Maximo sabía que tomar la decisión de cerrar el prostíbulo y ayudar a las chicas a salir de allí no sería fácil, especialmente porque eso significaría ir en contra de su mejor amigo, Pablo el mafioso. Pero estaba decidido a hacer lo correcto y no podía seguir permitiendo que esas mujeres fueran explotadas.
Sin embargo, sabía que esto podría traerle graves consecuencias. Pablo era un hombre peligroso y no se tomaría bien que Maximo fuera en contra de él. Aún así, estaba dispuesto a asumir los riesgos.
Decidió hablar con Isabel sobre sus preocupaciones y le explicó la situación. Ella lo escuchó atentamente y le ofreció su apoyo. Juntos idearon un plan para cerrar el prostíbulo sin que Pablo se enterara de que Maximo estaba involucrado.
Pero a pesar de todo, Maximo sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a las consecuencias de sus acciones. Sabía que estaba arriesgando su vida y la de las personas que quería, pero no podía seguir siendo cómplice de la explotación de las mujeres.
Y así, con determinación, comenzó a trabajar en su plan para cerrar el prostíbulo y poner fin a la carrera delictiva de Pablo el mafioso. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para hacer lo correcto.
Con el tiempo, Maximo e Isabel comenzaron a trabajar juntos para cerrar el burdel y ayudar a las chicas a salir de ese mundo. Al trabajar y vivir lado a lado, comenzaron a conocerse mejor y a crear un vínculo especial entre ellos.
Una noche, después de una larga jornada de trabajo, Maximo e Isabel se sentaron en el porche de la casa y disfrutaron del fresco de la noche.
—“Isabel, quiero agradecerte por todo lo que has hecho para ayudar a cerrar ese lugar. No sé qué hubiera hecho sin ti.” — dijo Maximo.
—“No hay necesidad de agradecerme, Maximo. Hago esto porque creo que es lo correcto.” — respondió Isabel.
—“Sé que no es fácil trabajar y vivir juntos, pero me gusta estar cerca de ti.” — confesó Maximo.
Isabel sonrió tímidamente y desvió la mirada hacia el cielo.
—“Yo también disfruto de tu compañía, Maximo. Eres una buena persona.” — dijo Isabel.
Maximo sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo al escuchar esas palabras. Se acercó a Isabel y tomó su mano.
—“Isabel, hay algo que necesito decirte.” — dijo Maximo.
—“¿Qué es?” — preguntó Isabel, mirándolo a los ojos.
—“Me he dado cuenta de que siento algo por ti. Algo más que amistad.” — confesó Maximo.
Isabel sintió su corazón latir más rápido y un rubor subió a sus mejillas.
—“Maximo, yo también siento algo por ti. Pero tenemos que ser cuidadosos, no podemos permitir que esto afecte nuestro trabajo.” — dijo Isabel.
Maximo asintió y acarició suavemente la mejilla de Isabel.
—“Lo sé, pero no puedo negar lo que siento. Quiero estar contigo, Isabel.” — dijo Maximo.
Isabel lo miró a los ojos y luego lo abrazó con fuerza.
—“Yo también quiero estar contigo, Maximo. Pero primero tenemos que terminar lo que empezamos. Cerrar ese lugar y ayudar a esas chicas.” — dijo Isabel.
Maximo asintió y la abrazó aún más fuerte.
—“Lo sé, pero sé que juntos podemos hacerlo. Y después, quiero estar contigo.” — dijo Maximo.
Isabel sonrió y se acomodó en los brazos de Maximo.
—“Yo también quiero estar contigo, Máximo.” — dijo Isabel.
Los dos se quedaron allí, abrazados, sintiendo la brisa nocturna y disfrutando del momento. Sabían que el camino sería difícil, pero juntos podrían superar cualquier obstáculo.
Al día siguiente, Maximo y Isabel continuaron trabajando juntos en el terreno. Decidieron que la mejor estrategia para cerrar el prostíbulo era que Isabel fuera la cara pública de la denuncia, mientras Maximo operaría detrás de escena.
Isabel aceptó a pesar de estar un poco asustada por estar más expuesta a peligros que antes no imaginaba.
A medida que pasaban los días, Isabel comenzó a acercarse más a los lugares donde se encontraban las chicas trabajando. Cada vez que regresaba de una de sus visitas, Maximo podía ver el miedo en sus ojos.
—“Isabel, ¿estás bien?” — preguntó Maximo un día mientras trabajaban juntos.
—“Sí, solo me siento un poco insegura en esos lugares. Pero sé que es importante que lo hagamos, Máximo.” —respondió ella.
—“Lo sé, pero no quiero que te arriesgues demasiado. Si necesitas mi ayuda en algo, no dudes en pedírmela.” — dijo Maximo con preocupación en su voz.
—“Lo sé, gracias. Pero puedo manejar esto.” — dijo Isabel con una sonrisa forzada.
Sin embargo, Maximo sabía que ella estaba en peligro y no podía dejar de preocuparse por ella. Era difícil para él concentrarse en su trabajo cuando pensaba en lo que podría pasarle a Isabel.
La tensión entre ellos aumentaba cada día, y pronto Maximo comenzó a darse cuenta de que sus sentimientos por Isabel iban más allá de la amistad y el compañerismo. No estaba seguro de cómo se sentía ella, pero sabía que necesitaba encontrar una manera de protegerla.
Maximo estaba en su oficina revisando algunos documentos cuando sonó su teléfono. Era Pablo, su mejor amigo y socio en el negocio de la construcción.
—"¿Qué pasa, Pablo?" — preguntó Maximo al contestar el teléfono.
—"Maximo, necesito que vengas al terreno. Hay problemas con algunos de nuestros negocios sucios y necesito que me ayudes a solucionarlos."— respondió Pablo con un tono de urgencia.
Maximo suspiró, sabiendo que no podía negarse a la petición de su amigo. "Está bien, estaré allí en unos minutos", dijo antes de colgar el teléfono. Cuando llegó al terreno, Pablo lo llevó a un lado y le explicó en detalle lo que estaba sucediendo en sus negocios ilegales. Maximo estaba preocupado, pero no podía permitir que sus negocios sucios afectaran su negocio legítimo de construcción.