La incredulidad todavía no ha abandonado mi sistema aun cuando ya ha pasado una semana entera desde que Axell me comentó una pequeña porción de su pasado. Pensé que a la hora de hablarme de sí mismo me sentiría bien pero es todo lo contrario, siento que es mi culpa que me tuviera que decir algo muy personal por obligación. Aunque no lo admita, sé que me lo dijo para comprobar que si confía en mí. No obstante, si fuera por mí retrocediera el tiempo y hubiese intentado no parecer tan intensa.
Las cosas van bien por los momentos. La época del celo llegó a su final y el inicio de clases tomó a la mayoría desprevenidos, me incluyo. No ha habido rastro de Jacob por lo que estoy aliviada, iba a parar en loca por lo alterada que estaba. Cada vez que entraba a mi habitación hacia un pequeño chequeo antes de dormir y ser inconsciente de lo que sucede a mí alrededor.
Axell se ha tomado bien las cosas o por lo que veo, pienso que está mucho mejor de lo que esperaba. Ese día que me confesó aquello, se quedó en mi hogar y todo pareció detenerse, cuando nos dimos cuenta ya eran las tres de la madrugada y se tuvo que ir, aun, cuando le insistí que se quedara.
No tengo ningún inconveniente por eso.
He tenido en mi mente la idea de contarle a Axell todo lo que conlleva a Jacob y lo que me está sucediendo.
No he pasado desapercibido como todos mis sentidos se han intensificado. Tengo miedo de preguntarle y escuchar algo negativo que altere cada nervio de mi cuerpo. No puedo ser cobarde pero es muy complicado no serlo en esta situación.
— ¿la época del celo no puede durar más? —cuestiono en un susurro.
Anabell la cual se encuentra a mi derecha, me da un codazo en mis costillas. Me quejo.
— ¿a qué se debe esa pregunta? —me responde con el mismo tono de voz, Adam está escuchando música con los audífonos puestos, aun así, no podemos hablar en voz alta — ¿no te bastó todo este tiempo para estar debajo de Axell? —replica con picardía. Una carcajada se aglomera en mis cuerdas vocales hasta que la dejo fluir.
—Oh por dios, Anabell —refunfuña Adam, al parecer pudo escuchar lo último.
Justamente, estamos de camino a la universidad y si les soy sincera, no estoy emocionada al respecto. Como los dije anteriormente, el primer día mí emoción es impecable pero con el tiempo, la pereza va destruyendo de a poco mí empeño.
—Oh por dios, Adam —le remeda Ana en respuesta.
El taxi en donde estamos pasa sobre un hueco y nos hace saltar en nuestros asientos.
—Joder —espeto. Mi cabeza llegó a dar con el techo del vehículo.
—en fin, ¿si te vas a inscribir en el gimnasio? —pregunta mi hermano, guardando los audífonos en su mochila.
—lo he pensado un poco y sí, me inscribiré. Deberías hacerlo también, Anabell me acompañará.
—paso. Mientras tú te ejercitas yo estaré echado en mi cama con un pote de Nutella en mis manos —dice, hundiendo los hombros.
Anabell se ríe y opina —: sería bueno que todos fuéramos. No pasamos mucho tiempo juntos.
—no me van a hacer cambiar de opinión.
Dejamos la conversación en el olvido y cada quien se sume en el sueño que trae consigo, sobretodo yo que estoy con la frente reposando en la ventana polarizada. Unos cuantos minutos más, el taxi se detiene en frente de la universidad y Adam prosigue a pagarle.
— ¿saben que pienso? —pregunta Adam, cerrando la puerta del auto y caminando hasta nosotras.
— ¿Qué?
—que deberíamos conseguir un pequeño trabajo los tres. El dinero que nos dejó nuestro padre no nos va a durar toda la vida.
—lo sé. —Le doy la razón.
En realidad, nuestro padre al morir nos dejó a cargo de sus cuentas bancarias. De vez en cuando me preguntaba para que quería que nos aprendiéramos su contraseña y todo lo que tiene que ver con sus documentos personales. Después de partir, me quedó claro todo y eso fue algo aterradoramente doloroso, nunca nos dijo la situación en la que estaba y al enterarnos de todo, nos mató emocionalmente.
Aunque nos dejó una suma de dinero considerablemente alta, no podemos darnos el lujo de gastarlo todo y quedarnos en cero.
—dentro de unos días buscaremos empleo, aunque en este pueblo será complicado, es pequeño —argumenta Anabell.
Nos vamos acercando a la entrada hasta que Anabell frena de tiro y me aprieta mi brazo derecho. Chilla y se gira a mirarme
— ¿ese no es Axell?
Mi corazón se salta un latido al escucharla e inmediatamente comienzo a observar todo mí alrededor hasta dar con el hombre que quiero encontrar. Axell se encuentra sentado en uno de los bancos de la universidad, exactamente el que está un poco distanciado de la entrada. Aunque mi corazón se sienta desfallecer, me extraña encontrarlo aquí, por lo que yo sé, él no estudia.
—iré a verlo. —Ni siquiera me tomo la molestia de despedirme, simplemente, me dirijo decidida hacia mi chico.
En estos momentos el enfoque está en él, todo mi alrededor ha quedado en el olvido, por ende, solamente fijo mi atención en Axell. Al casi llegar a su lado mis pasos vacilan y se vuelven cautelosos. No sé por qué esta aquí, además, su postura no me pasa desapercibida. Sus codos se encuentran apoyados sobre sus piernas y la palma de sus manos oculta su rostro. A simple vista parece cansado.