—Hey —jadea Alex casi sin aire, alcanzándome después de que aceleré el paso para buscar otra función—. Con calma, empiezan cada media hora.
—¿Qué? ¡No! Así no vamos a alcanzar a ver nada, ya es casi media noche.
—Son las 11:34, yo diría que la noche apenas comienza.
Hago pucheros y me acerco lentamente a donde nos dirigíamos. Al parecer uno puede reconocer los espectáculos porque éstos están cubiertos por carpas azules con rojo, mientras que los talleres son morados con amarillo y las representaciones teatrales de un tipo de café. Así que aquí me tienen, tratando de localizar todos los techos azules con rojo del lugar.
Cuando me paro enfrente del siguiente espectáculo y lo miro fijamente, Alex interrumpe mis pensamientos.
—Vamos a dar una vuelta.
—Nos van a ganar nuestro lugar.
Se me queda viendo.
—No lo harán, y si sí te prometo que buscamos otro. Pero no tiene sentido quedarnos aquí parados cuando hay muchas más cosas por hacer.
Dudo por un momento pero acabo aceptando. Comienzo a arrastrar mis pies por la grava y no puedo evitar admirar el lindo clima de esta noche. Definitivamente está fresca, pero, en cierto modo, me encanta este tipo de aire frío que hasta se puede oler.
—¿Qué es lo que quieres hacer? —le pregunto volteando ligeramente mi cabeza hacia él.
—Solo caminar —dice llevando sus palabras a la acción.
(…)
—Así que... Cuéntame de tus novios —saca de repente cuando estamos cerca de las tazas giratorias.
—¿Mis novios? ¿Por qué quieres saber sobre mis novios? Parece que no dejarás ese tema en toda la noche.
—Porque trato de entender por qué no quieres estar conmigo —dice pensativo pero en tono de burla—. Déjame adivinar, seguro su nombre era Vincent, tenía su futuro planeado, usaba gel para el cabello y un chaleco verde con rombos. Sin mencionar a Horacio que tocaba el piano y tus papás lo amaban pero se fue al extranjero a descubrir la cura para el aburrimiento que le causaba a otras personas.
—¿Qué? —digo casi carcajeándome.
—¿Paco, entonces?
Y ahora sí no puedo contener la risa.
—¡Ya! No te voy a hablar de mi vida amorosa.
—¿Y qué pasa si yo quiero formar parte de ella? —añade desconcertándome a gran escala.
Me quedo en silencio por un pequeño instante. No sé cómo responderle.
—Bueno, si quieres formar parte de ella será porque te representa un reto y nada más.
Ríe para sus adentros.
—¿Estás segura de eso? —Se acerca a mí de frente agachando la cabeza levemente para encontrar mis ojos. Entonces comienza a pasar su mano por mi cabello desde mi oreja y no puedo negar que ese contacto me estremece un poco.
No porque sea Alex.... Por favor, en especial no por ser Alex. Sino porque no deja de ser un chico. Y porque sus manos son cálidas y porque está acariciando mi oreja y...
—¡Alex! Sí, estoy segura. —Aparto su mano—. No me vas a hacer caer tan fácil, ¿sabes?
—Pero tampoco puedes seguir apartándome, porque así será muy sencillo para ti ganar la apuesta.
—Para mí siempre será sencillo ganar la apuesta. De cualquier modo, hagas lo que hagas.
—¿Haga lo que haga? ¿Estás segura de tus palabras?
Claro, ahora no lo estaba, ni de chiste. Pero no lo iba a admitir.
—Pues... Sí —digo con más duda de la que me hubiera gustado.
Echa su cabeza hacia atrás por la risa y entonces comienza a acercarse más y más a mí. ¡No! De verdad ahora no estoy nada segura de mis palabras. Hace un movimiento con sus brazos y pasa uno de ellos alrededor de mí.
¿Qué va a hacer?
Solo se me ocurre cerrar los ojos como cuando era niña y no quería enfrentar lo que estaba a punto de pasar. Pero entonces me mueve para colocarme a su lado derecho, aún con su brazo alrededor de mí, y empieza a caminar.
Suelta una risa más.
—Se nos va a hacer tarde ahora sí —comenta guiándome en dirección a la carpa azul con rojo.