Registro personal de Daniel H.
Día 1
Era martes. Una mañana fría, pero despejada. El sol brillaba con esa luz oblicua de octubre, la que promete calor pero no lo cumple. Iba caminando hacia el trabajo, como siempre, con los auriculares puestos pero sin música, solo para evitar que algún extraño intentara hablar conmigo.
Fue entonces cuando ella pasó a mi lado.
Una mujer joven, tal vez de unos treinta años, vestida con un abrigo negro y botines gastados. Llevaba el teléfono pegado a la oreja, hablando en voz baja, casi susurrando. "Sí, mamá, ya sé… No te preocupes, esta noche lo arreglo."
No sé por qué me fijé en ella. Quizás porque su voz sonaba cansada, como si llevara años repitiendo las mismas palabras. O quizás porque, en ese instante, todo se detuvo.
Un brillo.
No fue como el reflejo de un espejo o el destello de un faro. Era algo orgánico, como si el aire mismo hubiera decidido abrirse y dejar escapar un fragmento de sol. La luz no vino de ninguna dirección en particular. Simplemente apareció alrededor de ella, como un halo que se cerró en milisegundos.
Y luego…
Nada.
No hubo sonido. No hubo grito. Solo un parpadeo cegador, y de pronto, donde antes estaba la mujer, solo quedó una nube de polvo grisáceo, tan fina que parecía humo. Su teléfono cayó al pavimento con un golpe seco, la pantalla aún iluminada.
Me quité los auriculares, esperando escuchar alarma, gritos, algo. Pero la gente seguía caminando. Un hombre con traje pasó junto al montón de cenizas que se dispersaba en el viento, sin siquiera mirar. Una mujer empujó un coche de bebé justo por donde el polvo flotaba, como si no existiera.
Me agaché, temblando, y toqué el teléfono. Aún estaba caliente. En la pantalla, la llamada seguía activa. Del otro lado, una voz anciana repetía: ¿Hija? ¿Hija, me escuchas?
Colgué. Me levanté. Miré a mi alrededor, buscando cámaras, drones, algo que explicara lo que acababa de pasar. Pero no había nada. Solo la calle, la gente, y ese silencio horrible, como si el mundo entero hubiera decidido ignorar que algo acababa de borrar a una persona de la existencia.
Corrí.
No fui al trabajo. No llamé a la policía. ¿Qué iba a decirles? ¿Que una luz había vaporizado a una mujer en plena calle y nadie más parecía haberlo notado?
Llegué a mi apartamento y cerré la puerta con llave. Me senté en el suelo, con las rodillas pegadas al pecho, y me obligué a respirar.
Fue entonces cuando lo entendí.
Esto ya había pasado antes.
Y volvería a pasar.
Día 3
No he dormido. Cada vez que cierro los ojos, veo esa luz blanca devorando a la mujer de la calle. Su silueta desvaneciéndose como azúcar en agua.
Encendí el televisor, buscando respuestas. Los noticieros hablan de aumento en desapariciones inexplicables, pero lo tratan como una curiosidad estadística, no como una emergencia. Las autoridades investigan posibles vínculos con el crimen organizado, dice el presentador con voz serena, como si se tratara de secuestros comunes.
Pero yo sé la verdad.
Decidí salir, armado solo con mi teléfono. Necesitaba grabarlo, probar que no estaba loco. El parque estaba extrañamente lleno para un jueves por la mañana. Familias, niños corriendo, ancianos alimentando palomas. La normalidad misma.
Y entonces lo vi.
Un niño, no mayor de seis años, con una camiseta de dinosaurios, persiguió su pelota hasta el centro del campo de fútbol. Su risa era contagiosa, el sonido puro de la inocencia.
Y de pronto... la luz.
No hubo advertencia. Un destello cegador envolvió su pequeño cuerpo. No tuvo tiempo de gritar.
Para cuando parpadeé, solo quedaba un fino polvo dorado suspendido en el aire, como harina iluminada por el sol. La pelota rodó unos metros más antes de detenerse, intacta.
Lo más horrible fue la reacción de su madre.
Corrió hacia el lugar, gritando su nombre una y otra vez, revolviendo el aire con las manos como si pudiera reconstruirlo a partir del polvo. La gente empezó a congregarse, murmurando. Alguien llamó a la policía.
Pero nadie mencionó la luz.
Nadie la había visto.
Me alejé con paso rápido, las manos temblando mientras revisaba el video en mi teléfono. Allí estaba: el niño, el destello, el polvo. La prueba.
Subí el video a las redes sociales con las etiquetas #LasLuces #Desapariciones. En menos de una hora, fue eliminado por violar las normas de la comunidad.
Recibí un mensaje de un número desconocido:
Deja de buscar. No puedes ganar.
Ahora estoy sentado en mi baño, con las luces apagadas, preguntándome...
¿Cuántas personas más deben desaparecer antes de que alguien más admita lo que está pasando?