Es mi posesivo #1

Extra 2

James:

El dolor es desgarrador, asfixiante y continuo. Por primera vez no puedo soportarlo. No tolero como aquella ansiedad carcome mi piel. Esta ocasiona que mi respiración se desboque y parezca un trastornado. Mis ojos queman al igual que mis encías y eso solo causa que lance un bramido ensordecedor. Me tomo la cabeza entre mis manos y me vuelvo ovillo sobre la cómoda. 

De aquí, escucho claramente los gritos de mamá, exigiéndome que le abra la puerta. Aparte de sus chillidos, Amy solloza con fuerza ya que lógicamente puede oír cada uno de mis gruñidos adoloridos. Cierro los ojos y siento como diversas lágrimas recorren mis mejillas, como si esa fuera la única manera de drenar el daño que cargo. Axell no se encuentra, él sabía de hace días que no me estaba sintiendo bien, entendió con anticipación que el hambre lo reprimía para no preocupar a Elena con severidad y es por ello que salió en busca de algo que pueda satisfacerme.

No debí hacerlo. No debí intentar ocultar lo que soy para no causar alarmo en mi familia. Ahora todos sufren por mi situación y eso me enfurece de sobremanera. Me hace sentir una basura. Soy la única persona en esta casa que provoca estos contratiempos cuando se supone que todo debería marchar con tranquilidad. Es por ello que me la paso encerrado en estas cuatro paredes con una oscuridad aterradora, esa negrura es la que me sosiega.

Una fuerte puntada en la boca del estómago me toma desprevenido, me hace dar un respingo y bajar de la cama para dirigirme con apuro hacia el baño que se ubica en mi cuarto. La primera arcada me hace presionar los parpados con fuerza y la segunda viene con furia, ocasionando un pesar lacerante. Subo la tapa del inodoro para expulsar todo lo contenido en mi estómago. Al terminar, quedo jadeante, con las manos apoyadas en mis rodillas para no desmayarme.

Veo lo echado en el retrete y me sobresalto. Es sangre...

Me exalto y siento como diversas gotas de sudor resbalan desde mi sien hasta mi cuello. Bajo el sanitario aun sintiendo aquel escalofriante dolor en mi estómago y me detengo frente del lavamanos para cepillar mis dientes. Observo mi aspecto en el espejo que yace enfrente y quedo estático al ver mi semblante. Mis ojos están completamente negros y mi frente pareciera que estuviera a punto de reventar ante lo rojiza que está. Abro la boca y en las encías veo como la sangre no se cansa de salir del lugar donde se encuentran mis colmillos. Palpo dicha zona y gimo.

Esto es espantoso.

Salgo del cuarto de baño y me tengo que sostener fuertemente del marco de la puerta ya que un mareo logra estremecerme. Mi vista pierde color y de a poco el único color que aprecio es el negro. Me sofoco y siento que ya he perdido la respiración por completo. Me tomo por el cuello con desesperación. Sollozo porque la desesperación es como ninguna otra y en estos quince años que llevo de vida jamás me ha tocado sentirme tan mal como hoy.

Anteriormente, todo se reducía a la ira, a una cólera tan inigualable que podía ser capaz de destrozar mi habitación solo para que la pesadumbre pasara.

Mi visión regresa y eso me hace sentir más aliviado, sin embargo, aquella presión en mi corazón me deja sin aliento. Aquel vacío que siempre me acompaña logra consumirme, es aquel que siempre siento cuando quiero expresarme, cuando quiero sonreír y responder a los gestos cariñosos de mis padres.

De un momento a otro la perilla de la puerta se rompe y permite que la puerta se abra para que mi papá entre por ella. Le indica a Elena y Amy que esperen afuera mientras el arregla este asunto. Detesto eso.

—James —me llama. Yo me mantengo cabizbajo, aguantando esta agonía —mírame —ordena con aquella voz dura que usa cuando lo desobedezco. A duras penas puedo alzar la cabeza para atisbarlo. Sus ojos azules, con cierto parecido a los míos, se encuentran cristalizados y eso siempre sucede cuando le preocupa algo.

Gruño y aprieto más el marco sin darle importancia a la abolladura que estoy dejando.

— ¿Por qué no dejaste entrar a tu mamá? —cuestiona, acercándose sin inmutarse por mi estado. 

—siento que si veo a cualquier persona le saltaré encima solo para obtener lo que quiero —contesto con el tono enronquecido a causa de los gruñidos y gritos que he emitido —no quiero lastimarlas. No quiero lastimarte —anuncio, cuando logra aproximarse por completo y toda mi atención se dirige a su cuello.

—no podrías herirme, recuerda que comparto parte de ese ADN —responde con rapidez. Alza un bolsa de sangre y no hace falta que vacile para tomarla he incrustar mis colmillos en ella. Tomo una fuerte inhalación cuando el dolor va cesando hasta que deja una leve molestia. Jadeo y dejo la bolsa en el piso. Con el dorso de mi mano limpio las comisuras de mis labios, todo esto con la vista de Axell examinándome.

—No sé porque esta vez fue diferente —respondo, cojeando hasta la cama. Me he apretado tanto mis piernas en un intento de calmar el dolor que me las he lastimado, tengo un alarmante morado en mis muslos. Me siento y masajeo mi cabeza para terminar con toda esta locura.

—yo sí. —Se sienta a mi lado y me observa con intensidad. Ya recuerdo porque temía que me regañara cuando era niño —estás creciendo con rapidez, todo en tu interior se está desarrollando con velocidad. Aunque tu porcentaje de vampiro sea más elevado que de hombre lobo, esta mezcla lucha por llevar la delantera. Te lo explico de esta manera para que entiendas. Es decir, imagínate, a esta edad uno empieza a trasformarse en lobo y tú no lo has hecho, eso se debe porque esa otra parte de ti no lo permite. Esa guerra que existe en tu interior se desquita contigo. ¿Entiendes?




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