Nos estacionamos enfrente de una feria.
¿Es en serio? ¿Una feria? ¿Qué tan extraña y a la vez cliché es una feria si hablamos de citas? Vamos, ¿la típica salida en la que ambos se suben a la rueda de la fortuna y se confiesan su amor mientras miran la ciudad a muchos metros de altura y luego él se gana un peluche para su chica en uno de los juegos y ella sonríe como nunca? ¿Es eso lo que quiere? Porque al parecer las ferias ponen a las chicas en modo romántico y es como el lugar perfecto para conquistarlas. No es el cine, donde no se puede conversar, no es un restaurante, donde no se puede besar... Es un punto intermedio para hacer las dos cosas. Qué astuto, Alex. Pero creo que no hace falta repetir que no importa dónde estemos, jamás vas a lograr lo que quieres.
Pero bueno, veamos cómo funciona una cita de película.
—No sabía que había una feria aquí —informo al bajar de la motocicleta y entregarle el casco—. ¿Acaba de llegar?
—No exactamente. Tiene aquí bastantes años... En realidad es un parque de diversiones... Pero a partir de hace unas semanas se convirtió en un parque de diversiones temático. Y ahí es donde entra tu teoría.
—¿Qué —me pongo a reír de lo que acaba de decir, no entendí nada—. ¿Cuál es el tema?
—Feria. Acaba de llegar la feria al parque de diversiones —responde entusiasmado.
Vuelvo a lanzarle una mirada de duda y continúa articulando:
—Justo ahora, ahí adentro, está la mejor feria que verás en tu vida. No de esas con repetitiva música desafinada, algodón de azúcar y osos de peluche gigantes. Ésta es una feria de verdad.
—¿Qué quieres decir con "de verdad"?
—Ya lo verás. En serio pienso que te va a gustar —dice con una enorme sonrisa que hace que sus dientes se vean más blancos de lo que ya son por las luces de las atracciones.
—A mí me parece como cualquier parque de diversiones, feria, o como se llame —levanto la vista a la enorme rueda de la fortuna que parece no tener fin.
—Eso es porque nunca has estado en una feria de verdad. Crees que lo has hecho, pero en realidad no.
—Creo que sé muy bien lo que he hecho y lo que no.
—Yo creo que mejor entramos o ni de chiste alcanzaremos a verla toda —dice poniéndose a mi lado y posando su mano derecha en mi espalda para guiarme a la entrada. No puedo evitar inquietarme ante su gesto porque es lo que haría un chico en una cita, y no puedo detenerlo porque la apuesta no va de que yo no le permita acercarse a mí (como a mi me gustaría que fuera), sino de lo contrario. Que yo sea lo suficientemente fuerte para demostrar que puede acercarse cuanto quiera y aún así en mi interior no cambiará nada.
Y claro que lo soy.
Después de una fila de veinte minutos y varios gritos de emoción a nuestro alrededor, por fin logramos... estar a veinte minutos menos de entrar. En serio, es ridículo, ¿por qué hay tanta fila? Alex tiene sus codos recargados hacia atrás sobre el barandal y yo no hallo donde pararme, pues hay unos niños necios detrás de mí que insisten en robar mi espacio vital.
—¿Por qué tanto alboroto por un parque de diversiones? —me quejo mientras intento dar un sutil empujón a uno de esos pequeños inquietos.
—Ya te dije que debes esperar.
—¿Es en serio? ¿Niños, no pueden hacerse a un lado? —expreso finalmente cuando siento que alguno me pisa.
Parecen hacer caso omiso. Siguen tratando de avanzar más en la fila pero al parecer yo soy la única tonta que no formó una barrera humana, como el señor de enfrente.
Volteo a ver a Alex, a quien parece hacerle mucha gracia mi situación, y en eso siento cómo un tercer niño que me toma por sorpresa intenta pasar por detrás de mí. Entonces pierdo el equilibrio y quedo más cerca de Alex de lo que me gustaría.
Rápidamente regreso a mi lugar y volteo a regañar con la mirada a los padres de estos locos humanitos, quienes por supuesto están más preocupados por olvidarse de sus hijos que de cualquier otra cosa.
—Vaya, creo que si quiero tener hijos algún día mejor reservo mis energías para otra chica —dice Alex entre risas.
¿Qué? ¿Por qué acaba de decir eso? También a él le lanzo una mirada de extrañeza y repulsión ante el comentario.
—Bien, perdón, si quieres sí los tendré contigo. Pero debes prometer que serás más paciente con ellos.