Cuando llego a mi casa, mis papás y mi hermano están ahí.
Despiertos. Esperándome.
Shoot!
Bien, no están literal sentados en el sofá de la entrada como hice parecer, pero están despiertos y todos bajan cuando toco la puerta. Porque claro, no traía llaves.
—Hola —me dice mi mamá.
Parece que ya todos estaban dormidos, pero por alguna razón deciden recibirme.
No tengo ni idea de lo que vayan a decir... Mis padres me regalan una mirada bastante extraña y siento la tensión recorrer cada parte de esta habitación y quizá la siguiente.
Ya está... Me van a castigar. No me detuve a pensar en una excusa del porqué de mi tardanza... En verdad pensé que no habría nadie en casa o... ¿que no les importaría? Ya... De acuerdo, soy pésima en esto. Hay que admitirlo. Ahora solo me queda inventar que fui a casa de una amiga o algo por el estilo.
—¿No te quedaste a dormir con él?—suelta mi papá.
Esperen... ¿QUÉ? ¿Qué está pasando? Acaba de decir... ¿él? Claro, seguro me vieron entrar a su departamento o algo por el estilo porque yo no sabía que vivía a lado mío y ahora estoy frita. ¡Trágame tierra! Además, ¿era tranquilidad lo que oía en su voz? Genial, seguro iba a comenzar con una sarcástica plática para acabar castigándome de por vida.
¿Cómo supo que estaba con Alex? Si había algo peor que tus papás te cacharan llegando a las 2 de la mañana a tu casa después de estar con un chico, era que te cacharan llegando a las 2 de la mañana a tu casa después de estar con un chico al que detestas. Ahora pensarían cosas que no son. Bien... Respira...
—No es lo que parece... —les digo y ahora sus rostros tienen una expresión aún más extraña. En especial el de mi hermano.
Claro, seguramente todas las adolescentes dicen lo mismo y ¿qué esperanzas hay de que me crean? Me siento tan avergonzada en este momento.
—¿Cómo? ¿No estabas con tu tío? —comenta mi mamá rompiendo el silencio.
¿Eh? ¿Mi tío? ¿Qué...?
—Sí... Le dije a mamá que estabas en casa de Miguel —interrumpe mi hermano viéndome con cara de: sígueme la corriente o estás perdida.
—Mi tío... Sí. Miguel... Estaba en casa de Miguel —alcanzo a articular.
Por supuesto. Estaban hablando de mi tío. Él vive a cinco minutos del zoológico y es la única persona que llegó a llevarnos alguna vez.
—No quisimos llamar... Supusimos que estabas enojada, y lo entendemos —dice mi mamá.
—No —balbuceo sin haber aclarado los pensamientos en mi cabeza—. Digo, sí. Estoy enojada... Pero debía regresar porque es muy incómodo el sillón donde nos quedamos siempre, ¿no creen? —digo sin saber si me están creyendo, pero prefiero cortar la conversación ahora mismo—. ¿Hablamos mañana?
—Claro, corazón. Hasta mañana —dice mi mamá acariciando mi mejilla.
Normalmente me molestaría ese gesto después de dejarnos tirados en la salida familiar, pero en estos momentos estoy temblando por lo que pasó.
¿Por qué supuse que sabían que estaba con Alex? ¿Y por qué me afectó tanto?
¿Tan culpable me siento?
El domingo duermo como hasta las dos de la tarde y agradezco que el lunes llega pronto porque sigo pensando que mis papás podrían interrogarme o llamarle a mi tío. Sin embargo, estando en el colegio me siento un poco más segura. Papá se fue al aeropuerto después de dejarme en la escuela y mamá estará todo el día en el trabajo.
—¡Amiga! ¡Buenos días! —llega Jade gritando detrás de mí y me toma de los hombros.
—Hola, Jade. ¿Qué tal tu fin de semana?
—No, ¿qué tal TU fin de semana? No te conectaste a Face como desde el viernes.
—Nada en especial... Nos vimos en el ensayo el sábado, ¿recuerdas?
—Bien... Solo pensaba que quizá te habías dado una escapada a la playa o algo así.
—Sí, claro. Salí el sábado y regresé ayer —digo rodando los ojos con una sonrisa.
—O quizá me cambiaste por otra amiga —agrega dramáticamente llevando sus manos al pecho.