En dado momento mi amiga se levanta al baño y yo aprovecho para cerrar mis ojos.
El cansancio se está proyectando hasta ahora y ni siquiera lo tengo que pensar mucho, pues en menos de lo que para mí es un segundo, ya estoy perdida.
(...)
Me despierta el movimiento de la gente azotando sus maletas sobre el piso del autobús y el ruido que esto ocasiona desde el techo donde éstas estaban.
Me desconcierta un poco no ver a Lis junto a mí, pero no me sorprende. Seguro fue a sentarse con alguien más cuando me vio dormida.
Ella no es de esas que se conforman con escuchar música en el camino. Tiene que desfogar su energía hablando con alguien más.
Sin embargo, esto me permitió adoptar una postura un tanto más cómoda que si no hubiera estado vacío el asiento de junto.
Me espabilo con rapidez pero mis movimientos son algo torpes, por lo que tardo en incorporarme y bajar mi bolsa.
En realidad la maleta pesada está en la panza del autobús, así que también debo ir a buscarla.
Una vez que encontré mi bolsa nadando entre el espacio de arriba del asiento e hice todo lo posible por alcanzarla aunque se haya ido hasta atrás, la echo a mi hombro y continúo con mi camino.
No obstante, como de costumbre, la invasión de otro cuerpo me rodea.
Se pega mucho a mí cuando estamos pasando por el tumulto del angosto pasillo e incluso puedo percibir su enorme sonrisa a mis espaldas y su columna totalmente erguida, pues lo siento incluso más alto que antes.
—¿Ya puedo estar contigo? —me dice entusiasmado y yo pongo los ojos en blanco.
—Disfruta esto, porque es el único momento que me verás en todo el fin de semana —digo intentando avanzar y por suerte se abre un hueco para pasar.
Continuamos avanzando hasta las escaleras del autobús y es ahí cuando puedo sentir la brisa, el sofocante calor y el olor a mar que inunda el ambiente.
Respiro muy profundamente y dejo que el aire limpio renueve mis pulmones.
Ahora sí me siento en la playa.
Estamos frente al más perfecto hotel que pudieron haber escogido para nosotros.
La entrada está rodeada por unas columnas de piedra enormes y preciosas, y las puertas de cristal que dan paso al lobby son sumamente modernas.
Allá adentro todo el piso parece un espejo, mismo al que cubre un tapete azul en el centro con una estatua encima.
Cuando ya tomamos nuestras maletas, nos informan que debemos formarnos en recepción con nuestro acompañante para hacer la entrega de habitaciones y firmar de una vez aquello de la responsiva en caso de accidentes.
—¿Estás consciente de que me estoy haciendo totalmente responsable de ti? —me informa Alex un poco nervioso, antes de entrar al hotel.
—Nada me va a pasar, no te preocupes.
—No estoy diciendo que vaya a suceder pero...
—Si algo me pasara mis papás lo pagarían —lo volteo a ver para asegurarme de que entiende—. Solo eres un trámite, ¿okay?
Suelta el aire y dibuja una media sonrisa que no llega hasta sus ojos.
Al momento de cruzar aquellas puertas de vidrio siento el aire acondicionado penetrar cada poro de mi piel y, aunque no estuvimos mucho tiempo afuera, agradezco el cambio de temperatura.
Efectivamente, es todo un oasis aquí adentro.
Alrededor de la estatua hay varias canastas de fruta, misma que supongo puedes tomar, y se me hace lo más tierno del mundo.
Hay todo tipo de atajos y pasillos por los que me gustaría cruzar, pero antes que nada, tenemos que registrarnos.
El techo es muy alto y suena una música muy relajante de fondo. Del lobby emana un olor delicioso a incienso, y no puedo evitar pensar cómo la armonía del lugar se verá destruída por todos los locos adolescentes que están a punto de entrar. Porque hay otros dos camiones además del nuestro que acaban de llegar.
Hacemos una fila para el registro, y a los dos segundos una joven con la camiseta de Gingham, misma que supongo será una representante de la escuela, le entrega a todas las mamás o acompañantes un formulario.
Algunos de ellos se dispersan para buscar un asiento mientras que sus hijos siguen formados, y es ahí cuando me doy cuenta de que eso es lo que son. Madres con hijos. Algunos papás quizá.
Muero de vergüenza al pensar que soy casi la única que trajo a un chico.
«Trágame tierra»
Solo espero que nadie se meta ni pregunte.
—¿Y dónde se supone que debo de llenar esto? —me pregunta Alex.
—No lo sé, ve a buscar una mesa. O siéntate en el piso.
En eso sujeta mis hombros por detrás, coloca la hoja sobre mi espalda y comienza a escribir.
—¡Oye! —reclamo y me enderezo lo más que puedo para no permitirle continuar.
—Son tres campos y una firma —informa—. Anda, ya —vuelve a acomodar mi espalda y recargar su mano cerrada sobre ella.
—¡Alex! —lo reprimo.
Cuando comprendo que no va a desistir, termino por resoplar y encorvar mi espalda para que pueda escribir.
—Eso va a quedar horrible —siento los círculos de la pluma atravesar la hoja y me hace muchas cosquillas.
Al final hace unas líneas como garabatos y despega la hoja de mi espalda.
—Listo —me informa y busca a la señorita para entregarle la hoja.
(...)
—Alana Vertiz Luna —repite el joven de recepción pasando por una lista con el índice y ajustando los lentes sobre su nariz—. ¿Con Jade...?
—No, ella ya no viene —lo interrumpo para acelerar el proceso—. Pero habíamos apartado dos habitaciones así que una la tomaré yo y otra... —me aclaro la garganta—...mi primo.
Escucho a Alex ahogar una risita.
El joven sigue dándole vuelta a algunas páginas y revisando mi número de reservación.
—Lo siento, pero la señora Esmeralda accedió hace poco a juntar sus habitaciones dado el problema que tuvimos con el espacio. Nos informó que usted no iba a traer a su acompañante, además de que se le hizo un precio especial por...