Es una apuesta

¿Qué más quieres?

—Oye, creo que no has sido justa conmigo —suelta Alex revolviendo una bolsa de papas, en busca de... ¿la mejor papa?

—¿De qué hablas? —Mi rostro emana cansancio. Estaba a punto de quedarme dormida y me cortó la inspiración. Tanto con sus palabras como con el ruidero que se trae con su chatarra.

Toma una que por fin está a punto de llevar a su boca, pero antes de levantarla la vuelve a dejar ahí para que se pierda entre las demás.

—Que no estamos haciendo realmente mucho de lo que tenía en mente para la apuesta.

—De nuevo: ¿de qué hablas? —Intento recargar de nuevo mi cabeza sobre la ventanilla, con la esperanza de que deje de platicar.

—Pues que ya deberíamos de haber hecho muchas cosas más. —Al escuchar eso paro el oído y arrugo mucho las cejas. No obstante, apenas lo volteo a ver—. No deberías estar tan alejada de mí ahorita, por ejemplo.

Cierro los ojos en busca de paciencia y luego los vuelvo a abrir para girar mi cabeza hacia él.

«Adiós intento de dormir»

—¿Y qué se supone que debería estar haciendo? —pregunto agotada.

—Venir recargada en mi hombro —dice sonriendo, señalando con la cabeza el lugar al que hace referencia.

Como de costumbre, me río en su cara.

—Espera, ¿por fin estás viendo lejano aquello de ganar? —suelto al sentirme en ventaja—. Ahora tú tienes miedo.

—Linda, después de lo de anoche esa no es mi principal preocupación —susurra con la mirada más engreída que he visto jamás y yo lo quiero golpear por haberlo dicho en voz alta. Volteo a mi alrededor para confirmar que nadie está prestándonos atención—. Me refiero a que todavía no hemos llegado por completo a la fase en la que me aceptas ante la sociedad —dice dando continuidad a mi gesto, señalando con la mirada a la gente a nuestro alrededor.

Llevamos una hora de camino y ya me estoy arrepintiendo de haberme sentado con él en el autobús.

—Alex, no te acepto ante nadie —confirmo con tal seguridad que me aplaudo internamente—. No hay nada que aceptar. Nada de mí te acepta.

—Pues tu boca sí que lo hizo —levanta la ceja, su sonrisa y su ego, todo al mismo tiempo.

Ahora sí le doy ese golpe del que me aguanté hace rato para evitar solo sonrojarme y quedarme como tonta ahí sentada. Regreso mi mano y la coloco encima de mis piernas.

—Lo que quiero decir es que debemos hacer más cosas para que valga la apuesta —agrega sin dejarlo ir—. No puedes seguir fingiendo que no me conoces.

—Alex, te traje a un hotel. Estoy sentada aquí —digo entre susurrando y haciendo a mi voz chillar—. Me encerré en un maldito armario contigo, ¿qué más quieres? —añado con voz tan baja que ni yo me puedo escuchar.

—Quiero hacer todo lo que sea necesario para que en vez de esto —voltea a ver mi mano y, acto seguido, la entrelaza con la suya— sea esto.

Su tacto es suave y la forma en que sus dedos se posicionan entre los míos es diferente, pues es el dorso de mi mano el que está rodeando.

—No trates de culparme por tu falta de habilidades para conquistar a una mujer —me aparto de su agarre y me doy la vuelta para mirar hacia la carretera.

Lo dejo riendo a mis espaldas y me acomodo nuevamente. Estoy tan cansada que no creo tardar más de cinco minutos en que mis párpados pesen tanto como para que dormir sean inminente. Empiezo a relajar mi sien y la tensión en mi cuello desaparece.

—Quiero conocer a tus papás —suelta Alex de repente.

Yo me paralizo y me quedo respirando entrecortadamente antes de siquiera poder reaccionar. Mis ojos están abiertos como platos, y una fuerza magnética me obliga a encontrarme con los suyos. Trago saliva y balbuceo algo que bien podría estar en otro idioma, pues no entiendo ni me hace sentido alguno.

—¿Q-qué?

Debo de haber tenido la cara más horrorizada del mundo, pues él también casi se atraganta por mi mirada.

—Dios, ¡no! —se apresura a decir—. ¡Era broma! —comienza a reír un poco desorientado—. Ya, solo estaba jugando.

—¿Por qué jugarías con eso? —pregunto medio en shock.

—Porque quería que siguieras volteándome a ver. —Parece hacerle mucha gracia, pero a mí no tanto—. Igual, ¿qué tendría de malo? Ya estamos casi siempre juntos. Tampoco se acabaría el mundo si me los presentaras.

Parece casi entusiasmado. Como si fuera lo más normal del mundo sugerir algo como aquello. En teoría, ya conoce a mi mamá. Pero creo que no se refiere a solamente "conocer".

—¿Qué tendría de malo? —repito con sarcasmo y una risa muy amarga—. Alex, ¡eres una apuesta! —exclamo más alto de lo que me hubiera gustado.

Él parece haber recibido un golpe, pues después de congelar su mirada en la mía y arrepentirse de lo que iba a decir, lleva los ojos al piso.

—Lo siento, solo quería... —Comienza a tensar su mandíbula pero cuando la relaja hace un intento por mostrar una débil sonrisa en su rostro—. Tienes razón.

Cuando comienzo a recuperar el aire me acomodo de nuevo en el asiento y recargo mi cabeza sobre el suéter que estoy usando de almohada. Otra vez intento cerrar mis ojos y respirar profundamente para relajar mis músculos. Me quedo así por varios segundos.



#48817 en Novela romántica
#7856 en Chick lit

En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.