Antes de comenzar me gustaría avisarles que este es el último capítulo de la novela. Espero que les guste tanto como a mí. Gracias por estar aquí.
[...]
En ese momento, mis hombros caen y arrugo demasiado las cejas. Todo en mí se desajusta y tan solo puedo soltar una sonrisa de incredulidad.
—No. —Niego con la cabeza—. No, tu hermano tiene Síndrome de Down —digo como si lo estuviera poniendo al día acerca de su propia vida. Sin embargo, quizá pude haber sido un poco menos directa.
—Daxen es mi hermano —confirma.
—Ya sé, Ben me dijo su nombre, me refiero a que la persona a la que acabo de ver... Bueno, no tiene Síndrome de Down.
—Daxen es mi otro hermano —dice con mucho dolor en su voz.
En eso, Alex agacha la cabeza y cierra los ojos.
—Dijiste que solamente tenías un hermano —replico, buscando de alguna manera borrar esa expresión de su rostro.
No sé si me habrá mentido, tampoco sé en qué parte. Estoy recibiendo demasiada información en una noche y ni siquiera sé si soy yo quien está mezclando todo.
—Solamente tengo un hermano —termina por contestar.
La confusión me inunda más de lo que debería. Todo parece tan lejano, tan irreal. Bien podría estar soñando en este momento.
—Sebastian es del que te hablé —continúa, alzando la vista poco a poco hasta llegar a mis ojos—. Él… —explica con voz entrecortada y un dejo de profunda tristeza que busca ocultar casi de inmediato. Yo solamente escucho sus palabras, ni siquiera me siento capaz de hacer otra pregunta—. Ahora sólo somos Daxen y yo.
Lo observo por tanto tiempo que ni siquiera proceso el momento en que suena el elevador. Casi toda la gente ha bajado ya, prácticamente somos los únicos que seguimos aquí arriba. Por eso es fácil ver al chico de cabello negro aproximarse. Cuando está lo suficientemente cerca, Alex lo observa.
Yo simplemente no lo puedo creer. Hago lo posible por no mirarlo fijamente, pero sin duda resulta complicado. No puedo creer que esté tan cerca de un actor, no puedo creer que sea hermano de Alex. Pronto me doy cuenta de que a pesar de la diferencia en el color de su cabello, son demasiado parecidos. Mismos ojos, misma nariz, probablemente misma sonrisa. En verdad es muy guapo, tanto que comienzo a ponerme nerviosa, sin mencionar incómoda por la clara tensión entre los hermanos.
—Ella es Alana —dice Alex para romper con el silencio. Sin embargo, sus palabras son secas, casi automáticas.
—Hola, mucho gusto —respondo, intentando no sonar demasiado extraña.
—Hey —contesta el chico. Veo que intenta decir algo más, pero no parece encontrar las palabras para hacerlo.
—No habla español —explica Alex, al borde de la desesperación, el enojo, la confusión. Está claro que no lo esperaba aquí esta noche—. Ahora vuelvo —dice recobrando la paciencia, haciendo una seña al chico. Ambos caminan hacia otro lado, lo suficientemente lejos para que yo ya no logre escuchar.
Si antes estaba confundida, ahora ni siquiera puedo nombrar el sentimiento. ¿Por qué su hermano no habla español? ¿Por qué su hermano es actor? ¿Por qué su hermano está aquí?
Los observo discretamente por un rato. Son de la misma estatura, ambos tienen los dientes perfectos... Me pregunto cómo era Sebastian, de qué color era su cabello, cómo era su sonrisa. No puedo evitar que mi garganta se cierre ante el pensamiento.
Para darles un poco de privacidad, comienzo a caminar en dirección al mini golf y tomo asiento en una banca. Desde aquí puedo verlos todavía. No están discutiendo, simplemente están hablando y asintiendo. Siguen así durante al menos 10 minutos, hasta que Alex comienza a caminar en mi dirección y su hermano toma el elevador de nuevo.
—¿Qué pasó? —me apresuro a preguntar.
—Nada. —Se encoge de hombros—. Al parecer vino a mi graduación.
—Él es tu hermano, con el que no has hablado en años —digo en voz alta, conectando los puntos en mi cabeza. Por lo menos esa parte ahora tiene sentido.
—Escucha, sé que tienes muchas preguntas —dice Alex con cautela. No puedo creer que en este momento lo que le preocupen sean las preguntas que yo pueda tener.
—No, está bien —asiento para calmarlo—. Digo, sí las tengo. Pero no tienes que responderlas ahora.
—Sí tengo, te dije que hoy lo haría. Solo que la aparición de mi hermano cambió un poco los planes —dice sacando media sonrisa.
—¿Por qué vino? ¿Quién lo invitó? —pregunto con curiosidad.
—Yo, yo lo hice. A él y a toda mi familia —explica, todavía con algo de dificultad—. Ya sabes, mis papás. En realidad no sé por qué decidió venir, después de tanto tiempo. Ya me había dicho que no podía.
Tan solo asiento con la cabeza.
—¿Y ya se fue? —pregunto.
—No, le dije que me esperara en el salón.
—¿Cómo supo que estabas aquí arriba? —No puedo creer que esa sea la pregunta que vino a mi mente, entre las tantas que existen para esta situación.