Es una apuesta

Prefiero ni preguntar

Opto por mirar en otra dirección a consecuencia de sus palabras. Juro que me hierve la sangre cuando dice cosas así, simplemente porque no sé cómo reaccionar aparte de regañarlo con voz chillona... Pero eso ya se ha vuelto tedioso. Solo tendré que aguantarme y hacer como que no lo he oído. A veces es mejor no seguir el juego, pues acabas perdiendo tú aunque ganes la discusión.

Pierdes energía valiosa y vital.

—Sí... Bueno, ya que esa no es una opción y en serio tenemos que trabajar y no te interesa estar solo con ella, ¿qué hacemos? —contesto amarrándome el cabello en una cola de caballo por el calor que está haciendo.

Él sigue sonriendo con todo y dientes. Él siempre está sonriendo, ¿qué es esto?

—Pues vamos.

Se pone en marcha de nuevo y gira en el siguiente semáforo para cambiar de dirección. Continúa en línea recta tomando el volante con una mano, la otra recargada sobre la ventanilla mientras avanzamos unas cuadras.

—Espera, ¿cómo sabes dónde vive Sam? —volteo a verlo apresuradamente.

Estira el entrecejo y su boca se curvea ligeramente.

—No lo sé —responde con diversión. Sin embargo, justo en ese momento recuerdo que Samara le dio su dirección en un papelito después de clase. Por lo tanto, lo más gracioso es que seguramente Alex la perdió—. Pero merecemos ir a comer algo antes.

Ahora soy yo la que esboza una minúscula sonrisa.

—Bueno, eso no te lo voy a negar —respondo al fin.

 

 

 

Vamos por unas hamburguesas que están a tres calles y Alex me asegura que son las mejores que ha probado. Lo interrogo, puesto que, según él, es nuevo en el pueblo y ni siquiera vive aquí realmente. A mí esa historia se me hace demasiado rebuscada, lo que yo supongo es que quiso buscar un departamento sin sus padres porque es un chico malo. Acabando la preparatoria quiere viajar por el mundo porque no tiene ni idea de qué hacer con su vida.

Aunque, en realidad, todavía nos queda un año para pensar en eso.

La cosa es que él regresa a donde vivía este mismo verano, según lo que entendí... Quién sabe.

Aparcamos enfrente del local y me dispongo a abrir la puerta de mi lado para bajar, sin embargo, noto que los seguros no están abiertos. Por lo tanto, giro para pedirle a Alex que los quite. No obstante, antes de que mis ojos alcancen su rostro, éstos se detienen rápidamente en su torso bronceado casi totalmente a la vista.

No me detengo ni un segundo, pues en cuanto veo que su piel no está cubierta, por instinto me sobresalto y corro a ponerme la mano sobre mis ojos. Entonces volteo mi cara a la ventanilla.

—¿Qué haces? —digo con los ojos todavía tapados y un tanto exaltada—. ¿Por qué rayos te estás quitando la ropa?

—¿Te estás tapando los ojos? —suelta una carcajada pero sé que sigue en lo suyo porque escucho la ropa rozar su piel.

—¿Por qué estás haciendo eso? —pregunto con los ojos apretados con fuerza. Digamos que me han enseñado que si comienzo a ver de más, o a alguien quitarse la ropa, debo voltear a otro lado. Mis reflejos me lo enseñaron.

Ríe un poco más antes de encimarse en mi dirección, haciendo que el carro se balancee un poco. Lo que hace es tomar mis manos y apartarlas de mi rostro. Me resisto un poco porque no sé qué le cruzó por la cabeza para pensar que podía simplemente empezar a desvestirse.

Él regresa a su asiento pero yo sigo con los ojos cerrados aunque mis manos ya no apoyen la decisión de censurar la imagen.

—Porque... —Escucho su voz un poco lejos y luego regresa al tono habitual—... no creo que quieras bajar acompañada de un chico con vestido.

Oh... Bueno. Ya me había olvidado del vestido.

—Ya está —comenta—. Ya no estoy en indecentes condiciones, señorita.

Abro los ojos y observo en su torso una camiseta azul de manga corta, además del cabello electrificado. Todavía se la está acomodando y continúa por arreglar su cabello con una ligera ayuda del retrovisor. Debajo trae unos pescadores de cuadros, mismos que supongo ya traía debajo del vestido pero no había notado porque le llegan a la rodilla.

—Bueno, yo no sabía qué tanto te ibas a quitar —digo a modo de defensa porque sé que mi reacción de taparme los ojos fue algo exagerada. Digo, los chicos se pasean sin camisa todo el tiempo, ¿no? Por algo sentí que no debía de simplemente observar cómo dejaba su torso al descubierto.



#45370 en Novela romántica
#7257 en Chick lit

En el texto hay: apuesta, amor, chicomalo

Editado: 29.07.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.