El valle
Después de ver como el arrogante y desagradable comandante se perdía en los cielos, el grito de Archie en las lejanías del desierto me trajo de regreso a la realidad. Mi hermano corría a mi encuentro con tanta euforia que el solo observarlo me hizo querer retroceder y huir en sentido contrario.
― ¡Maldita seas Briana! ¿En qué demonios estabas pensando? ¿Supongo que me equivoque al creer que me esperarías en casa? ― Su tono autoritario no me pasó desapercibido. Ya sabía yo que apenas me reconociera, no dejaría pasar la oportunidad de darme aquel sermón que acostumbraba a darme cada vez que me creía merecedora de oírlo.
― Deja de mencionar mi nombre, los demás se van a dar cuenta de que no soy Gunter Thurston. ― Me defendí.
― ¿Crees que nadie se ha dado cuenta ya? El solo hecho de ver como el comandante Olafsson te presto más atención de lo debido me hace creer que difícilmente paso por alto tu valor. Thurston es un cobarde, siempre ha sido un cobarde y hoy increíblemente dejo de serlo. ¿Crees que ese hecho no llamo la atención de nadie? ― Odiaba admitirlo, siempre odiaba admitir que mi hermano tuviera razón.
Antes de tomar la identidad del alférez Thurston jamás me había cruzado con él, ni mucho menos había oído mencionar su nombre, así que carecía de información referente a cuál era realmente su personalidad.
― Si es tan cobarde como dices… ¿Porque se enlistaría para las pruebas? ― Todos sabían que los cobardes y miedosos muy rara vez tomaban la decisión de dejar de ser alférez, los pocos que se negaban a realizar las pruebas permanecían toda su vida resguardando la ciudadela y escasamente volvían a tener la oportunidad de cruzar el valle.
― ¡Ven! ¡Vamos! Te lo contare todo de camino al paramo, pero debemos apresurarnos las pruebas se llevarán a cabo por orden de llegada y tenemos hasta el anochecer para arribar a las gradas del rey, si no, tanto tu como yo quedaremos fuera. ― Archie me cogió del brazo y me invito a seguirlo. ― ¿Como es que lograste escapar de Arac? Cuando me di cuenta habías desaparecido junto con él y lo único que podía divisar a la distancia era aquella extraña tormenta de arena que nació de la nada. ¿Sabes hace cuanto tiempo no se veía una tormenta de esa magnitud? No era de extrañar que el comandante Olafsson se quedara boquiabierto observando desde las alturas. ― Mientras me hablaba cogió su cantimplora y me la extendió para que bebiera de ella.
― No gracias, no tengo sed. ― Respondí casi al instante. ― ¿Puedes continuar con lo que me estabas diciendo? ― El saber porque las reglas del juego habían cambiado tanto, sí que era de mi profundo interés.
―No sé qué está pasando Briana, pero las cosas este año son muy diferentes a los años anteriores. ― Dijo dándole un sorbo a su cantimplora. ― El rey Helión a ordenado que todos los alféreces mayores de edad deben llevar a cabo las pruebas, ya no tenemos la opción de elegir y es por eso que Thurston y muchos otros no tuvieron otra opción más que salir de la ciudadela por la fuerza y sin desearlo, la gran mayoría apenas logro pasar de Arac. Tu misma viste que nadie se atrevió a moverse antes de que yo lo hiciera. Me sorprende que no hayas sido la primera en salir a la línea de fuego. ― Ronroneo con aquel torno fanfarrón que solía destacar en el cuándo tenía ganas de burlarse de mí.
― No quería llamar la atención, temía que cualquiera que conociera lo suficiente a este imbécil pudiera reconocerme y darse cuenta de que era una impostora. ― No me había dado cuenta de cuanto nos habíamos alejado de la ciudadela, pero ya estábamos muy cerca de un gran grupo de hombres que se nos había adelantado, la mayaría de ellos se habían dejado caer las capuchas y sacado las mascarillas dejando al descubierto sus rostros. ― ¿Ya habías estado aquí, no es cierto? ― Quise saber después de observar el gran desierto, el que de repente capto mi atención, pues por más que observara el horizonte el desolado lugar parecía no tener fin.
― Si, ya había estado aquí, todos nosotros ya habíamos recorrido este mismo camino cuando nos volvimos alféreces, aunque no con Arac al asecho. ― Referirse al reptil parecía estarle causando contradicciones a mi hermano. ― ¿Cómo rayos lograste esquivarla? Cuando te observe por última vez, ella estaba casi encima de ti. ― Balbuceo parecía no tener cabida para sus propias palabras.
― Yo también creí que no saldría viva de allí, pero extrañamente Arac no me ataco. ― Le sonreí con indiferencia cuando se giró a mirarme tan asombrado que no lograba cerrar la boca.
― ¿Cómo es eso posible? Intente acercarme a la pared de arena e ir por ti, pero algo me jalaba fuera como si no quisiera que cruzara. ― Después de oírle hablar de manera tan angustiante era obvio que a mi hermano algo le preocupa y aunque no me lo dijera yo sabía que así era, lo conocía lo suficiente como para tener la certeza de ello.
― No fue lo único que sucedió Archie. ― Le susurre tan bajito que apenas logre oírme.
― ¿A qué te refieres? ― Sus ojos desorbitados apenas podían ocultar la conmoción.
Le explique con lujo y detalle todo lo ocurrido en el centro de aquel remolino de arena, sin olvidar ni omitir absolutamente nada y cuando acabe de relatar apenas una frase salió de sus labios.
― Algo está mal Briana, algo está muy pero muy mal y estoy casi seguro de que Olafsson también lo noto. ― Concluyo.
― ¿Qué pasaría si el comandante lo hubiera visto todo? ¿No haría algo al respecto? ¿No habría de impedirme continuar el camino y devolverme a la ciudadela? ― Las repentinas interrogantes abrumaban mi pensar.