Escamas de plata

Uno

Alférez

― ¡Detengan a esa ladrona! ― Gritaba el joven alférez que corría tras de mí, después de que me atreviera a hurtar su paga semanal.

¿Pero enserio quien lo manda a ser tan distraído? Si él no hubiera estado tan sumido en la lujuria mirando aquella mujer de grandes senos, yo no hubiera podido escabullirme entre ambos para tomar su dinero. Apenas logre huir el alférez de cabello negro se dio cuenta de lo que había pasado y salió disparado tras de mí.

Seguía corriendo por las pequeñas calles del pueblo, dándome el gusto de voltear y mirar al pobre hombre que pese a ser más fornido y fuerte que yo, parecía estar teniendo problemas para respirar. Cada vez que podía me burlaba de él, de su torpeza y estupidez. Pero eso solo parecía enfurecerlo más y lo suficiente como para volver a tomar las riendas de su propio cuerpo y continuar con la interminable persecución.

― Ya veo porque solo eres un Alférez. ― Me atreví a decir en más de una ocasión, durante nuestro eterno encuentro.

La guardia del rey estaba compuesta por cinco importantes rangos entre ellos los de más baja calaña considerada por todos los altos mandos, súbditos y hasta por el propio rey. Estos eran los alféreces, dedicados simplemente a patrullar los alrededores de la ciudadela. ¿Cómo si se necesitara más protección? Creo que no les bastaba con tener a mujeres, niños y ancianos sometidos a una eterna esclavitud, donde el que no era parte de la guardia real o aportaba a la corona lo suficiente, era desechado lejos del páramo del rey, a la lejana ciudadela de arena en medio de un enorme desierto, custodiada no solo por los alféreces sino también por un gigantesco cien pies de más de veinticinco metros de largo, que rodeaba en gran parte nuestra decadente ciudad. Así que, por lógica cualquiera que intentara poner un pie fuera terminaba siendo devorado por aquel espantoso monstruo de arena y en el mejor de los casos, capturado por algún dragón de tierra y su jinete.

Luego del alférez están los comandantes, estos por los regular son considerados los jefes de la escoria, los que solo poseen un dragón de bajo poder. y que por lo regular sobrevuelan la ciudadela evitando que alguna rata intente escapar. ¡Santo dios! Como los detesto. Se creen mejores que nosotros y siempre intentan imponer su voluntad a costa de quien sea.

Del teniente y el coronel no se sabe mucho, no es frecuente cruzarse con ellos dentro de la ciudad. No suelen abandonar el páramo del rey, mucho menos para adentrarse en un lugar tan marginal y mundano como la ciudadela de Helión.

Una cosa era segura y es que entre estos dos rangos tenemos a los domadores de dragones más excepcionales que existen. Ambos poseedores de bestias de nivel tres y especies casi extintas como el gorgor gris (dragón de la bruma) y una cola de aguijón (dragón venenoso) Jamás he tenido el placer de ver uno de esos ejemplares, solo he oído los rumores que se escabullen con frecuencia en el cuadrilátero que suelo entrenar.

Sumida en mis pensamientos y en mi propio mundo de fantasía donde lograba al fin montar un dragón, recordé de golpe al hombre de aspecto siniestro que ya había logrado alcanzarme y que con la fuerza de un animal se abalanzaba sobre mí y lograba derribarme de un golpe.

―Esta vez no te dejare ir. ― Su aspecto un tanto psicótico logro alterarme por una milésima de segundos, no obstante, sabía que mi estupidez solo empeoraría las cosas, entonces decidí levantarme del piso y enfrentarlo con toda la valentía que me destacaba. ―Tienes agallas niña. ―Sonrió con arrogancia y suficiencia después de ver que no retrocedí ni un centímetro, esperando el momento que me atacara para defenderme. ― Pero las gatas como tú, están al final de la cadena alimenticia y fácilmente pueden ser devoradas por un león como yo. ―Por primera vez oí seguridad en sus palabras y no le tembló la mano para tomar su espada e irse con todo contra mí.

― ¡Valla! Y yo que pensé que solo eras un imbécil hablador. ―Esa frase salida de mi boca solo lo enfureció más. ―Veamos lo que tienes.

Desenvaine la daga que mantenía bajo mi ropa con toda la intención de utilizarla contra él, cuando un hombre alto y fornido de aspecto similar al mío se interpuso entre ambos.

―Dejen el espectáculo para otro día. ―Dijo con aquella gruesa y ruda voz que me obligo a girar la mirada para observarlo a él y no a mi oponente que se había quedado petrificado ante su llegada. ― Conocen las reglas, especialmente tu Tadeusz. ―Frunció el ceño claramente frustrado observando al alférez que no podía modular palabra. ― Este asunto ha llamado la atención de todos alrededor y no dudo de que ya allá llegado a oídos de los altos mandos, si es así, tendrás problemas colega mío. ― Odiaba admitirlo, pero mi hermano tenía razón, los bordes de las calles estaban infestadas de gente que observaban el revuelo que se había formado entre Tadeusz y yo. Podía jurar que teníamos tanto público como el graderío del rey. ― Esa zorra me robo y no es primera vez que lo hace. ― Se defendió el hombre lanzándome una mirada asesina.

― Esa zorra es mi hermana Tadeusz y lo sabes. ― La frustración de mi hermano amenazaba con estallar en la cara del tipo que tenía en frente.

― Vamos hombre es una mujer y sabes lo que la mayoría piensa de las mujeres. Da igual si es tu hermana, tu madre, tu abuela o tu hija. Mujer es mujer aquí y en cualquier parte del valle de Helión. ― Con esas últimas palabras Tadeusz cabo su tumba. Archie sin medir fuerza estampo un golpe de lleno en su rostro, uno que hasta mí me hizo bramar de dolor.



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En el texto hay: magia y dragones, enemystolovers, romantasy

Editado: 13.10.2025

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