Es una apuesta

Teorías de conspiración

Aprieto los ojos fuertemente y arrugo la nariz sin animarme a voltear a ver a Alex.
Estoy algo avergonzada por haber explotado así con él. No que no se lo mereciera, pero debí haberme imaginado que era ridículo que me dejara tirada en medio de la noche en un lugar que yo no conozco.

Giro lentamente sobre mis talones para encontrarme con una amplia sonrisa saliendo del rostro de Alex. Está viéndome fijamente con su cuerpo recargado sobre la pared y una de sus manos tratando de esconder una carcajada. Entonces camina hacia mí levantando las manos y encogiéndose de hombros, como diciendo lo siento en un tono juguetón.

—¿Por qué estamos detrás de mi casa? —digo fingiendo que sigo enojada.
Más bien ahora tengo muchas preguntas.

—¿Por qué tú siempre estás enfrente de la mía? —contraataca.

—Yo pregunté primero —comienzo a alzar la voz pero me controlo—. ¿En verdad vives aquí?

—No... Me robé las primeras llaves que encontré y resultaron abrir un departamento detrás de tu casa.

Ruedo los ojos.

—Vamos, ten algo de sentido del humor —me dice pasando las manos por su cabello.

—¿Quieres que crea que por pura casualidad, de entre todas las casas de la ciudad, elegiste vivir detrás de la mía?

—Linda, no sé cuáles sean tus teorías de conspiración. Lo único que quiero que creas es que me mudé aquí hace dos meses, mucho antes de conocerte. Porque es la verdad.

Bien, puede tener sentido. Y eso explicaría cómo supo donde vivía aquél día que lo conocí. ¿O no?

—¿Fue así como supiste dónde vivía yo? —Busco salir de la duda—. ¿Me estabas espiando o algo así?

—Tú... —exclama suavemente acercándose a mí y tomándome por las muñecas–. Tienes serios problemas mentales.

—¿Disculpa? —alzo las cejas, soltándome de su agarre.

—Piensas que todo el mundo te vigila o solo busca hacerte daño... Ya veo por qué te cuesta tanto trabajo dejarme entrar.

—Tú no quieres entrar a ningún lado —digo lo primero que me viene a la mente—. O sea... No en ese sentimental sentido de la oración. Lo único que quieres es saber que tienes a todas a tus pies. Y al parecer haces lo que sea para conseguirlo.

Nos quedamos en silencio unos momentos, en realidad ya no tiene sentido seguir discutiendo.
No le veo mucho futuro a esta apuesta.

—¿Quieres saber cómo lo hago? ¿Cómo ninguna chica rechazaría una cita conmigo?

—Jamás lo entendería.

—¿Apostamos?

Me río en su cara. Esto ya se está volviendo más ridículo.

—Creí que ya estábamos apostando.

—Así es —suelta una pequeña sonrisa—. Me refiero a que es solo una parte más de la apuesta. Y como ya aceptaste a la apuesta en sí, se da por entendido que puedo continuar con lo que te iba a proponer.

—Depende de qué fueras a proponer.

—El viernes te toca tener una cita conmigo. No una fiesta ni tonterías. Ésta va en serio.

Trago saliva.

—¿A qué te refieres con "en serio"?

—Me refiero a que tendrás una experiencia 4D de lo que es una cita con Alex Kieran.

«¿De dónde se saca esas frases?»

Eso no suena bien... Nada bien. En verdad no sé hasta dónde es capaz de llegar, y debo admitir que tengo miedo (lo cual es justo lo que NO debo admitir).
Tengo miedo porque nunca he ido realmente a una cita con nadie (sí, la relación con mi ex fue extraña). Y jamás pensé ir a una cita con alguien como Alex. Ni siquiera sé a qué le llama "cita". Hasta donde yo sé, podría ser ir a un motel barato a tener relaciones.
Cosa que no va a suceder.

«¿Por qué iría a un motel barato si tiene un departamento?» dice una voz en mi interior.

—¿Y... Qué es exactamente lo que haremos? —pregunto.

No puedo echarme para atrás ahora, estoy luchando por defender a todas las mujeres como yo que jamás dejarían a un playboy entrar en su cabeza. Trato de dejar en claro que ni siquiera una cita de lo más increíble podría cambiar nuestros ideales para sucumbir ante un estúpido mujeriego.



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En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

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