Es una apuesta

Eso fue porque tomaste

Meses y meses de ensayo. Días enteros de dejar nuestra piel en ello. 
¿Y qué digo días? ¡Años!

No es como que haya soñado con esto toda mi vida... Pero estaría siendo modesta al no llamarlo una de las más grandes ilusiones que había tenido.

Mi vida no suele ser interesante. Yo no puedo platicar que viajé a Europa, que me aventé de paracaídas, que me colé a un antro, que conocí a un Travis Maddox o que recorrí el país en coche. Pero contar que participaste en un concurso nacional ya suena.

Y tampoco.

Sin embargo, esa ilusión la di por sentada. Lo peor es que ni siquiera creí en nosotros lo suficiente como para pensar que ganaríamos. 
Pero ahora me doy cuenta de que esa era yo siendo modesta. 
Tenía esperanzas. Y muchas.

Quería pisar ese escenario. Aunque sea solamente estar sobre él. Mostrar todo mi esfuerzo. Que aunque no hubiera nadie con quién compartirlo, yo misma notara tangiblemente todo lo que llevo dando por este arte desde hace unos años.

Quizá éste fuera solo uno de muchos concursos para varios de mis compañeros.
Pero algo lo distinguía de otros. Fue, es y siempre será la primera vez que yo estuve lista para dar este paso. Que los profesores decidieron que era lo suficientemente buena para avanzar y unirme a los afortunados.

«Bueno, no estabas tan lista después de todo»

A decir verdad, claro que quería ganar. Pero me protegí entrenando a mi mente para esperar el peor resultado: perder.

No obstante, el día de hoy me dí cuenta de que perder no era lo peor que podía pasarme, pues también existe algo que no es ganar ni perder. Algo que te deja vacía... En un limbo. Y yo lo ignoraba hasta ahora. 

(...)

Paso la mayor parte de la tarde en la playa detrás del hotel.

Comimos hamburguesas, bailamos un rato y para las dos de la tarde muchos ya estaban tomadísimos.

Armaron una buena reunión, hay que admitirlo. El ambiente está genial y llevamos varias horas platicando desde que bajé a medio día. 
Lo bueno es que es un hotel todo incluído, encantos que hubiéramos desperdiciado de haber ido a Gingham.

He pedido fácil tres piñas coladas e incontables panteras rosas, además de platos de fruta y paletas heladas.

En algún momento volví a ver a Xavier, quien me ignoró por completo. 
«Idiota»
¿En serio se ofendió porque no le seguí la plática ayer?

Como sea.

Un rato lo pasé con Lis, otro con algunos de los chicos del grupo de avanzados y también me dediqué a buscar una hamaca para descansar un poco.

Sin embargo, aunque traigo el traje de baño bajo unos shorts y una blusa blanca acanalada, no entré a la playa porque la arena se me mete hasta donde no.

(...)

Pronto comienza a oscurecer y alcanzo a presenciar uno de los atardeceres más hermosos que he visto en mi vida.

No pongo en duda la magia de la playa o la capacidad de organización de mis compañeros para montar toda una fiesta en unas horas, pero nada de esto le llega ni a los talones a lo que podría haber sido. 
Me quedé con las ganas de aquella adrenalina que nos quitaron y nada la podrá llenar. 
Pero no regresaré a mi habitación hasta por lo menos poder contar que asé malvaviscos en la playa por primera vez.

A eso de las ocho mis compañeros junto con los ayudantes del hotel comienzan a preparar el fuego y los demás colocamos alrededor de la madera algunas toallas y sillas que encontramos. 

Es aquí, despidiéndonos del atardecer, que comienzo a sentirme mal por Alex. 
Le marqué para contarle todo lo de la cancelación del concurso y al final le indiqué básicamente que le prohibía estar conmigo. 
Y no porque yo sea indispensable para él ni nada, pero es verdad que no conoce a nadie aquí y después de todo me acompañó a venir, por los motivos que fueran.

Aunque a decir verdad, nunca le prohibí que viniera. Solo que no podía hacerme compañía y mucho menos insinuárseme enfrente de todos mis compañeros.

Lo vi bajar en algún momento a eso de las tres de la tarde, pero después de eso nada. Me saludó con un gesto de la cabeza y volvió a desaparecer.

¿Será que soy muy mala persona por haberlo dejado vagando por el hotel?

«¡No, Alana!» Está bastante grandecito para ir a pasear por donde quiera, tiene todo el día para ir a donde le de la gana. Seguro se fue a ligar a la alberca o algo así. Quizá salió a algún restaurante... Y más tarde irá a un bar...

Pero no. Mi consciencia no me deja tranquila. 
¿Qué si está más aburrido que un niño en la oficina de su mamá?

«No... Él sabe cómo divertirse» «Estamos en un hotel, en la playa»

Digo, es verdad que está solo, pero puede encontrar a alguien. Se le da eso de hablar con la gente. En especial con las chicas.

«Alana, si a ti te dejaran sola estarías llorando»

Pero yo no soy Alex.

«Alex es Alex, dudo que le importe que...»

¡OKAY!

¡Solo voy a asegurarme de que no esté como una planta en su cuarto viendo la tele y ya!

Me pongo en marcha con la esperanza de tocar a su puerta y que no haya respuesta. 
No obstante, de camino a allá me pongo a pensar: "¿Qué si sí la hay?" 
Si efectivamente está ahí, no quiero ofrecerle que venga conmigo. Pero tampoco quiero estar divirtiéndome en una fogata y que él no pueda gozar del mismo privilegio.

Es por eso que me detengo en la mesa de plástico ahorita abandonada y discretamente lleno un vaso rojo de tequila. Puro tequila. Y otro de vodka. Llenos. Los dos.

¿Será suficiente ofrenda de paz? Digo... Alguien me dijo una vez que si llegas con alcohol, todo te será perdonado. Quizá si el alcohol llega a él, no sienta la necesidad de unirse a nosotros en una infantil fogata, ¿verdad?

Servicio a la habitación le llamaría yo.

Puedo llegar a ser muy generosa.

(...)

«379»



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En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

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