Es una apuesta

En serio quiero que vayas

—Deberías dejar de ver tantas series —suelta junto con una carcajada.

Durante los últimos minutos estuvimos hablando acerca de lo que hacemos en nuestro tiempo libre, mismo que se traduce en yo parloteando sobre los finales de temporada más sorpresivos que he visto. De esos que te dejan días llorando y cuestionando tu existencia.

No puedo creer que en verdad vaya a suceder aquello de quedarse platicando hasta el amanecer en una reunión. Pero igual no me molesta. Simplemente es increíble.

—¿Y por qué haría eso? —respondo fingiendo estar ofendida e indignada.

—Porque podrías invertir ese tiempo en hacer cosas mucho más divertidas —concluye recargándose aún más, haciendo que nuestros brazos rozen en el movimiento. Hace rato pasamos a sentarnos en una orilla, con nuestras espaldas sobre la malla que nos rodea.

Él no está usando su chamarra, y aunque no hace un frío exagerado, sigue siendo plena madrugada. No puedo entender cómo es que no está muriendo de frío.

Aquí donde estamos todo es oscuridad a excepción de la poca luz que llega desde las puertas de la casa.

—Okay chico listo, ya sé qué tipo de discurso me vas a dar. —Lo detengo soltando un suspiro—. Que viva mi propia vida en vez de gastar ese tiempo con las series. Y estoy consciente de eso, no soy una aburrida antisocial —aclaro con mucha soltura—. Pero vamos, la vida real no es como una serie y eso es un hecho. Yo sé que son actores y todo, pero vamos a admitir que los humanos necesitamos de esa dosis de posibilidades emocionantes que nos plantea la televisión. —Hago una pausa para continuar con mi entusiasmo. Hablar de series es lo mío—. A veces requerimos de historias ajenas. Ni la mía ni ninguna otra es tan interesante como la de una serie.

—Eso es porque no quieres —suelta Alex levantando una ceja y encogiéndose de hombros—. Si aquí me tienes y no me aprovechas.

Lo volteo a ver abriéndole paso a mi risa y niego con la cabeza.

—No, en serio —dice riendo también—. Yo te puedo llevar a hacer todo tipo de cosas divertidas. Es más, te aseguro que ni siquiera sabes todo lo que hay para hacer a tan solo minutos de donde vives.

—Si con eso te refieres a los antros para los que todos consiguen identificaciones falsas, créeme, sí sé de ellos.

Resopla antes de contestar.

—A ver, dime, ¿no te llevé a la mejor feria del planeta? —cuestiona incorporándose e inclinándose hacia mí—. Creo que para ahora deberías saber que no soy alguien tan simple como para llamar a un antro diversión.

Suelto un suspiro y me dejo caer junto a él de nuevo, rozando nuestros brazos otra vez.

—Bien —confirmo poniendo los ojos en blanco—. Sí me he divertido contigo.

En realidad debemos admitir que se esforzó con esa cita.

—¿Verdad que soy el mejor novio del mundo? —Hace aparecer su sonrisa con todo y hoyuelos, dientes perfectos y mirada encantadora.

«Este chico se las sabe todas»

—Espera. Si hablamos de habilidades como pareja, soy yo quien las tiene —confirmo estirando el cuello y abriendo los labios en una sonrisa triunfadora.

Vamos, ¿la escena del sillón con todo y beso final? Premio para mí.

—Pues... —suelta él alargando la palabra y entrecerrando los ojos.

—¿Disculpa? —lo corto. Abro mucho la boca y me inclino hacia él, jugando a estar altamente indignada.

Él comienza a sonreír ante mi reacción y mira hacia otro lado, para luego regresar su ojos a mí con una expresión diferente.

—Me podrías dar más amor —expresa casi con cautela, poniendo ojos de niño indefenso y calculando a la perfección los niveles de su tierna sonrisa.

Yo lo miro con incredulidad por su teatro. Sí que le sabe a esto de la actuación.

—¿No fue suficiente con lo del sillón? —reclamo con los ojos bien abiertos.

De pronto en su mirada se dibuja un brillo especial, junto con la pícara sonrisa de quien recuerda un momento... interesante.

—Estuvo... —dice soltando una risita mientras pasa la mano por su barbilla— decente.

Y ahora soy yo quien se echa a reír y comienza a negar descaradamente con la cabeza.

—Estabas perdido —exclamo con ganas.

—¿Perdido? —pregunta arrugando la frente—. Encantado quizá, pero perdido no —suspira y recarga su espalda de nuevo en la malla—. Se necesita más para lograr que me pierda.



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En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

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