Esa chica problemática

1. Dicen que solo los buenos mueren jóvenes

Las luces de la pantalla se encendieron tras sonar la canción de alarma de su celular, aquella iluminación tenue era apenas visible mezclada con los primeros rayos de la mañana.

«Every time I close my eyes
It's like a dark paradise
No one compares to you
I'm scared that you won't be waiting on the other side»


Braam exhaló un largo suspiro en protesta y alargó su pálido brazo hasta la mesita de noche; su venas hacían surcos oscuros entre sus poco desarrollados músculos. Justo debajo de la lámpara de luz anaranjada encontró el rectangular objeto, en la pantalla mostraba el símbolo de un reloj despertador.

«Siete en punto de la mañana»

Mientras se cepillaba los dientes se observó en el espejo, sus ojeras eran cada vez más marcadas debido a sus pocas horas de sueño, y es que si había algo que Braam no podía evitar era llegar a ver el amanecer a causa de tanto estudio o lectura. Se enjuagó la boca, luego la cara somnolienta, peinando su cabello blanco hacia el frente con las manos húmedas de forma psicótica, pero es que no existía forma alguna de que aquellos cabellos se pegaran a su frente.

Tomó una ducha caliente y se deslizó el uniforme de la preparatoria entre bostezos. Vaciló antes de ponerse la mochila al hombro, y es que no había verdaderamente reparado en la importancia del día de hoy. Era tiempo de que Braam se graduara, entrara a una buena universidad o consiguiera un buen trabajo, era momento de que creciera. Aquello no era un problema, su inquietud tenía origen en algo más aterrador: era consciente de la multitud que inundaría cada corredor, el patio y el gimnasio, simplemente pensarlo le provocaba falta de aire.

«Voy saliendo»

Pronunció cuando estuvo en el umbral de la puerta principal, un silencio acogedor fue la respuesta, y sonrió para llevarse a la boca una cucharada del yogurt que había cogido antes del frigorífico. Braam no recordaba la última vez que su despedida había tenido respuesta, sin embargo, le llenaba de dicha pronunciar esas palabras.

El camino no era largo, pero sus pasos tenían tantas ganas como su marchita expresión denotaba. Conectó los audífonos a su celular y dejó que su reproductor adivinara su estado de ánimo con una canción acorde; al instante comenzó a sonar Lust for life

Su reproductor lo conocía muy bien.

A su alrededor todo se desteñía ante sus ojos, el frío tímido, que comenzaba a abandonar las calles para darle paso al verano, acariciaba su cuello y los costados casi rapados de su cabeza. Le producía una sensación parecida a las cosquillas. Divisó tres cuadras más arriba dos siluetas, y aunque era incapaz de definir rostros, estaba seguro reconocer a sus amigos.

—Siempre a tiempo nuestro jugador estrella— le rodeó el cuello con el brazo empujándolo hacia abajo para despeinarlo. Este era Gregor, su cabello rubio destellaba con el resplandor débil del sol, y aunque era el mejor jugador de básquet, insistía en darle el título a Braam. Ambos posiblemente optarían por una beca deportiva.

—¿Tienes la mínima idea de lo que cuesta mantenerlo a raya?— Braam se separó enérgico, se arregló el uniforme e intentó pegar los cabellos albinos sobre su frente. Ante el fracaso de la última acción retomó su desganado andar.

—¿Qué te parece un pequeño partido en Green Park la próxima semana?— Erick trotó hasta encontrarlos, tenía un aspecto más maduro, parecía el único que se graduaría — Hay unos chicos que quieren quitarnos el parque, llevan buen rato merodeando y recién nos han retado.

—No es como si tuviera otra opción— Braam suspiró resignándose. — Allí estaré.

El día escolar se podía resumir a despedidas y remembranzas de los buenos tiempos, cosas en las que Braam no tenía ni remota participación. Estaba seguro de que si le pedía a cualquiera de su clase que le recordara buen momento a su lado aquella persona huiría por la incomodidad, y es que lo más cerca que Braam estaba de sus compañeros era cuando hacían deporte.

Se escabulló por la escalera trasera durante la ceremonia, cruzó el patio, olía a hierba fresca y húmeda,  y escaló el muro que aislaba la edificación de tres pisos. Era sumamente temprano aún, así que se dirigió a Green Park mientras se despojaba de todo lo que podría representar una molestia. Dejó su mochila en uno de los bancos alrededor de la improvisada cancha y se colocó una camiseta blanca, era perfecta para todo lo que planeaba sudar. Erick y Gregor ya se encontraban allí.

Si había algo que unía a los tres, a pesar de estar en clases distintas era el poco aprecio que tenían a las formalidades, ninguno estaría encantado de participar en la graduación, pero algo le decía a Braam que Gregor tenía pase libre a la fiesta nocturna en algún bar de la ciudad.

Cuando su reloj interno dio las doce y media ya estaba bastante agotado, sentía como si el rebotar de la pelota lo hiciera su propio cuerpo. Se despidió de los amigos y anduvo hacia su departamento, con una risa irónica debido a que su cabello no le dejaba ver correctamente adherido a su frente. Sentía su cuerpo asqueroso.

Tiró todo su uniforme en el cesto de ropa sucia y se metió bajo el chorro frío de la ducha. Se lavó el cabello y una vez seco y vestido se sintió más ligero. Introdujo su cartera en uno de los bolsillos de su abrigo junto con las llaves después de cerrar la puerta.

—¡Chico!— el señor Haan llamó su atención cuando se presentó, era el dueño de la librería Haan & Haas, su trabajo de medio tiempo— Llegas temprano. ¿Hoy no se graduaban los de tercer año?

—Sí— respondió a secas

—Pensé que te tomarías el día, no me molestaría— le dijo el hombre con un tono amable.

—Está bien, es mejor así.

Su trabajo consistía en atender a los clientes que estuvieran perdidos o albergaran dudas, así como ordenar los estantes. Era cómodo y su interacción con los demás podía clasificarse de poca. Se paseó por las estanterías del fondo hasta descubrir un hueco, un faltante, y le sorprendió la idea de que alguien se interesara por una literatura tan densa como la que allí se almacenaba.




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