Es una apuesta

Mi única oportunidad

—¡¿Qué?! —grito con mucha, mucha fuerza. Y aun así siento que mi reacción se quedó corta—. ¿De qué me estás hablando?

Él tiene la boca entreabierta y me mira sin saber qué decir.

—Alex... —continúo, esperando una respuesta.

Seguramente es uno de sus juegos o tiene una identificación falsa y piensa que puede burlar a las autoridades del viaje.

—Bueno... —Se rasca la nuca y se excusa a sí mismo con una mirada de inocencia—. Es la verdad.

—¿Cómo que es la verdad? —Busco todas las posibles explicaciones y no las encuentro. Obviamente—.  No es cierto, vas en la prepa. Imposible.

No sé si lo estoy viendo con horror, sorpresa o simple ansia de que me siga explicando qué demonios está pasando aquí. 
Él tiene una expresión de tranquilidad que me sorprende. No le costó trabajo soltarme esta enorme bomba. No se fue con rodeos. Solo lo dijo y ya. ¿Debería creer en sus palabras?

—Sí, voy en la prepa. Como verás, no es imposible —se encoge de hombros.

Me siento engañada, desorbitada y muy pero muy confundida.

—¿Quién eres? —le pregunto en seco, frunciendo el ceño y esperando una respuesta ahora mismo.

A él le sorprende mi pregunta, pero sigue con su cinismo de no inmutarse con la situación.

¿Qué. Está. Pasando?

—Alexander Kieran, 22 años, mucho gusto —me dice estirando la mano como si me la quisiera estrechar. Y aunque intenta no dejar entrever su nerviosismo, por lo menos espero que esté rogando internamente que yo no llame a la policía o algo así.

Lo único que consigo hacer es apartarme un poco e intentar procesar todo lo que me está diciendo.
Me giro en otra dirección. Y al final termino por ponerme de pie.

—La... ¿La escuela lo sabe? —miro hacia abajo. Él sentado con las manos apoyadas en sus muslos, colgando entre sus piernas—. ¿Eres algo así como un infiltrado? ¿Finges ser un estudiante para secuestrar gente... como yo?

No juego cuando digo que me siento aturdida y altamente inquieta. Estoy hablando con alguien que aparentaba tener mi edad y ahora resulta que tiene... ¿5 años más? Sin mencionar que yo soy una menor, en teoría.

—La escuela lo sabe —entrecierra los ojos y comienza a jugar con un poco de pasto que hay debajo del escalón—. No era un secreto. 

—¿Que no era un secreto? —le digo con voz muy firme y fuerte, sintiéndome indignada de que quiera aminorar la situación y hacer como si no fuera gran cosa—. Bueno, a mí me suena exactamente como uno. Y muy grande —estoy como loca dando cortas vueltas por el porche. No he entrado corriendo a mi casa porque en verdad quiero que me dé una buena explicación.

—Espera —digo cerrando totalmente los ojos, con un temor creciente y mi cabeza palpitando—. ¿Es por eso que me preguntabas tanto si en verdad estaba de acuerdo con el reto en la rueda de la fortuna? —Bien, ahora sí debería salir de aquí y no estar sola con él enmedio de la noche. Pero continúo hablando cuando más pensamientos y asociaciones se suman en mi cabeza—. Claro, ¡porque sería más difícil mandarte a la cárcel si yo abiertamente accedí a entrar hasta en una apuesta contigo!

Ahí es cuando se pone de pie. Veo en sus ojos que sabe que su jueguito ya se salió de control. Espero que rápidamente me diga que esto es una broma.

—¡No digas esas cosas! Todo tiene una explicación.

—¿Hasta el que un... señor se esté aprovechando de mí?

Me mira con más sorpresa de la que nunca lo había visto tener.

—¿Señor? —se echa a reír con diversión sin dejar de verme—. ¿En serio así me describirías?

No, jamás le hubiera llamado así, y menos por sus comentarios infantiles y las reacciones inmaduras. Pero no es exactamente un niño por lo que veo... 
Quizá un joven... ¿maduro?

Me abofeteo internamente por usar esa palabra.

—Creo que mis posibilidades de describirte se han ido muy a la mierda en cuanto me enteré de que me has estado mintiendo todo este tiempo.

Esto ya se está poniendo muy extraño. Ahora más que nunca pienso que pudo haberse estado aprovechando de mí todo este tiempo, además de que solo me ve como una niñita ingenua dispuesta a darle abiertamente el consentimiento de hacer lo que quiera conmigo.

—Para ser justos fuiste tú la que no quiso saber nada sobre mi vida. Yo te lo hubiera explicado hace tiempo —me dice.

—¿Exactamente cuándo me hubieras dicho que me sacas 5 años? Nunca, para que tu plan no se arruinara.

—¿Cuando te dije que solo tomaba tres clases en tu escuela y tú insististe en no querer escuchar la historia? —comenta dando ciertos argumentos a su favor—. ¿O las múltiples veces en que estuve dispuesto a explicarte cualquier cosa que te pareciera extraña sobre mí, pero te empeñaste en no darme más importancia de la que creías que merecía?

Me quedo pensando en lo que acaba de decir. Y aunque no me guste admitirlo, tiene algo de razón. 
Pero no totalmente.

—No, Alex, pero creo que debiste mencionarlo cuando hicimos un trato que involucraba... ciertas cosas —digo desviando la mirada con estas últimas palabras.

Agacha la mirada al piso por un momento, mueve sus dedos y luego regresa a verme.

—Sí, es cierto, pero ¿qué diferencia hace la edad? Tampoco hemos hecho nada que amerite que yo vaya a la cárcel —añade con la característica diversión en su voz incluso en los momentos más inapropiados—. Lamentablemente.

¿De verdad no entiende cuándo parar con sus comentarios?
Yo me froto la frente con los dedos en señal de frustración extrema. 
Lo que me sorprende es que solo estoy molesta, pero ya no tengo la sensación de querer denunciarlo a una asociación de protección a menores. En realidad solo la tuve por un instante porque sentí que debía. 
Pero tampoco me puedo hacer la niña indefensa a la que un chico mayor le vio la cara de ingenua. 
Siempre supe lo que hacía. Tengo casi 18 y... si me vio la cara da lo mismo que él tuviera 18, 22 o lo que sea. Yo sigo siendo yo, y él sigue pareciendo un bebé con su actitud. 
Igual es verdad que siempre se mostró incluso deseoso de contarme su extraño arreglo con el colegio.  
Si su argumento es lo suficientemente convincente quizá incluso considere dejar esto pasar.



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En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

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