—¿Qué? —respondo sin saber a qué se refiere. No sé si piensa que lo haremos hoy.
—¿Qué de qué? —contesta, sacándome de quicio.
—¿A qué te refieres? —escribo.
—¿A qué quieres que me refiera? 😏 —responde.
Cansada de este tonto jueguito, prefiero hablarle antes de entrar a mi ensayo. El tono suena dos veces y luego contesta.
—¿Qué pasó, señorita? —articula lentamente con una voz muy grave, como si acabará de despertarse. Pero no parecía que estuviera en su casa.
—Necesito que me expliques tu mensaje.
—Que hay que hacer entrevistas hoy.
—Hoy no puedo.
—Claro que puedes.
—¿Y tú cómo sabes eso?
—Lo supongo... Puede ser a cualquier hora. Además todavía nos faltan demasiadas cosas.
En eso tenía razón, pero no quería pasar la tarde con él, por segundo día consecutivo.
—Con una condición —digo y lo escucho suspirar a través de la línea—. Hoy la apuesta no aplica. Y tampoco ningún día que tengamos que hacer el trabajo.
—Alana... La apuesta aplica en todo momento —lo escucho decir en eco. La primera voz demasiado cerca, la segunda desde mi teléfono.
¿Es una broma?
Volteo rápidamente para encontrarme a Alex con su mano tapando su boca, como si tratara de evitar una carcajada.
—Pero qué coincidencia encontrarte por aquí —dice aún intentando no reír.
—¿Estás loco? ¡Deja de seguirme! —grito tan fuerte que una de mis compañeras que va llegando voltea a vernos con cara de extrañeza.
Sin embargo, esa expresión se borra de su rostro cuando repara en Alex. Literalmente deja de caminar por un segundo después de que su mirada se iluminara y sus ojos se abrieran como platos.
Entonces ella le regala una sonrisa tímida y recoge su pelo detrás de la oreja.
Alex le guiña el ojo deliberadamente y mete sus manos en sus bolsillos. Mi compañera parece enloquecer.
¡¿ES EN SERIO?!
¿Por qué parece que acaba de recibir sus regalos de Santa Claus? ¿Quién reacciona así ante un chico?
Por suerte no estamos dentro del edificio, porque estoy muy segura de que, si así reaccionó esta chica, todas las de adentro podrían hacer lo mismo. Qué tontería.
Para evitar más escenas de éstas, opto por hacer que nuestra conversación termine pronto.
—Por si no lo has notado, el supermercado está a 100 metros de aquí —comenta interrumpiendo lo que estaba a punto de decir, además de dejarme completamente confundida—. Ya quisieras que te estuviera siguiendo.
—¿Quieres decir que fue una total coincidencia que justo me mandaras un mensaje cuando ibas camino al supermercado?
Imposible...
—No del todo... Te vi dejar tu bici aquí en la entrada y pensé: ¿Por qué no sorprender a mi chica? —agrega tomando mis manos.
—¡Eww! No vuelvas a llamarme así en tu vida —replico soltándome—. ¿En verdad ese es tu intento por "conquistarme"? No soy "tu chica" ni nada de eso.
Solamente se ríe y arruga la nariz... Entonces me alborota el cabello con su mano izquierda y continúa su camino hacia la tienda.
Casi al instante, lo veo sacar su teléfono. Aquella acción tiene un efecto sobre el mío, ya que en ese momento suena.
—Paso por ti a las 4.