Es mi posesivo #1

10. Diferentes

—yo... este. Bueno, yo...

Verlo me ha dejado sin palabras, atónita y sumamente exaltada. Su mirada es fuego puro, no luce relajado como me fascina divisarlo. Es todo lo contrario, su aura desprende aquella sensación sombría y tenebrosa que logra resultar alarmante.

—Elena —pronuncia mi nombre con una latente advertencia, esto sin dudar me coloca nerviosa hasta el tope.

No llego a entender por qué yazgo de esta forma. Puede que me sienta así de nerviosa porque, lo que menos me esperaba era encontrarme con Axell aun cuando es un alivio haberlo visto y saber que se encuentra bien después de la disputa que tuvo con ese tal Jacob.

Respiro hondo y me obligo calmarme.

—pues... porque quería ¿qué tiene de malo pasear por el bosque? —replico con desdén, deslizando la palma de mis manos sobre mis antebrazos.

—Es demasiado tarde para que andes sola en esta oscuridad. ¿Si te haces daño? —gruñe al cuestionarse lo último.

—no me pasó nada, aquí estoy —mascullo entre dientes.

—siquiera puedes volver a tu casa. ¿Sabes que en este bosque hay muchos animales? —Bufo y ruedo los ojos.

—No, ni me lo imaginaba —contesto con sorna —no entiendo tu inquietud. No te importa si me sucede algo. Fácilmente puedo estar en el bosque hasta encontrar una manera de volver a casa.

Me suelto de su agarre y doy un vistazo al lugar. Puede que la casa de él se vea insignificante desde afuera, sin embargo, en realidad es muy espaciosa. En la sala, donde nos encontramos, hay un juego de muebles de cuero color crema con una pequeña mesa de madera oscura, debajo de ésta yace una alfombra grisácea. De las paredes no hay mucho que decir, todas están vacías, digo esto sin incluir el televisor pantalla plana que hay en el fondo.

—no afirmes cosas que no has escuchado venir de alguien, no sabes si eso es lo que piensa aquella persona.

¿Una indirecta?

Sin responder a su flechazo, Axell inicia su andar y yo me tomo la libertad de seguirlo.

Obvio que es mentira lo que acabo de decir, no me atrevería a andar por el bosque de regreso a mi hogar a estas altas horas de la noche, primero le rogaría a acompañarme. Pensándolo bien ¿me quedaré aquí hasta mañana? de tan solo pensarlo mi piel se eriza y mi respiración se entrecorta.

— ¿Quieres algo? —pregunta cuando llegamos a la cocina. Asiento lentamente y abro los ojos de par en par al darme cuenta que en todo este tiempo estaba sin camisa.

—u-un poco de agua.

Desvío la mirada y dejo que mi cabello azabache caiga como unas cortinas, quienes se encargan de cubrir mis mejillas sonrojadas. Saco valor desde lo más profundo de mi alma y lo observo, Axell ni siquiera se ha trasladado para buscar el vaso de agua. Se localiza mirándome con sus ojos oscurecidos, un destello ámbar cruza por su iris causando que mis alarmas suenen a todo dar. De repente, la imagen de aquellos ojos dorados observándome en las noches cruza por mi cabeza. Axell parpadea y se da media vuelta para buscar uno de los envases de vidrio que hay en la encimera.

Un jadeo huye de mis labios al sostener una mirada como esa. Mientras tanto, sigo observando su ancha y musculosa espalda contraerse al tomar el vaso de vidrio. Si fuera por mí, no me molestaría que se quedara así por toda la noche.

A los minutos me tiende el vaso ya con el contenido, obligándome a apartar mis pensamientos y tomarlo. Él puede ser una distracción muy eficaz.

—Estás en tu casa —dicho esto se encamina a la sala y se sienta en el mueble de dos piezas.

— ¿no te molesta esto? No quiero incomodarte. —Bajo la mirada y alzo el vaso hasta llevarlo a mis labios. Tomo un sorbo y jugueteo con el en mi boca, haría de todo para no sentirme diminuta ante su presencia.

—eso es lo que menos me causas. Tranquila. —Enciende el televisor y cambia canal por canal hasta que decidirse por uno.

Si quieres que me quede tranquila con lo que me acaba de decir, está muy equivocado.

—tú no, pero yo me siento incomoda —confieso. Parezco una estúpida, levantada a un lado de él y con las mejillas sonrojadas —no te conozco.

—En nuestros anteriores encuentros no parecías tan incómoda. —Una sonrisa se desliza por sus labios. Achico los ojos —siéntate —ordena.

Lo mandón no ha desaparecido.

—Tú y tus órdenes. —Trato aliviar el silencio incomodo que amenazaba con formarse —no creo que me quieras aquí toda la noche. Hablo hasta por los poros y, por lo que veo no tienes un grado de paciencia muy alto.

Repentinamente, su pecho comienza a subir y bajar consecutivamente, de manera irregular al igual que su respiración se ve entrecortada. Inmediatamente me preocupo, no puedo evitarlo.

—Hey ¿estás bien? —Me acerco para tocarle la frente con mis dedos pero se levanta del mueble con brusquedad, dejando mi mano en el aire.

—No me toques —acentúa cada palabra, hiriéndome. Inicia su caminar y como toda cotilla, prosigo a seguirlo. Llega a su cuarto y se encierra, por poco golpeaba la punta de mi nariz.

¿Qué mierda ocurre?

— ¡Axell! —Toco la puerta con mis nudillos, sintiéndome desesperada y angustiada— ¿qué ocurre?




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