Cuando estés solo y el miedo te ahogue, cuando la oscuridad susurre tu nombre y sientas que algo te observa desde donde no alcanza la luz…
Rézale a las Ánimas.
Ellas te escucharán.
LA LEYENDA
En los pueblos antiguos, donde la noche es más negra que el carbón y el viento lleva lamentos, se cuenta que las Ánimas Benditas, almas atrapadas entre el cielo y el infierno, andan penando en busca de redención. No son fantasmas malignos, pero tampoco santos. Son espíritus intermedios, condenados a vagar hasta pagar sus culpas.
Pero hay una regla sagrada: si un vivo les ruega ayuda con fe verdadera, ellas deben responder.
LA NOCHE QUE REZÓ
Daniel nunca creyó en esas cosas. Hasta que se quedó varado en un camino solitario, con el motor de su coche muerto y la niebla envolviéndolo como un sudario.
No había señal en el celular. Ni un alma en kilómetros.
Entonces, oyó pasos.
Algo se acercaba entre la bruma, arrastrando los pies con un sonido húmedo, como si estuviera mojado… o descompuesto.
— ¿Hola? — llamó Daniel, voz temblorosa.
Los pasos se detuvieron.
Y luego, corrieron hacia él.
En el pánico, recordó las palabras de su abuela: "Si alguna vez estás en peligro, hijo, repite con el corazón: ‘Ánimas Benditas del Purgatorio, sálvenme de este mal."
Cerró los ojos y lo gritó.
El aire se heló.
De repente, otras pisadas resonaron decenas, cientos como si una multitud invisible rodeara el coche. Susurros en lenguas olvidadas llenaron la noche, y Daniel sintió manos frías posarse en sus hombros, empujándolo hacia abajo, escondiéndolo.
Afuera, la criatura en la niebla gruñó, confundida.
— ¿Dónde está? — masculló una voz que no era humana.
Las Ánimas susurraron más fuerte, ahogando el sonido. Daniel sintió que lo cubrían como un manto, protegiéndolo.
Horas después, amaneció. La niebla se disipó, y el motor del coche arrancó milagrosamente.
Pero en el asiento trasero, había huellas de manos polvorientas.
Y en el espejo retrovisor, por un segundo, Daniel vio figuras pálidas asintiéndole, antes de desvanecerse.
Las Ánimas ayudan… pero no gratis.
Desde esa noche, Daniel siente frío cuando reza. Sus sueños están llenos de caras desconocidas que le piden oraciones, veladoras, sufragios.
Porque las Ánimas lo salvaron, pero ahora saben que puede oírlas.
Y algunas no quieren seguir esperando su turno para ir al cielo.
¿Te atreverías a invocarlas?
Pero recuerda: después de llamarlas… ellas podrían no irse.