Cuando estamos en camino, decido romper el silencio.
—Entonces —suelto dando pequeños toquecitos con el índice en el descansabrazos—. ¿Cuál es tu idea para el proyecto?
—Una muy buena. —Muestra sus dientes sin despegar la vista del parabrisas.
—Ya, en serio —digo para hacerlo hablar de una buena vez.
—Los resultados que obtuvimos con la encuesta... ¿Los recuerdas?
—No tengo memoria de pez —respondo haciendo que mis ojos queden en blanco—. Acabamos de hacer la encuesta hace dos horas.
Hoy mismo en clase de literatura pedimos permiso al maestro para pasar a los demás salones y hacer ciertas preguntas.
—Qué humor —dice sonriendo y volteándome a ver.
—Anda, dime tu maravillosa idea.
Alex tan solo suspira y aprieta los labios.
—¿Qué fue lo que aprendimos de la encuesta? —pregunta logrando sacarme de mis casillas, como si buscara que yo misma llegara a la conclusión de lo planteado.
—¡Alex! Ve al punto —reclamo.
—Bien, bien. Tendré que hacer yo todo el trabajo para hacerlo sonar increíble —dice reprochando que no le seguí el juego—. Lo que aprendimos fue que nadie lee. Ni siquiera tienen la decencia de fingir que leen las lecturas del colegio.
—Claramente.
—¿Y qué es lo que sí hacen? —voltea a verme con esperanzas de que continúe yo, pero por supuesto solo levanto mis cejas—. Mujer, ¡ayúdame un poco!
Entonces le regalo una pequeña sonrisa y suspiro.
—Van al cine, salen de fiesta.
—¡Exacto! —despega una mano del volante—. Dime, ¿qué mejor manera de convencerlos de leer que dándoles lo que quieren?
—No te sigo. Vas a tener que explicarme.
—Vamos —exclama fingiendo estar desesperado y deja caer su cabeza en el respaldo–. Quiero decir que haremos una fiesta.
«O sea...»
—¿Cómo? —pregunto confundida.
—Ya sabes... Invitas gente, asiste gente, se divierte la gente.
Le doy un pequeño golpe en el brazo.
—¡Ya, Alex! Sé lo que es una fiesta, me refiero a que están lejos de llevarse bien con la lectura. Son como completamente opuestos.
—Y es ahí donde entramos nosotros con nuestro proyecto para demostrar que no lo son.
Puede que después de todo, aquello no suene tan poco ingenioso, pero no veo cómo podría siquiera funcionar.
—¿Y cuál es exactamente tu idea?
—Aun no la tengo —afirma—. Para eso voy a necesitar tu ayuda.
—Creí que te regodeabas por ya tener todo el plan.
—¿No es suficientemente bueno tener la mitad de la idea? Vamos, tienes que admitir que voy por el buen camino.
—Si logramos pensar en algo, sí —admito—. No me parece pésima la propuesta.
—Vaya que eres entusiasta —suspira negando con la cabeza y poniendo sus ojos al volante.
Pronto llegamos a mi puerta y me bajo del coche, después de agradecerle por traerme. Cuando entro a mi casa, Alex la rodea para llegar a la suya. ¿Cómo no me di cuenta antes de que éramos vecinos? Como mi puerta no da a la suya, parece como si fuera a cualquier otro lado porque tiene que darse la vuelta y la entrada de su estacionamiento está por otro lugar.
Pero, ¡aun así!
Ya son las 11 de la noche y no dejo de dar vueltas en mi cama. En verdad, es estresante.
Muy pocas veces sucede que yo no pueda dormir, por lo general caigo rendida.
Pero esta noche no es así. Es sólo que no puedo dejar de pensar en mañana. ¿Es en serio que voy a ir a una cita con Alex? Ya no sé distinguir exactamente qué sería una cita real y qué no. Digo, al final son lo mismo. Y eso me preocupa. No quiero salir con él, ¿por qué lo haría? ¿Para comprobar que no me gusta? ¿No estaría comprobando lo contrario?
Qué apuesta tan extraña.
Al día siguiente, cuando termina la película, Alex me llama. Al ver su nombre en el identificador de llamadas, no puedo evitar alejarme un poco de mis amigas, las cuales están entusiasmadísimas por ir a tomar un café.