Los días siguientes transcurren sin problemas. Para el jueves llego a pensar que probablemente la apuesta no va en serio. Voy a la escuela pero no llego a toparme con Alex. Incluso me pregunto si siquiera está asistiendo. Sin embargo, hoy jueves, me lo encuentro para mi sorpresa en la clase de literatura. Aunque sinceramente me alegra bastante que se haya dignado a aparecer, ya que necesitamos continuar con el proyecto.
Lo que más llama mi atención es que en verdad tiene ganas de trabajar.
Sin duda no me libro de sus comentarios pervertidos y sarcásticos, pero no menciona nada de la apuesta a lo largo de la clase. ¿Debería preguntarle? ¿Debería confirmar que todo se trataba de una estúpida broma y él no tenía realmente tiempo para seguir con una tonta apuesta?
—Necesito tu número —comenta interrumpiendo mis pensamientos.
—¿Disculpa? —Giro la cabeza hacia él apartando la vista de mi cuaderno.
—Tu celular —dice como si aquello me sacara de la duda—. Si vas a ser mi novia falsa necesito tu celular.
Lo fulmino con la mirada y espero no haber escuchado bien.
—Lo siento pero ¿en qué momento dijimos que yo sería tu novia falsa? —pregunto con disgusto—. Nada de eso.
Una sonrisa se abre por sus labios.
—¿Entonces cómo pretendes que funcione? —levanta una ceja.
—¿De qué hablas? —digo harta.
—Básicamente estaremos saliendo, por eso me sorprende tanto que hayas propuesto una apuesta, linda.
—Yo...yo no... —«Yo no propuse la estúpida apuesta, hombre». Pero no pienso entrar en discusiones inútiles porque a fin de cuentas acepté—. ¡Argh! A ver... Necesito que aclaremos de nuevo muy muy bien lo que vamos a hacer.
—Es el chiste, no aclarar nada —se encoge de hombros y se reclina en su asiento—. No puedes basarte en un plan.
—¿Por qué no?
—Porque estarías demostrando instantáneamente que tienes miedo. Y perderías la apuesta —sonríe.
—Pero... —replico.
—Además, no haremos nada que tú no quieras —dice interrumpiéndome y luego me guiña el ojo—. Incluso pedirás más.
—De acuerdo, justo eso me hace recordar qué quiero demostrar con esta apuesta —respondo rodando los ojos.
Cruzo mis brazos y trato de mirar hacia otro lado en lo que el timbre toca. En verdad tengo tantas ganas de probar que se equivoca y reducir su ego aunque sea un poco...
Más tarde por la noche, después de acomodar un poco mi cuarto y sentarme a ver la televisión, se me dificulta concentrarme en lo que está ocurriendo en el programa.
En vez de eso me pongo a imaginar qué es lo que podría hacer Alex.
No es como que yo vaya a permitirle pasarse de listo, pero tampoco podemos demostrar nada sin interactuar. ¿Qué tan lejos es capaz de llegar? ¿En qué me metí?
Cuando llego a la escuela el viernes me relajo al notar que ya vamos para la quinta hora y aún no hay rastro de Alex.
Probablemente prefiera faltar a clase que continuar con nuestra apuesta, y por mí mejor. Eso, o sólo tomamos una materia juntos y el colegio no es tan pequeño como pensaba. Ya para la séptima y última hora me doy por salvada, por lo menos por hoy. Porque esté o no esté en el colegio, no se acercó a mí.
Regreso a mi casa y aparentemente no hay nadie. Así que decido pedir una pizza y sentarme a ver películas toda la tarde. Cuando estoy viendo The Notebook y voy en mi segundo pedazo de pizza comienzo a escuchar un débil ruido viniendo de mi ventana. Probablemente no he mencionado lo fácil que es trepar hasta mi cuarto. En serio, es ridículamente fácil. Sólo que nunca pensé que alguien recurriría a ese método hasta que me encontré con Alex esperando a que le abra.
—¿Es en serio? La puerta —señalo en dirección a la entrada—, ¿no podías usarla?
—¿Y quitarle toda la magia? Te estoy dando la experiencia completa, linda —se abre de brazos y busca poner un pie en mi habitación.
—¿Qué haces aquí? —lo detengo colocando una mano en su pecho y evitando que pase.
—Vaya, no creía que fueras a intentar salirte de la apuesta tan rápido. Pero podemos arreglar mi premio y todo bien.
—Ni creas que me estoy saliendo de la apuesta —respondo relajándome un poco—. Sólo no sabía que vendrías.