En un rato ya nos encontramos frente a la motocicleta y doy gracias a Dios de que Alex haya respetado mi petición de silencio sin decir palabra alguna en lo que va del camino a la salida.
La verdad no sé por qué dije que nadie podía salirse de la apuesta, pero agradezco infinitamente que no estemos hablando acerca de eso. Porque estoy segura de que Alex hubiera querido seguir discutiendo hasta cansarnos. Sé que sigue algo molesto, lo noto en sus músculos tensos cuando arranca el vehículo y nos perdemos en la oscuridad de la noche.
En un momento ya estamos en la puerta de mi casa. Son algo así como las cuatro de la mañana, sin embargo, me siento demasiado despreocupada al no fijarme ni en la hora exacta como lo haría bajo otras circunstancias.
Siento el contacto frío del picaporte de mi puerta y lo giro con cuidado, pero me detengo al ver la sombra de alguien aproximarse por mi espalda. No me sobresalto porque sé perfectamente de quién se trata. Solo esperaba que se quedara en su moto, como parecía que sucedería cuando bajé de ella y me despedí de él. Al final solo hizo rugir el motor a modo de despedida y dio a entender que arrancaría una vez que yo entrara a mi casa. Solo por eso me fue extraño tenerlo en la puerta ahora.
—Una cita no debería acabar sin acompañarte a la puerta de tu casa —dice en voz baja y algo ronca por el frío de la noche.
Frunzo el ceño ante su comentario y me encojo dentro de mi chamarra, metiendo las manos a las bolsas por la baja temperatura.
—Creí que no íbamos a cruzar palabra por el resto de la noche —digo volteando a verlo.
—Tú me dijiste adiós antes de bajar, ¿recuerdas?
Cierto, yo había roto el silencio antes, pero él no había respondido, por lo que asumí que hasta ahí había llegado la conversación.
—Creo que algunas cosas pueden terminar de manera distinta a como se “debería” cuando las circunstancias así lo piden —respondo a su comentario acerca de acompañarme a la puerta de mi casa, ignorando el último—. A las citas me refiero —agrego cuando parece no entender.
Lleva su mirada hacia abajo y comienza a observar sus pies moverse impacientemente sobre el piso de mi entrada.
—Me la pasé bien... Entonces creo que no era mi intención que acabara sin siquiera despedirme de ti —dice levantando poco a poco su mirada para encontrar la mía, esperando que yo le corresponda.
Me lo pienso por unos segundos, pero en lo que lo hago él ya se ha dado media vuelta, caminando lentamente con las manos en sus bolsillos. Decido volver a tomar la perilla de la puerta pero al sentir el frío de nuevo, recuerdo su sombra intentando mejorar la situación.
—También me la pasé bien —exclamo para que pueda oírme y detiene el paso, pero no se voltea—. Gracias por compartir conmigo ese lugar.
Digo esto último porque en verdad me fascinó conocer esa feria en vez de ir al cine o solo a cenar. Y porque, aunque no lo crea, hice las cosas más locas que jamás había hecho. Como repetir una cita el mismo día, conocer a más de dos casi meta-humanos, recibir una lectura del presente/futuro con una taza de té, y regresar a mi casa a las cuatro de la mañana.
«Bueno, y besar a Alex»
Me apeno de nuevo ante el recuerdo y de pronto solo deseo correr a mi cama y esconderme debajo de la almohada.
Por suerte para mí, él decide no voltear, seguir con su paso, y añadir a lo lejos:
—Nos vemos el lunes.