Es una apuesta

Dónde nos conocimos

Lleva la mirada al parabrisas y gira la llave para poner en marcha el motor. Está negando con la cabeza y sonriendo como si le hubiera hecho mucha gracia lo que acabo de decirle. Definitivamente no me tomó en serio. Por eso no despego la mirada de su rostro mientras comienza a maniobrar para salir del lugar.

Cuando nota la presencia de mis ojos sobre él, gira con lentitud la cabeza y su sonrisa va desapareciendo poco a poco.

—Espera —suelta una última risita nerviosa—. ¿Hablas en serio? —Entonces sí se detiene a esperar mi respuesta.

—Pues claro que hablo en serio —confirmo y plancho unas arrugas de mi vestido con la mano.

—¿Por qué? —pregunta casi asustado.

—¿Cómo que por qué? —me río en su cara y le dirijo una mirada divertida—. ¿Es que no sabes hacerlo?

Veo que mis palabras lo atraviesan, como si le hubiese impuesto un gran reto.

—Yo sé hacer todo —entrecierra los ojos, viéndose más engreído que nunca—. Eres tú la que claramente no sabe lo que está pidiendo.

«Ya va a empezar»

—Te estoy dando la oportunidad de tratarme como si fuera tu novia enfrente de todos tus amigos —aclaro imitando su expresión. Si antes tenía ganas de hacer esto, ahora más—. Quién quita y me convences a mí también.

En realidad lo digo solamente para retarlo, pues no creo que sea muy apegado a la idea de fingir por toda la noche. Una cosa es que quiera ganar una apuesta, y otra que esté dispuesto a aparentar que tiene una relación enfrente de todos. Pero su expresión se suaviza y sus hombros se relajan.

—Entonces quieres que durante toda la noche te dé puro amor —sonríe ampliamente pero de pronto vuelve a envolverme con su mirada—. ¿Y tú vas a poner de tu parte? Porque sería ridículo ir detrás de ti como perro faldero y que tú te deshagas de mí como siempre lo haces.

No puedo evitar ocultar mi risa.

—No me... —detengo mis propias palabras con la carcajada que se junta en mi garganta, y una vez que me recupero continúo—. Sí, también fingiré —lo volteo a ver casi con ganas de que lleguemos ya. Incluso estoy entusiasmada—. Será bastante divertido, de hecho. Ni siquiera vas a soportar todo el cariño que te daré.

Lo desoriento tanto como yo quería, pues sus ojos se abren como platos y lleva una mano a su cabello.

—Seguro ni vas a poder seguirme el paso —continúo. Entonces comienza a inquietarse en su asiento, lo noto también en su respiración. Pero pronto su mirada toma forma de nuevo—. Seré mil veces mejor novia que tú.

Pronto su sonrisa se abre otra vez.

—Yo puedo darte todo lo que quieras —me guiña el ojo y se inclina hacia mí.

Bueno, ya sé que su confianza abarca todo aquello que a temas sexuales se refiere. ¿Pero una relación? Ya veremos.

Por eso me acerco yo también para retarlo.

—Hablo en serio, me traerás encima de ti toda la noche y no vas a poder con tanto. —Estiro mi cuello en señal de superioridad y llevo todo mi cabello por encima de mi hombro.

Alex termina por recargar su codo sobre el respaldo de mi asiento, respirando con mayor lentitud, y roza sus dedos con mi hombro al hacer que mi cabello caiga de nuevo sobre mi espalda.

—Quizá tú no te des cuenta —pasa su dedo con delicadeza por mi mandíbula—. Pero si sigues hablando así no te voy a poder dejar salir de este carro. —Respira profundamente y yo me quedo paralizada por la intensidad de sus palabras—. Así que mejor no me cuentes.

Se aleja apoyándose con el brazo y regresa al volante, pero a mí me deja con la respiración entrecortada. Creo que nunca me había dicho algo tan directo, ¡Dios santo!

 

 

El camino, aunque es algo largo, pasa con rapidez. Prendemos la radio y yo tengo el suficiente tiempo para hacerme a la idea de que voy a lograr poner incómodo a Alex, así como él siempre lo hace conmigo.

Pronto aparcamos enfrente de una casa muy bonita, la cual no es extremadamente grande. De hecho parece de madera y se ve sumamente acogedora. Y aunque no es exactamente moderna, su estilo clásico la hace aún más especial. Tiene un pequeño jardín y un tejado impresionante.

«Qué pena que vayan a usarla para una fiesta universitaria»

¿Es aquí? —le pregunto a Alex, un tanto dudosa. Parece que somos los primeros, pues a esta hora ya estaban todos en el piso la otra vez.

El porche está iluminado con una bonita luz amarilla, así como algunas ventanas y la vereda.

En lugar de responderme, Alex baja de su asiento con una sonrisa y cruza hasta el mío para abrirme la puerta.

—Claro. —Encoge sus hombros y me abre paso.

Bajo del coche y camino junto a él, intentando seguirle el paso. Está frotándose las manos por el frío y no puedo evitar notar que está nervioso. Cuando lo llamo voltea a verme y traga saliva, sin detener el movimiento de los dedos. Alza las cejas y tensa la mandíbula.

Hasta este momento había ocultado a la perfección la dificultad que le representaba "tener una relación", pero por el temblor en sus manos puedo notar que simplemente no es lo suyo. Por eso lo miro a los ojos, le dedico una sonrisa y, sin pensarlo en demasía, envuelvo mis manos con las suyas. Éstas las dejo ahí el tiempo suficiente para alcanzar a observar la incredulidad de Alex al ver que voy en serio.



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En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

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