Menudo giro final más dramático. O sea que el enorme Kingpin que se sentaba a unos metros de mí tiene una historia. Eso me hizo olvidar un poco mis remordimientos por lo sucedido en el casino. Ahora sí que me caló la reflexión que Croupier nos dio después de la historia de J. Mucho había cambiado K desde aquel niño hijo de un marinero maltratador. Ya había imaginado que K era alguien importante, pero no sabía que el Gustavo Fring local se presentaría hoy en esta extraña reunión. Tenía sentimientos encontrados. Por una parte, entendía el ansia de venganza de K, ¿quién no siente el deseo de castigar a alguien por los sucesos de su vida? Siempre hay alguien a quien culpar. Esta vez era más obvio, ese tal Rouben había matado a su hermano y a su colega. Pero, por otra parte, entendía a la tal Claudette, ¿y quién no? En una noche descubrió que se había acostado con el Al Capone de su ciudad durante los últimos meses y, de repente, iba a matar a su hermano. Mucho que digerir. Ya no sabía bajo que luz mirar a K.
Pero bueno, su historia explica porque hace un rato se lanzó en defensa de J. Me dejó sorprendida que alguien pudiese defender a ese parricida necrófilo, pero cuando la empatía entra en acción, todo lo demás deja de importar, supongo. Yo soy el primer ejemplo de eso. Al acabar de contar mi historia, no hacía más que autocompadecerme, que vergüenza sentía ahora. Pero, después de escuchar la vida de K, mis sentimientos se habían relegado a un segundo plano. ¿Empatía femenina? Esa mierda no existe, no es más que la reacción a un estereotipo y a la presión social. No, escuchar la historia de alguien que se lamenta de su pasado y sentir pena por él no es empatía femenina, es humanidad.
La historia de K estaba llena de altibajos emocionales que habíamos sufrido como público. Excepto As. As se había limitado a observar fijamente con los ojos tan abiertos como manzanas a K. No recuerdo haberle visto parpadear. Joker, sin embargo, había sustituido su expresión indiferente por una un poco más fruncida desde que K volvió a la tienda de discos por segunda vez. Parece que la parte final no era de su agrado. J negaba con la cabeza cada vez que K realizaba lo que Marge Simpson tildaría de acción inmoral. Ya bueno, él no era el mejor para hablar de eso. Yo tampoco. Si que había pensado que algunas cosas eran pasarse, sobre todo cuando se aprovechaba del pobre Bubo, pero otras como el asesinato de Rouben me parecía de lo más lógico. Ojo por ojo, diente por diente.
Al acabar la historia, K, se quedó quieto, mirando un punto imaginario en la mesa. Había dejado de hablar y mantenido su posición. No sabía si había acabado su historia, pero, a juzgar por los dos incómodos minutos que parecía ignorar, se podría decir que así era. En sus mejillas se notaban el movimiento de sus mandíbulas ejerciendo presión. La sombra le cubría el rostro, pero no era difícil saber que pasaba por su cabeza en ese momento.
Se produjo un silencio. El frío K seguía con sus respuestas a cualquier clase de preguntas desde lo profundo de la penumbra en la que se hundía. Sus últimas palabras en especial tuvieron mayor efecto. Joker no cambió su expresión, pero algo en él me hizo pensar que no podía decir que K no tenía razón. Seguimos en otro silencio, menos incómodo y más reflexivo, hasta que K lo rompió desde lo más oscuro de sus profundidades.