Es una apuesta

El regalo de contártelo

En algún momento de la tarde decidí que venir era lo que único que podía hacer. Ahora estoy en el hotel más lujoso de la ciudad, con el vestido más elegante que he usado, caminando al lado del chico que más me ha confundido en la vida.

Miro hacia abajo y aminoro el paso ligeramente. Aunque no suelo usar tacones, parezco estarlo manejando bastante bien. Me fijo en la alfombra, en las pequeñas figuras que se forman en ella.

—Alex —digo, todavía mirando el suelo. Observo que se detiene y es entonces que alzo mis ojos—. Creo que deberíamos hablar... —Me aclaro la garganta y aprieto los labios—. De lo que pasó el otro día.

Necesitaba decirle que me sentía fatal. Sin embargo, él frunce el ceño, entrecierra los ojos y sonríe ligeramente.

—Al rato —contesta con tanta tranquilidad que logra transmitirla—. Ahora quiero que disfrutes de la mejor fiesta de tu vida.

Me río al darme cuenta de que todo lo que hacemos juntos lo describe como "lo mejor de mi vida".

—¿De qué te ríes? —pregunta fingiendo haberse ofendido—. Esta vez no hay modo de que niegues que la pasarás bien.

—Hoy no se trata de mí —confirmo esbozando una sonrisa—. Es tu fiesta. Tiene que ser la mejor fiesta de tu vida —digo haciendo énfasis en el "tu".

—¿Significa que harás todo lo posible por que sea la mejor noche de mi vida? —bromea levantando una ceja, obviamente haciendo otra de sus clásicas referencias pervertidas. Es verdad que Alex no ha cambiado ni un poco, y aun así es una persona completamente diferente para mí—. Alana, me sorprendes.

Como yo tampoco he cambiado demasiado, ruedo los ojos y contesto como siempre contestaré.

—Sabes perfectamente bien que no.

Ambos reímos al darnos cuenta que sin importar lo que pasó hace unos días, seguimos teniendo la misma confianza que cuando nos conocimos. En realidad, una confianza que Alex construyó, una a la que no me pude negar por más que quise. Ahora simplemente existe.

—Quiero que conozcas a mi familia —confirma señalando la puerta de entrada.

Dudo un poco antes de contestar. ¿Quiere decir que están aquí?

—Dijiste que no tenías familia —suelto repitiendo sus propias palabras. Me lo ha dicho en varias ocasiones.

—Lo sé —afirma asintiendo con la cabeza, haciendo una pausa—. Lo he estado pensando mucho desde que lo dije —añade y se encoge de hombros—. Al parecer siempre tenemos una familia.

No lo había notado hasta ahora, pero está usando un esmoquin precioso, con una tela tan negra y lisa que lo hace ver demasiado elegante. Algo que también llama mi atención es que está usando corbata en vez del tradicional moño que llevan todos. Sin embargo, me es imposible creer que olvidó las normas de etiqueta. Simplemente decidió saltárselas, y eso lo hace verse todavía mejor.

Cuando estamos junto a la mesa, Alex se acerca y susurra algo al oído de un señor y una niña. Los tres sonríen y el hombre se pone de pie, saludándome amablemente. Su cálido abrazo me saca una sonrisa.

—Alana —dice Alex con su blanca sonrisa—. Ellos son Ana y Omar.

Mientras me acerco a saludar a la pequeña también, comienzo a preguntarme quiénes son. El hombre es moreno, delgado, casi de mi estatura y usa barba y bigote negros con rastros de blanco. La niña tiene un cabello negro muy largo y la piel del mismo color que él. Me cuesta un poco encontrar el parecido con Alex.

Cuando me invitan a tomar asiento es que comienza a explicarme.

—Viví con ellos algunos años —dice Alex sin perder su sonrisa, que ahora dedica al hombre. Honestamente, estoy un poco confundida y lo único que puedo hacer es escuchar atentamente. Por suerte, aún es temprano y la música no está a todo lo que da—. Omar me enseñó a leer y escribir. Y luego todo lo demás.

Me atrevo a preguntar algo antes de que él siga.

—Espera, ¿eres adoptado? —Me acerco a él hablando en voz baja en un intento por ser discreta.

—Es la única teoría que nunca mencionaste —confirma asintiendo y luego sonríe—. Pero no, no soy adoptado. —Endereza un poco su espalda y continúa—. Yo vivía con mis papás, Omar iba a darnos clases. —Toma un poco de aire y luego lo suelta todo de golpe—. Siempre estudié en casa, nunca fui a la escuela.

Sorprendentemente, no estoy tardando tanto en procesar la información. Tiene bastante sentido lo que dice, sin embargo, es completamente extraño. Jamás había conocido a alguien que en verdad no hubiera asistido al colegio.



#45370 en Novela romántica
#7257 en Chick lit

En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.