Si Gabe, mi padre, estuviera aquí a mi lado, sería más difícil tomar esas malas decisiones que ponen en riesgos nuestras vidas, me daría sermones al respecto y yo, enfadada por su riña, cumpliría con su palabra. De todos modos, no está y por ello es que estamos en este pueblo totalmente desconocido en donde las personas son las más extrañas que he conocido.
Lo extraño tanto, anhelo tener ese apoyo a mi lado que anteriormente no valoraba, deseo volver a sentir sus cálidos y honestos abrazos que me reconfortaban. Mis ojos no pueden evitar cristalizarse al pensar en él, en el modo que nos protegía de las adversidades y aconsejaba en los contratiempos más mínimos. Simplemente, lo quiero de vuelta, a mi lado. Ansío tener a aquel hombre que con la ausencia de nuestra madre, pudo seguir adelante.
Al estar con nosotros no lo valoré, no me percaté de lo afortunada que era al tenerlo y que nada es para siempre y la vida caduca. Siempre yo, divisando de soslayo todo tan monótono que no capté su mal estado. Sollozo al darme cuenta, de nuevo, que no tuve la oportunidad para despedirme, de abrazarlo y comentarle lo mucho que lo amaba cada vez que él me lo repetía. Se fue, se fue sin previo aviso y eso es algo que no puedo remediar.
Cuanto quisiera retroceder el tiempo y darme cuenta que su actitud no era por la vejez, si no, la enfermedad que le estaba carcomiendo el alma de a poco. Amaría remediar el hecho de que estuve de fiesta en fiesta en vez de llevarlo al hospital, siempre prestándoles más atención a personas que no se lo merecían y dejándolo a él en el olvido, solo por pensar que me atosigaba demasiado con su sobreprotección.
'Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde'.
No me había dado cuenta que lágrimas tras lágrimas descendían por mis mejillas en la oscuridad de la noche, aun así, no hago nada por prender el bombillo de mi habitación. Solo estoy ahí, sintiendo como el hueco en mi corazón escuece entre sí, dejando que aquellas gotas saladas demuestren lo abatida que me siento.
Otro día más ha pasado. Jornada sin ver a Axell, Adam, Anabell; sencillamente, sola.
El día de hoy no ha sido divertido o diferente. Me quedé en casa comiendo y viendo películas a la vez que Adam y Anabell me escribían comentándome que se quedarían en casa de otra persona. En tal caso Adam con Erika y Anabell con Chase, estos últimos por lo visto están intentado arreglar las cosas. No sé por qué me siento tan vacía, como si me faltara el aliento, como si, literalmente estuviera solitaria y pensar eso último me logra alarmar ¿Cómo me voy a sentir de ese modo cuando tengo la compañía de mi familia?
El timbre de la casa suena un par de veces. Me alarmo al suponer que la persona que está detrás de esa puerta es Jacob. Rememorar en él logra espantarme a niveles colosales, no me imagino cómo reaccionaría al verlo.
Sin verme en el espejo antes de salir para comprobar mi estado físico, me encamino hacia la puerta principal. La entre abro y observo a Axell parado con las manos metidas en los bolsillos traseros de su pantalón negro. Mi reacción es cerrarla antes que se dé cuenta que la abrí, al intentarlo su pie evita que la puerta sea cerrada. Suspiro sabiendo que no podré salir de ésta. Axell se toma la libertad de abrirla nuevamente y escanearme con la mirada.
—Elena —dice en un jadeo. La actitud trastornada no está presente, pero el color de su iris está demasiado oscura, prácticamente está alcanzando llegar al mismo tono que su cabello azabache. Su mata de cabello yace desarreglada, con mechones ennegrecidos hacia todas las direcciones.
— ¿Qué haces aquí? —interrogo con desdén. Me insulto un par de veces al ser tan tosca con él.
—yo... —Se rasca la nuca. Observo como los músculos de su brazo se tensan al realizar aquella acción. No entiendo cómo puedo extrañar tanto a alguien cuando hace un día la vi.
—Pasa —indico, haciéndome un lado para permitir que se adentre a mi casa. Cierro la puerta cuando a paso dudoso se introduce.
—Elena yo... —Inhala afligido —no quise decirte eso anteayer, te dije que no estaba de humor, no estaba cuerdo para que me llegaras con esa pregunta. —Queda cabizbajo. ¿Cómo alguien puede llegar a ser tan dominante y débil a la vez? No puedo evitar decir que estoy muy sorprendida por su inesperada disculpa.
—creo que tampoco estuvo bien indagar en tu vida. Dije cosas que me arrepiento de haber comentado. —Los ojos de Axell brillan extrañamente y yo me deleito observándolos. ¿Qué voy a ganar haciéndome la dura e ignorándolo? ¿Herirle para que se marche? eso no me conviene. Hay ocasiones en las que pienso que el orgullo ha convertido la gente en inmaduros.
Puede que parezca una estúpida al verlo con una sonrisa bobalicona, pero, es tan hermoso ¿Cómo alguien como él pudo hacer tal atrocidad como matar a su mamá?
—no tuve que haberte dicho que eres igual a los demás. De igual manera que tú, no te conozco. —Ejerce una mueca con sus labios y pasa su mano derecha por su cabello, desordenándolo más de lo que ya está. Puedo captar lo mucho que le cuesta pronunciar tales palabras.