—¿Qué es eso? —dice Alex al otro lado de la línea.
—¿Qué? ¿Qué es qué?
—Eso que escucho... ¿Acaso eres tú necesitando de mí?
—Amm ¿no? —respondo tratando de mostrar mucha seguridad—. Soy yo proponiendo que nuestra siguiente ronda de entrevistas tenga lugar en el zoológico.
—Ya... Claro. ¿Y qué haces en el zoológico?
—Esperándote, ¿qué más?
—Eres un caso —contesta riendo de mí.
Con tal de que pueda llevarme a casa al final me importa un pepino lo que piense.
Después de media hora Alex se aparece en la entrada principal y yo me acerco a él.
—Hola —me dice encogiéndose de hombros.
—Hola —respondo copiando su movimiento. Aunque me doy cuenta que es por el frío que está haciendo.
Calculo que oscurecerá en menos de dos horas, pero el viento ya está bastante fuerte y tuve la brillante idea de dejar mi chamarra en el carro de mis papás.
—¿Me quieres explicar por qué elegiste el zoológico como punto estratégico? —Interrumpe mis pensamientos—. ¿Después de cancelarme en un principio?
Me remuevo nerviosa y fijo la vista en la jaula de unas aves extrañas.
No quería que me hiciera ese tipo de preguntas.
—Verás... —comienzo a balbucear—. El contraste entre los animales... —digo y al segundo me arrepiento porque no tengo ni la más mínima idea de cómo continuar— y los humanos. Ya sabes... para saber si hemos evolucionado... Y ahí están los monos... Los monos no leen...
¿Qué? ¿Qué rayos acabo de decir? En definitiva no debí de continuar. ¿A qué esperaba llegar con eso? Pude simplemente haber dicho: "porque me da la gana". Pero no, tenía que decir una estupidez. Es que no quería explicarle mis problemas familiares... Eso era todo.
—Bien... Supongamos que lo que dijiste tuvo algún sentido. —Me ruborizo al instante, pero por lo menos no me tacha de loca—. En realidad da igual dónde hagamos la entrevista —cierra la frase salvándome por completo.
—Exacto... Ese era mi punto —contesto siendo castigada con una mirada demasiado extraña de mi compañero—. En fin. ¿Traes la libreta con las preguntas que preparamos?
—Esa te la quedaste tú, linda.
—Ah... Sí... —digo mirando al piso, tratando de evadir su mirada.
—No estamos aquí porque elegiste el zoológico, ¿cierto? —dice agachando la mirada para tratar de encontrar mis ojos.
«¿Tan mal se me da ocultar mis emociones?»
—No —digo resignándome a explicarle lo que sucedió. Que mis padres me abandonan. Y que lo llamé a él para que me hiciera compañía aunque fuera un rato.
«Y que soy patética por haber hecho un berrinche, y que mi familia me deja un hueco en el corazón»
Vaya, ¿en serio tengo que decirle todo eso?
—Hey... —apoya su mano en mi hombro y esboza una media sonrisa—. Sea lo que sea no te caería mal un rato de diversión —dice, para mi sorpresa, y yo trago saliva.
No me pidió una explicación. No me hizo confesar que quería pasar la tarde con él (aunque no fuera eso, pero en eso lo convertiría)
—¿A qué te refieres con diversión? Porque si para ti diversión es ir a otra de tus extrañas fiestas prefiero...
—¿Qué tal un paseo por la selva? —dice haciendo bailar sus cejas.
—Espera —lo detengo antes de poder seguirle la corriente—. No es otra de tus frases de doble sentido, ¿o sí?
«Lo siento, tenía que preguntar»
Estira mucho las cejas e incluso echa su cabeza un poco hacia atrás, como si en verdad le hubiera sorprendido mi pregunta. Sus ojos están abiertos como platos.
—Dios, Alana —finge ser un niño al que acabo de corromper y suelta una risita—. ¿Por quién me tomas? —Ahora arruga las cejas y mira fijamente a un punto por encima de mi hombro.
Cuando volteo no puedo evitar reír, pues hay un enorme cartel que anuncia la nueva atracción del zoológico. Me ruborizo un poco, pero lo dejamos pasar. Seguro el paseo por la selva me hará pasar un buen rato y olvidarme de todo lo que acaba de pasar.