Es una apuesta 2

No quiero que sea así

[...]

Trece meses antes

¡La mejor fiesta del año! —gritó Jade con tanta euforia que sobrepasó la estruendosa música y el retumbar de los bajos.

Sin duda alguna, la casa relucía en todo su esplendor con la alberca destellando luces cálidas y coloridas, siendo rodeada por absolutamente toda la preparatoria riendo, bailando y vistiendo sus mejores atuendos. Debo admitir que en conjunto con la ligera humedad en el ambiente y la hermosa luz proveniente de la magnífica lámpara colgante de la sala principal, esta noche reunía todos los atributos para ser considerada una de las más increíbles de mis años en el colegio.

Por lo tanto, no pude evitar darme una pequeña palmadita imaginaria en el hombro.

«En verdad habíamos hecho un excelente trabajo»

—¡Necesitamos hielos! —exclamó una insistente voz tomando mi brazo para apartarme de Jade y del resto de la diversión. Cuando llegamos a la cocina, Samara sacó su celular antes de seleccionar un contacto y pegarlo a su oreja—. Acabo de mandarlo por más botana y te juro que si no me contesta... —Su oración se quedó a la mitad cuando contestaron al otro lado de la línea—. ¡Hielos! Hola... —dijo con demasiada agitación antes de alejarse de mí como si intentara mantener una conversación privada.

No pude evitar sentir una punzada de hartazgo cuando abandonó la cocina, dejándome varada sin darme una razón de por qué me alejó de la civilización en cuanto me vio pasando un buen rato.

Ya había estado todo el día ayudándole a montar la fiesta, hasta que fui a casa a bañarme y regresé.

Sin embargo, lo único que me quedó fue rodar los ojos y regresar con Jade.

—¿Dónde está la tercera mente maestra de esta noche? —preguntó mi amiga alzando su vaso amarillo y buscando a su alrededor—. Bueno, segunda, yo sé que Samara simplemente puso la casa.

Entonces solté una pequeña sonrisa y comencé a jugar con mi anillo.

—Creo que fue por botanas —contesté encogiéndome de hombros, recordando la disposición que había mostrado Alex por poner en marcha todo esto y hacer lo que se necesitara con tal de que saliera a la perfección—. Y hielos, al parecer.

Habían pasado tan solo dos semanas desde su graduación y yo seguía sintiéndome fatal. Sin embargo, él había insistido en que no era culpa de ninguno de los dos que las cosas hubieran resultado así. Igual no iba a ser tan fácil simplemente dejar de hablarnos por dos razones:

1) Quedaban algunas semanas de clases y nos faltaba terminar el proyecto.

2) Jamás sería una opción alejarlo por completo de mi vida.

Por lo tanto, decidimos hacer lo posible por llevar la fiesta en paz. Aunque yo sabía que no había manera de que las cosas volvieran a la normalidad, tampoco lo deseaba como tal. Era cierto que Alex se había convertido en una de las personas más importantes para mí en pocos meses, pero también había habido demasiadas inconsistencias entre nosotros que nos llevaron a lo que sucedió.

Ambos estábamos dispuestos a recibir el cambio y esperar que algo bueno saliera de él. Por eso le creí cuando dijo que podíamos dejar a un lado lo sucedido en la graduación.

Todo había vuelto a la normalidad, a excepción de sus intentos por mostrarse encantador. Ahora era simplemente un amigo que me sonreía entre clases para ocultar lo mucho que le costaba fingir que todo estaba bien.

Con cada día que pasaba veía cómo su esencia se apagaba todavía más, pues el Alex que yo conocí era vivaz, seguro, insistente y bastante gracioso. Ahora él se sentía en la obligación de apagar sus sentimientos, que eran el motor de aquella vitalidad, solo para que yo no me sintiera incómoda.

Lo peor de todo es que yo no sabía cómo prender su chispa sin que la mía se apagara.

Por otro lado, aunque me doliera admitirlo, mientras él intentaba conseguir que yo sintiera algo por él, también me estaba invitando a sentir algo por mí misma. Me invitó a creer un poco más en mis habilidades, a salir de la rutina, a confiar en mis decisiones y en mis sentimientos.

Por lo tanto, ser la responsable de su lucha interna me estaba consumiendo.

No obstante, de no haber sido sincera y haberle pedido que se quedara con tal de no sentirme culpable o hacerlo sentir mejor a él, estaría jugando demasiado con su destino y eso era algo que no me correspondía.

De mentir y dejar a un lado mis propios sentimientos para dar paso a los suyos estaría olvidándome de mí misma.




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