Es una apuesta 2

Todo siempre se soluciona a tu favor

Cuando dan las 7 de la noche nos estacionamos en un pequeño conjunto de restaurantes un tanto empinado, mismo que cuenta con una bonita fuente al centro que brilla en la oscuridad de la calle. 
Sin embargo, cuando observo el auto que rentó mi papá a unos metros comienzo a sentirme completamente atrapada entre la inevitabilidad de lo que viene y la imposibilidad de detener todo y huir.

—Podría solo decirle a mi papá que el Uber me dejó en Hollywood por error —propongo recostando mi cabeza en el asiento con la espalda demasiado recta— y que regreso en unas semanas.

Desgraciadamente, Alex solo ríe y abre la puerta del auto en señal de estar completamente listo para verme sufrir durante el resto de la noche. 
Su carro es uno muy diferente al que manejaba hace un año aunque también es gris pero bastante más elegante y moderno. Es como si el simple hecho de estar aquí hubiera mejorado cada aspecto de su vida y en verdad me da mucho gusto verlo tan realizado, si es que esa es la palabra correcta. 

Pronto nos encontramos en el umbral de la puerta del restaurante cuya dirección me envió Alonso y comienzo a preguntarme seriamente si nos encontramos en el lugar correcto. A diferencia de los demás restaurantes, éste parece haber puesto pausa al tiempo hace varios años.

—De acuerdo, ¿cómo vamos a entrar? —pregunto recorriendo mi uña con la yema del otro dedo—. Podría ir yo primero, luego me marcas casualmente y digo en voz alta: ¡Alex, qué coincidencia! ¿San Diego? ¿Por qué no vienes a cenar con nosotros?

—O podríamos solo entrar y ya.

—Pero mi papá no me contestó, no sabe que traeré a alguien y sería demasiado extraño llegar así nada más —explico—. Intentaré marcar otra vez para...

—Alana, solo vamos a entrar —dice colocando su mano encima del celular que saqué de mi pantalón para evitar que realice la llamada.

—No —respondo apartando el teléfono sin hacer el ademán de marcar de nuevo, pues no es lo que en verdad quiero hacer. Necesito seguir con mi plan inicial—. Por favor. Te prometo que haremos esto, pero no puedo resultar tan valiente de la noche a la mañana sin que queden rastros de mi ansiedad y obsesión por el control, por más que lo intente.

Entonces guardo el celular de nuevo en mi bolsillo y comienzo a asomarme por la rendija de la puerta debido a que no hay ventanas que den al interior del restaurante y en verdad necesito crear una imagen de lo que está sucediendo ahí adentro.  
Por suerte para mí, Alex tan solo resopla y se hace a un lado para dar luz verde a mi extraña manera de sobrellevar la situación.

—Gracias —suspiro empujando la puerta, no sin antes voltear con una sonrisa—. Salgo por ti en 15 minutos.

—Alana —me llama cuando ya he comenzado a caminar en dirección a la entrada—. Solo recuerda que ahora tienes 19 años —«¿Me está llamando inmadura?»—. No será tan difícil que tú papá te deje venir conmigo, puedes pedirlo y no pasará nada, lo intentaremos.

Cuando entiendo que es por eso que mencionó mi edad, sonrío de nuevo y comienzo a creer un poco más en las posibilidades. Es verdad que ya no soy una menor y puedo cuidar de mí misma, así que entro con un poco más de seguridad.

En cuanto doy un paso al frente y he cerrado la puerta, comienzo a sumergirme en un pequeño recinto que pronto me acoge con su cálida iluminación y la sencilla magia de su esencia. Las mesas son de madera, las paredes de piedra y algunos candelabros cuelgan del techo ofreciendo un aspecto tan antiguo que su belleza me provoca escalofríos. 
Por otro lado, en una esquina alcanzo a apreciar una armadura, la cual me hace suponer que nos encontramos en una taberna medieval que no se olvida de ofrecer elegancia y modernidad al mismo tiempo.

Pronto me encuentro con mi papá y mi hermano, quienes ocupan una mesa gigante mientras observan sus celulares, rompiendo por completo con la magia del lugar. 
En cuanto los saludo me informan que Jordan llegará pronto y me parece perfecto tener una preocupación menos al momento de hacer esto. Cuando tomo asiento dejo pasar tan solo 2 minutos antes de realizar mi teatro de la llamada falsa.

Entiendo que la suerte está jugando a mi favor cuando noto que mis manos no están temblando tanto al sostener el teléfono. 
En cuanto cuelgo, le hago creer a mi papá que tengo un amigo de la preparatoria que por alguna razón está a 10 minutos y es mi hermano el que insiste en que debería venir. Por supuesto que me espera una larga sesión de preguntas por su parte pero aprovecho su repentino entusiasmo plagado de curiosidad para volver a "llamarle" a Alex e invitarlo a venir.

No sé si se debe a la cercanía con Hollywood pero de pronto me siento una maravillosa actriz, ya que mi papá ni siquiera parece inmutarse. Sin embargo, tampoco me detengo a analizar su expresión por demasiado tiempo. 

Cuando han pasado 10 minutos de intentar evadir preguntas sin darle paso a comentarios o dudas, me pongo de pie para "recibir a mi amigo", quien me ha "mandado un mensaje" para indicar que ya llegó.

—Bien, ya podemos entrar —digo a Alex cuando lo encuentro sentado en una banca del local de junto.

Entonces se pone de pie frotando sus manos a los costados del pantalón mientras asiente con la mirada perdida dando lentos pasos en mi dirección.

—Bien —contesta haciendo su mejor esfuerzo por esbozar una sonrisa.

—¿Qué pasa? —pregunto cuando noto cómo sus manos se mueven con nerviosismo.

—Nada, vamos —suelta sin dar un solo paso.

Entonces soy yo quien comienza a dirigirse a la entrada pero a duras penas consigo que avancemos.

—Alex —exclamo con una sonrisa—. ¿Estás nervioso? —pregunto con el único fin de molestarlo.

—Todo bien —contesta enderezando los hombros y tomando mucho aire—. Es solo que tuve mucho tiempo para imaginar cosas mientras te esperaba y no tengo ni la más mínima idea de lo que va a pasar ahí adentro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.