Alex's POV
(Capítulo narrado por Alex)
Termino de hacer el nudo de mi corbata con la mirada fija en el cansado rostro que refleja el espejo. Hago mi mejor esfuerzo por sonreír un poco antes de acomodarme el cabello una vez más y recordar que ésta será una buena noche.
Saliendo del departamento arranco el auto y me dirijo a la estación de autobuses. El camino no es exactamente largo, pero vaya que me deja pensando en demasiadas cosas. En uno de los semáforos recargo mi brazo sobre el marco de la ventana abierta y recuerdo prender el radio para distraerme un rato.
Lo primero que hago al llegar a la estación es buscar la pantalla con los números de autobús. Cuando encuentro el indicado me alegra no haber llegado tarde, pues tengo un buen rato sin checar la hora o siquiera usar mi teléfono. Entonces me siento a esperar a que den las 18:45.
Cuando es momento me pongo de pie y me dirijo a la puerta tres.
En definitiva, mi sonrisa crece genuinamente cuando veo a Ana bajar del autobús con los brazos abiertos y ese bonito brillo en sus ojos. Me abraza con fuerza y yo hago lo mismo, pues estoy realmente contento de verla. Justo detrás de ella viene su papá, quien se acerca a mí con el mismo entusiasmo. Igual no puedo evitar esconder mi propia emoción, en verdad los extrañaba.
—Alexander —dice Omar mientras rodea mis hombros en un abrazo, con una gran sonrisa. Después me observa por varios segundos, como si intentara leer mi rostro—. Estoy muy orgulloso de ti.
Le devuelvo la sonrisa con tanto gusto que el siguiente movimiento que hago es negar con la cabeza para no emocionarme tanto. Porque están aquí, porque pudieron llegar... Por todo.
—Muy temprano para ponernos sentimentales —bromeo y tomo la maleta de Ana para ayudarle a llevarla al coche. Ha crecido mucho desde la última vez que la vi. Seguramente ya cumplió los 12 años. Me encanta saber que sigue teniendo la misma alegría de siempre.
Después de una hora llegamos a la misa, que dura alrededor de 40 minutos. Al salir tomamos algunas fotos y todos los compañeros nos felicitamos mutuamente por haber acabado la carrera. Casi. Aún me falta conseguir esos créditos que me darán las clases de preparatoria, pero claramente iba a festejar junto con mi generación. Prácticamente es gracias a Omar que no tuve que cursar la preparatoria completa de nuevo, así que festejar con él es lo que más gusto me da.
Y aunque todo el asunto de las clases extra sea una innecesaria formalidad que exigió la universidad sin que les interesara demasiado la calificación que obtuviera, por un breve instante cruzan por mi mente un proyecto de matemáticas pendiente, otra tarea que debería mandar mañana, el trabajo de literatura que todavía necesitamos terminar...
Alana...
—Alex —grita Daleck interrumpiendo mis pensamientos, prácticamente colgándose de mi espalda para abrazarme—. Nos graduamos —exclama con tanto éxtasis que seguro tomó de más en la pre fiesta, misma a la que obviamente no fui.
—Nos graduamos, hermano —respondo con una sonrisa.
—Karly —grita dirigiendo su atención hacia una de nuestras compañeras, a la cual también se acerca a abrazar. Meto las manos a los bolsillos de mi pantalón y antes de poder dar media vuelta, Daleck regresa conmigo—. ¿Y tu novia? —me pregunta.
En un principio levanto las cejas y me inclino ligeramente hacia atrás. No esperaba esa pregunta, en especial porque no existe una respuesta.
—Tuvo un... —Me encojo de hombros y suelto un suspiro— problema. No creo que pueda llegar.
—Híjole, pensé que la veíamos hoy otra vez —dice Daleck antes de alejarse para regresar con Karly.
En estos momentos me cuesta no pensar en el día en que mis amigos conocieron a Alana, la noche en casa de Dalia. Cuando contamos a todos esa ingeniosa historia de cómo nos conocimos, cuando en la cocina se sentía el acogedor calor del horno, cuando prendimos la fogata... Definitivamente sonrío sin pensar en lo que pasó después.
—Alex, ¿ya nos vamos? —Escucho la voz de Ana mientras tira de la manga de mi saco con sus pequeñas manos.
—Hija, es su noche —interviene Omar—. Deja que llore con sus amigos a gusto —dice en broma y yo ruedo los ojos.
—Puede llorar con ellos en el salón... Donde hay comida y música —responde Ana tratando de convencernos de dirigirnos a la fiesta.
—Nadie va a llorar hoy —respondo riendo—. Pero estoy de acuerdo contigo, Ana. Vámonos ya a la fiesta.
No tengo que saludar ni felicitar a muchos compañeros más, pues en realidad la mayoría de mis amigos están en otra facultad. Hoy es solo para celebrar que llegué hasta aquí después de todo. Y pasarla bien con estas dos personas tan importantes para mí.