Las personas que más aprecias son las que de una u otra manera terminan defraudándote, así como mi tía Sarah hizo conmigo. Puede que mi molestia con ella lo vean disparatado, pero, desde mi punto de vista, no. Nunca sentí ninguna clase de odio ni rencor por Aisha, el problema es que se supone que ella había muerto dándome a luz, trayendo a la vida una niña que en un futuro sería una rebelde sin ataduras. Después de dieciocho años hiriéndome a mí misma, culpándome que yo fui la culpable de su muerte, me entero que ella no falleció, solo se ausentó.
Me da coraje, me hierve la sangre pensar que mi madre está viva después de todo el trabajo que pasamos nosotros, aún más mi padre. El comprendía a mi hermano porque es hombre, por otro lado estaba yo, una chica con un papá que no tenía ni la más remota idea de que hacer conmigo. Evoco cada vez que mi padre plañía en la oscuridad de su cuarto, clamando por Aisha, pidiéndole de esta manera un consejo de como conllevar su vida. Aun así, mi madre tiene el descaro de preguntar cómo estoy. Eso no le debe importar, no le debe importar ni un poco como me siento, porque si fuese de lo contrario se hubiese aparecido en mi vida y me lo hubiese preguntado ella misma.
No sé si volver a casa de Sarah. No tengo ni la menor idea de cómo hacer al divisarla y no insultarle todo lo causado. Tengo el presentimiento de que si voy a su morada, me cabrearé aún más y detonaré. Sin embargo, hay un inconveniente, necesito respuestas, requiero saber por qué Sarah me engañó mis dieciocho años de vida.
Opto dejar de llorar sentada en el árbol de una plaza cercana a la casa y me dirijo deambulante por las frías y oscuras calles que hacen de mi camino, uno más corto. Las comisuras de mis labios se elevan formando una débil sonrisa. Supongo que los recuerdos no son tan negativos si me lo propongo, cada vez que observo mí alrededor, imágenes de mi infancia llegan y sorpresivamente me hacen sonreír, dejándome relucir ese endeble gesto.
A los minutos llego a la casa y cierro inconscientemente con un portazo al introducirme en las paredes de la sala. Creo que esto avisó mi llegada.
—oh Elena. —Sarah termina de bajar las escaleras. En su cara se puede notar la preocupación y la pesadumbre que posee, haciéndose la víctima como si ese ademán fuera a solucionar todo — ¿estás bien? Lo siento mucho ¿sí? Sé que estuvo muy mal ocultártelo —expresa abatida. Me toma del mentón y lo eleva para confirmar que ningún daño este fijado en él.
—Estoy bien, Sarah —espeto. Se está haciendo muy difícil la idea de bloquear todos aquellos agravios que quieren llenar sus oídos —aun así, una disculpa no va a remediar nada. Necesito respuestas.
Me alejo de ella y camino al comedor. Me siento en una silla de madera que hace juego con la mesa de cuatro personas. Acomodo mi cabello tras mis orejas y dejo salir un suspiro.
—está bien. —Sarah se afianza en la silla de enfrente y cruza sus manos sobre la mesa de vidrio.
— ¿Por qué? ¿Por qué me lo ocultaste? ¿Cómo pudiste ser tan hipócrita conmigo? —cuestiono con la voz ahogada, sintiendo un gran nudo en la garganta al preguntar aquello. La decepción es más fuerte que el furor que me inunda. Siempre consideré a Sarah como una mamá para mí.
—Elena, necesito que te calmes con lo que te voy a contar, por favor, yo no pude hacer nada con respecto a eso, no fue mi decisión.
—no te estoy preguntando si es tu culpa o no, solo quiero que me respondas para ver si puedo cerrar mis parpados y descansar lo suficiente.
—Bien... —dice rendida. Avasallarla es lo que más me provoca —cuando tú madre y tú padre se conocieron, todo era perfecto. Salían a citas, se querían lo suficiente para afrontar sus problemas sin la necesidad de terminar su relación. Con el tiempo, Aisha quedó embarazada de Adam, su embarazo fue algo repentino, eso no fue algo arreglado entre ambos. Aun así, no hubo ningún inconveniente.
—Sarah... —Hago una mueca, no necesito que me explique la vida amorosa de mi padre, suficiente tengo con saber que Aisha nos dejó.
—cálmate. Después de que Adam naciera, Aisha comenzó a salir más, pues al parecer se sentía muy sofocada en su casa, además, no tenía compañía alguna, tu padre vivía todo el día trabajando y llegaba agotado en la noche. Con el tiempo me di cuenta que Aisha ya no tenía el mismo brillo al ver a su esposo. A los meses se enteró que estaba embarazada, pero su reacción no fue como lo esperaba.
—No entiendo —respondo alarmada, me disgusta ver por donde está yendo todo esto.
—tu padre se enteró que mientras él trabajaba ella se veía con otro hombre. —Ahogo un jadeo al oírla —Aisha me explicaba lo que sentía al lado del hombre con que se veía y se notaba más enamorada que cuando conoció a tu papá, Elena.
—Pero... —Reprime mi oración con una seña de su mano.
—déjame terminar... Al enterarse tu padre, sospechó del embarazo de tu madre —comenta con resentimiento. Dicho eso mi corazón comienza a palpitar con fuerza, palpitando a su máximo nivel y causándome un incómodo malestar —tu madre sin más, te dio a luz y te dejó en sus brazos. Ellos hablaron y Aisha tomó la decisión de irse con el hombre que amaba.