, deleitándose con algo que desconozco. La punta de su nariz se desliza por mi piel, robándome millones de escalofríos y miles de pensamientos lujuriosos. —Mía... —saborea la palabra con sus carnosos labios —solo mía —repite, esta vez, con más firmeza y decisión.
—Deberías dejar de hacer eso —comento cuando besa el lóbulo de mi oreja con lentitud, haciéndome dar un respingo.
— ¿por qué? —Se posiciona por detrás de mi cuerpo y me abraza tomándome por mis costados, oprimiéndome lo más posible a su musculatura. Oh dios.
Una alocada y pícara idea se cuela por mi cabeza. Sonrío quisquillosamente, pensando si hacerlo o no.