Es mi posesivo #1

19. Erika

Puede que esté actuando como una inmadura, hasta yo misma puedo aceptar que no es la mejor solución para los problemas. Aun así, no es agradable estar de chiclosa detrás de Axell y que, cuando me trate mal, siga insistiendo en que su trato sea mejor. De seguro piensa que al ser su mate me puede tener en la palma de su mano y estar seguro de que me quedaré allí. No voy a huir, eso se lo prometí. No obstante, no soy de hierro y en cualquier momento me puedo cansar. Sus cambios de personalidad agotan, me desespera que sea tan impredecible, no sé cómo actuar a su alrededor porque no estoy segura de cuál va a ser su reacción.

Lo que resulta más estúpido de todo esto es que, si Axell no fuera de esa forma, no me hubiese atraído desde un inicio. Estoy al borde de la cordura, simplemente voy a enloquecer con todos sus pros y sus contras.

Nuevamente, otra rama de un arbusto raspa mis piernas y causa que el ardor se vuelva intenso. La frescura y la calidez del bosque apaciguan mis ganas de gritar de frustración. Todavía me encuentro en el bosque de regreso a casa, se me había olvidado lo largo que es el camino desde donde vive Axell a la mía. Cada sonido, hasta mi caminar sobre las secas hojas de los inmensos árboles que me rodea, lo escucho con claridad, cada pequeño sonido llega con intensidad a mis oídos, de igual manera con el olor húmedo de los árboles. Esto último me relaja y calma mis nervios. Me siento ansiosa y con los pelos de punta, nunca he escuchado de esta manera, así que se me hace imposible pensar que es normal.

Una de las cosas que me ayudan a no temblar de miedo al caminar sola en el bosque es que si algo malo sucede, al gritar Axell podría escucharme.

Mi paso se detiene cuando me encuentro a Erika sentada en una de las raíces de un árbol. Sé que es ella debido a que está hablando sola o debatiéndose a sí misma. Me está dando la espala y acariciándose el cabello el cual lo tiene de lado. Está sumida en sus pensamientos y no quiero ser yo quien la haga aterrizar a la realidad.

—sé que estás ahí, Axell —dice en un suspiro.

Mi ceño se frunce al escucharla. No soy Axell y me extraña que ella piense que lo soy. Doy unos cuantos pasos hacia ella con cautela y toco su hombro derecho con mi dedo índice.

—No soy Axell, soy Elena —le corrijo.

Erika da un respingo al escucharme y se levanta para luego quedar frente a mí.

—oh, lo siento. Es que... hueles a él. ¡Oh por dios! —Exclama con sorpresa y con una gigantesca sonrisa —él te marcó, ¿cierto? ¿Te dolió? ¿Fue brusco contigo? lo voy a castrar si te lastimó. Es un animal.

Reprimo una carcajada y niego un par de veces.

—sí, me marcó y no me lastimó. De hecho, fue todo lo contrario.

— ¡gracias a dios! Axell pierde la cordura tan fácilmente que bueno, no podía sacar buenas hipótesis. —La sonrisa genuina que tiene en su rostro va debilitándose hasta hacer una mueca, une sus manos y comienza a juguetear con sus dedos. En mi punto de vista parece nerviosa y que me tiene un poco de miedo, algo loco ya que ella es mujer lobo y me puede lastimar en un dos por tres — ¿cómo esta Adam? —Ahora entiendo sus gestos.

—Oh. —Quedo muda. No quiero verla triste, no se actuar en esas situaciones, sobretodo porque no la conozco del todo —está bien Erika. Tengo días sin verlo, en estos momentos me dirigía a mi casa ¿todo está bien entre ustedes dos? —pregunto con cautela.

No quiero hacerla sentir incómoda. Además, me fuera desagradable que pensara que soy una cotilla.

—ohm... bueno, se puede decir que todo está bien. —Al alzar la mirada no puedo pasar desapercibida la ráfaga de tristeza que abarca su azulado iris.

—sé que no nos conocemos, aun así puedes contarme lo que sea. Puedo ser cualquier cosa pero no chismosa —le animo un poco.

—supongo que me vendría bien desahogarme, ¿no?

—creo que es lo mejor.

Erika se acerca a las raíces del gigantesco árbol en donde hace minutos estaba sentada y palmea a su lado. Le regalo una sonrisa y prosigo a sentarme. Después de todo, al fin podré conocer a la novia o mate de mi hermano. No estoy muy segura de lo que son, pues, cada vez que toco el tema con mi hermano este se incomoda. Lo que si estoy segura es que su relación tiene muchos inconvenientes, inconvenientes que necesitan ser arreglados.

—Cuando quieras —le digo. Una ráfaga de viento revoletea mi cabello causando que este se pegue al rostro de Erika. Ahogo una carcajada y con un poco de vergüenza lo recojo y me hago una desordenada trenza —lo siento.

—Está bien, tranquila. —Sonríe —bueno, no sé cómo comenzar, ¿sabes? —dice con pena.

— ¿cómo te sientes? se sincera.

—si te soy sincera, me siento mal.

El desánimo es evidente en su voz y lo difícil que se le está haciendo contarme acerca de sus sentimientos. Es ahora en donde quiero ahorcar a mi hermano.

—dime que sientes.

Flexiono mis rodillas y las abrazo con mis brazos hasta poder colocar mi barbilla en ellas.

—Adam es un gran chico, es dulce y tiene las emociones más sinceras. Siempre tiene una sonrisa ante el mundo y adoro la manera en la que hace que sus sentimientos sean visibles. Es sobreprotector cuando estoy rodeada de otras personas y tiene unos celos controlables. Es genial. Amo a ese chico con toda mi alma —explica con una sonrisa en sus labios. Levanta su rostro y me observa, de su párpado izquierdo brota una solitaria lágrima —creo que me ha contagiado su sentimentalismo.




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