Secretos
Nos sacaron de lo pista de juego al menos cinco minutos después del revuelo sucedido con el comandante Olafsson y ninguno de los miembros del grupo logro mantener la boca cerrada mientras nos guiaban fuera del perímetro, hacia un nuevo campamento que se había establecido con el fin de pasar la noche hasta la siguiente ronda de juego.
― Seguramente se debió a que Iversen ya tenía en su poder el objeto rescatado de la montaña, en ese caso las reglas pueden romperse. ― Parloteaba Devin, recostado en una cómoda cama de paja que improviso apenas arribamos al lugar.
― Si consideramos lo dicho al inicio del juego, creo que el comandante estaba en su derecho de ayudar si la situación lo ameritaba. ― Espeto esta vez Ford, siguiendo el cotilleo de su fiel amigo parlanchín.
― Creo que fue una suerte para nosotros que el comandante decidiera arriesgar su pellejo por nosotros, de no haber sido así habríamos sido descalificados. ― Por primera vez Jan se animaba hablar y entregar su humilde opinión frente a esos que en algún momento disfrutaron acosándolo.
― Me imagino la cara de Keith después de ver su plan frustrado, estoy deseando ver a Aiden y preguntárselo. ― Sonrió Ford imaginándose la frustración del arrogante Keith.
Observe al único que se había mantenido al margen de la conversación, lanzándome miradas recelosas de vez en cuando. Su postura frente a la fogata irradiaba todas las posibilidades negativas, menos la calma que debiera después de haber sobrevivido al largo trayecto en ese espantoso terreno ardiente.
Sabía que la nueva reprimenda vendría despacio, pero segura, por ello opte por sentarme frente a él y no a su lado como le hubiera gustado que lo hiciera en otras circunstancias. Increíblemente y por mi paz mental mi hermano opto por el silencio. Pero lo conocía lo suficiente como para saber que el pacifista no permanecería mucho escondido tras esa fachada taciturna.
― ¿Thurston me acompañas?, quisiera cazar algo de carne para esta noche, sería bueno festejar nuestro primer triunfo, quizás mañana no sobrevivamos para hacerlo. ― Allí estaba, tal y como lo intuí, Archie no dejaría pasar esta noche sin decirme lo que piensa. El sonido terroso en su voz era lo suficientemente claro para delatar sus verdaderas intenciones.
Archie no era conocido por ser un tipo paciente, más bien casi la mayoría de las personas que lo conocían, sabían que, no era un buen parlamentario y que su reputación de regente entre los alféreces, se debía a que acostumbraba a exigir y no pedir. Por ese motivo a lo largo del tiempo que llevaba portando el uniforme se había ganado más enemigos que amigos.
Claro estaba que la gran mayoría de sus compañeros no eran más que desolados cobardes que no eran capaces de enfrentarse a él como verdaderos hombres, por ello preferían especular y cuchichiar sobre él, a escondidas por los rincones, rechinando los dientes, comiéndose y tragándose las ganas de escupirle lo que piensan a la cara.
― ¿Puedo acompañarlos? ― Se levanto de golpe Jan, estúpidamente emocionado por ir de casería con aquel a quien admira.
Por un momento creí que Archie se lo permitiría después de todo una prueba suicida había bastado para comprobar que el flacucho chico era de fiar.
¡Que ilusa fui! Si era claro que mi hermano buscaría cualquier excusa para estar a solas conmigo y así poder sermonearme a diestra y siniestra, sin que nadie pudiera intervenir en mi defensa.
― No es buena idea que nos acompañes, necesito a alguien que se encargue del fuego, mientras Ford y Devin se las ingenian buscando algún artilugio útil donde cocinar la carne. ― Se dirigió esta vez al par de amigos que seguían recostados sobre el pasto seco observando el cielo.
― Puedes contar conmigo. ― Respondió tajante Jan, con un particular grito de guerra, como un soldado dispuesto a dar la vida por su capitán.
― Thurston sígueme. ― Ordeno girando en redondo sin siquiera esperar una respuesta de mi parte.
Archie podía ser agradable cuando se le apetecía serlo, pero también podía llegar a ser engreído y cruel. Como amigo el mejor de todos, pero como enemigo el peor de los calvarios.
Para evitar que su mal humor aumentara, me puse de pies sin protestar y le seguí de cerca mientras él y su sombra se perdía bajo los brazos de un par de sauces llorones. Cuando estuvimos lo bastante lejos de los ojos y oídos curiosos, Archie dejo de adentrarse más en la espesura y se detuvo solamente para voltearse y comenzar el sermón que ya estaba previsto.
― Te lo dije Briana, pero no me escuchaste. ― Su postura fastidiosa era irracional, después de todo como podría saber yo que las cosas llegarían hasta este punto. ― Si el comandante antes sospechaba algo, ahora estoy absolutamente convencido de que lo sabe. Está al tanto de tu verdadera identidad Briana y aunque no entiendo porque aún no ha ido con el chisme al rey, si puedo estar seguro de que Olafsson no hace nada por simple caridad. Algo se trae entre manos y debemos averiguar que es. ― Me sorprendió saber que su postura frívola, de pronto se suavizo. Era como si todo su mal genio estuviera dirigido al comandante Olafsson y no a mí.
― ¿Qué crees que sabe? ― Pregunte simplemente por decir algo y evitar así que se volviera a molestar por el evidente silencio de mi parte.
― No lo sé Briana, por más que le doy vueltas al asunto no logro encontrar el porqué, ni el propósito detrás de su repentina actitud protectora. ― Trago grueso e incómodo. ― Olafsson siempre ha sido un hombre desagradable, imperativo e irritante. Aunque me atrevo a describir a uno de mis superiores de más bajo rango, Astor es el único que se mantiene firme a las reglas. ― Por eso lo que acaba de hacer en las lonas de fuego, carece de sentido común para un tipo como él.