Es una apuesta

Estereotipos

Hoy es viernes, el último día de la semana temática. 
Jade insistió en prestarme un disfraz de porrista para ir ambas a juego, ya que hoy toca preparatoria. 
Sí, el tema es colorear nuestra escuela como la típica estadounidense.

Los estereotipos preparatorianos inundan los pasillos.

La mayoría de los de sexto traen chamarras de cuero, aparentando ser una pandilla de chicos malos, mientras que otros usan enormes lentes y camisas a cuadros, acompañados por pantalones cortos y calcetines largos. 
Por otro lado, y aunque se pensaría que es lo normal (por lo que muestra la televisión), las chicas vienen de falda y tacones. Sin embargo, la realidad de un día cualquiera es que nadie tiene el tiempo suficiente para combinar su ropa o esculpir un maquillaje de dos horas porque nos levantamos a las seis de la mañana. Por lo menos ese es mi caso.

Pero hoy, al igual que otras cuantas niñas, decidí sentirme parte del club de porristas inexistente de nuestro colegio. 
Pero obviamente nuestros uniformes son todo menos uniformes. El de Jade y el mío coinciden en ser iguales porque su prima forma parte de un equipo de la ciudad y consiguió prestárnoslos. Son rojos con blanco y dicen Leones en letras grandes. 
Sin embargo, algunos varían del negro al amarillo y otros son azules. Así que no somos un equipo, solo somos porristas.

Aunque no lo voy a negar, en ocasiones me gustaría estar en una preparatoria estadounidense. Con un equipo de fútbol americano, una mascota del colegio y nerds vagando por los pasillos. 
Para eso está el día de hoy, supongo. Para saber qué pasaría si así fuera. 
Qué loco es tener que dedicarle un día a fingir ser lo que se nos ha mostrado que deberíamos ser.

(...)

Todavía es muy temprano y puedo sentir el frío en mis piernas, pues no acostumbro usar faldas tan cortas, y menos a las siete de la mañana. 
También traigo una colita de caballo perfectamente peinada y una chamarra cualquiera que tomé de mi closet. No obstante, Jade me la quita casi a la fuerza porque "no le va al look".

—Hola nenas —escuchamos detrás de nosotras mientras sacamos algunos libros de nuestro casillero.

La voz corresponde a uno de los de sexto que viene con su grupito, con lentes oscuros y chamarra negra. 
No podemos evitar reír ante el deliberado comentario. 
Otra cosa que jamás pasaría en nuestra escuela, pero parece que hoy todos hacen lo que quieren.

En un rato veo pasar a Samara con unas ondas de salón en el cabello, el vestido más pegado que he visto, y unos tacones con plataforma enormes. 
Lo más gracioso es que, como ya mencioné, no es la única. ¿En verdad dedicó tanto tiempo a su cabello para venir a la escuela? 
Sin duda parece la protagonista de Mean Girls. Pero bien sabemos que ni ella lograría verse así todos los días.

Justo a su lado pasa un chico con gorra rebotando un balón de básquetbol, seguido por uno en patineta. Literal está paseándose en patineta por los pasillos del colegio.

Señor Guerrero, favor de desocupar ese artefacto y pasar a la oficina del director —se escucha una voz gangosa proveniente de los altavoces.

Después de unos segundos estalla una carcajada comunal por todo el pasillo y varias expresiones de sorpresa se dibujan en el rostro de los alumnos. 
Para empezar, ¿altavoces? ¿Tenemos altavoces? Jamás en la existencia se habían usado. 
Y, segundo: nuestro colegio no tiene un director, sino una directora. Es obvio que fue una broma pero la imitación del típico mensaje de altavoz no resultó acoplarse a la perfección con nuestra realidad. 
Sabemos que fueron algunos alumnos cuya relación con la dirección de este colegio es estrecha y se les permitió tener acceso a los dichosos altavoces.

Entre risas y caras de incredulidad, continuamos con lo nuestro.

—Pormetí no separarnos en todo el día, gemelita, pero tengo física y ya sabes cómo es esa señora —frunce los labios mi amiga y cierra su casillero—. Te veo en el recreo. Sin falta. —Me da una palmadita en el hombro y desaparece por las escaleras.

Continúo acomodando mis libros para el día y no puedo evitar sentirme genial con todo esto del vestuario de porrista. 
Estoy yo aquí sacando mis libros del casillero, con el cabello recogido rozando mis hombros y una gran sonrisa en la cara. No puedo evitar pensar qué divertida sería mi vida si en verdad fuera una popular porrista a la que los chicos le dicen "hola nena". 
Tomo mi libro de química e incluso lo saco con un delicado movimiento digno de porrista. Si es que eso existe. Yo sé que es tonto pero en reali...

—Qué interesante. —Escucho un leve golpe en la puerta del casillero de junto y siento el calor de un cuerpo detrás del mío. Cierro la puerta de mi locker para encontrarme con una mano apoyada sobre el casillero de al lado y la manga color cobre de una chamarra cubriendo el brazo.

Definitivamente está invadiendo mi espacio personal y bloquea totalmente mis posibilidades de salir por mi derecha y de hacerme para atrás. 
Él siempre acercándose demasiado.

Como casi está encima de mi espalda y recargándose con el brazo estirado en los casilleros, no me queda otra que girarme para verlo de frente, a la vez que me hago un poco hacia la izquierda para intentar salir. 
Pero ya que estamos mirándonos y yo busco la salida, él la bloquea apoyando también su otra mano contra las puertas metálicas sin darme más opción que recargar mi espalda contra el frío del casillero para no que no estemos tan incómodamente cerca.

—¿Qué estás haciendo? —lo observo fijamente para que sienta la intensidad de mi mirada.

—¿Tú qué estás haciendo con ese traje? —me sonríe, despega el brazo izquierdo del locker y queda solamente apoyado sobre el derecho para tener más espacio para mirarme de arriba a abajo, pero aún demasiado cerca.



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En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

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