Escamas de plata

Seis

Monzón

En definitiva, la teoría de Archie no estuvo tan errada después de todo, la sorpresa que nos llevamos luego de haber sido arrastrados somnolientos y cansados aquella mañana a un pantano mohoso y mal oliente en medio del valle, fue casi catastrófico. Ninguno de nosotros había descansado lo suficiente y el temor de que el agotamiento por la anterior prueba nos jugara una mala pasada se había instalado en todos los miembros de nuestro pequeño grupo.

Con las pocas fuerzas que teníamos y con la frente en alto esperamos instrucciones para el siguiente reto.

Lanzados a una gran posa de agua sucia descubrimos que esta vez no existía estructura o alguna plataforma solida que nos mantuviera lejos de las opacas y estancadas aguas, infestadas de todo tipo de parásitos carnívoros que sabía rondaban bajo nuestros pies.

Sumergidos en la laguna hasta los hombros, con el cuerpo tembloroso por el frio y el olor a podredumbre y desechos impregnándose en la piel, la siguiente prueba daba comienzo. Los pocos archipiélagos a nuestro alrededor eran solo una fachada, en realidad estaban allí para hacernos creer a todos que tendríamos donde sostenernos. Pero los pocos incautos que ya lo habían intentado fueron succionados en el acto.

Pese a que el agua era inofensiva en comparación con el fuego, esta trampa mortal hasta en los rincones más inhóspitos era mucho más mortífera que el lago de lava, en el pantano incluso con los cinco sentidos en alerta podríamos acabar muertos. Succionados por los remolinos de agua, quizás devorados vivos por alguna criatura subacuática desconocida o simplemente morir consumidos por la hipotermia.

― ¡Bienvenidos de nuevo alféreces! ― El tono particularmente conocido del rey resonó con eco por todo el estrecho lago. ― Como ya se habrán dado cuenta hemos dado inicio a la segunda fase del proceso para formar parte de la guardia real. Con menos participantes nos vemos en la necesidad de reducir el número de miembros por equipo. ― Le lance una mirada de soslayo a mi hermano y el me la devolvió al instante. ¿Cómo podía ser tan inteligente? ― Pensé mientras lo observaba con orgullo. Conocía tan bien las estrategias de los altos mandos que se adelantó a ellas mucho antes que los demás. ― Las reglas siguen igual, si alguno de ustedes muere el resto de sus compañeros y miembros de su equipo quedaran automáticamente fuera del juego, lo mismo pasara con aquellos que no consigan encontrar el tesoro escondido dentro del tiempo estimado. ― Con voz aguda el eco de sus palabras continuaba estremeciendo los alrededores como si la misma naturaleza lo reconociera como su soberano y se postrara ante el cómo el resto del páramo.

― Tenemos público. ― Expreso Devin consiguiendo que todos nosotros siguiera la misma dirección de su mirada.

Me dio un vuelvo al corazón al comprobar que, sobre los altos pilares que nacían de las verdosas y turbias aguas se encontraba una gran grada de madera sólida, la que albergaba un público numeroso del que no me había percatado antes. En el centro de la estructura y como su estatus lo demandaba el gran Helión permanecía de pie sobre un taburete un poco más alto que el resto, desde donde observaba con gran interés a cada uno de nosotros.

Aunque aquella mañana la luz solar escaseaba, sus facciones no pasaron desapercibidas para nadie. Con rasgos orientales intrigantes y un tanto difíciles de leer, pues era lo bastante joven como para creer que me doblada en edad. Su cabello largo, lacio y de un negro intenso lo sostenía en una alta coleta que provocaba que sus ojos se vieran aún más rasgados. Su mandíbula ancha y cuadrada era excepcionalmente perfecta, como si hubiera sido cincelada por algún tipo de magia desconocida.

En esta oportunidad el rey vestía de negro con ligeros toques de un azul opaco. Su larga túnica adornada con las mejores joyas del país, fue lo que cautivo mi atención.

― Con esa cantidad de piedras preciosas podría otorgarle alimento y viviendas dignas a toda le extensa ciudadela. ― Pensé mordiéndome el labio con rabia frente al poco sentido común del rey.

Sobre su cabeza una reluciente corona plateada con incrustaciones de rubies que hacían referencia al símbolo de la tierra de Helión. El sol y la luna representaban a los gobernantes anteriores, aunque muchos conocían su historia y yo también en alguna oportunidad hubiera oído de ella, no entendía porque el rey conservaba dicho emblema cuando lo más lógico hubiera sido cambiarlo por algo que lo representara a él y no a los reyes de antaño.

En los estandartes, las banderas y los escudos de su guardia, el destello dorado característico del sol y el resplandor plateado proveniente de la luna se entrelazaban entre sí, tal y como si la menguante luna dibujada buscara fusionarse con el brillante sol. Ambos unidos formaban el corazón perfecto y no entendía porque al verlo una nostalgia extraña me sacudía el pecho.

Helión sostenía el cetro mágico y poderoso que lo coronaba como el rey. Esta era la primera vez que lo veía y como el resto de mis compañeros que parecían embobados por el brillo azul que destellaba en su punta como una poderosa llama infernal. A diferencia de ellos, yo permanecía sumergida observando la niebla purpura que parecía rodearlo.

― ¿Qué es eso? ― Susurré lo más bajo que pude evitando llamar la atención de oídos indeseados, buscando solo la atención de cualquiera de mis compañeros.

― ¿Qué cosa? ― Pregunto sorprendido Devin, siendo el único a mi lado que fue capaz de oírme hablar. Le lancé una mirada de reojo y lo descubrí buscando aquello que para el parecía ser invisible y que hasta ese momento solo yo lograba ver.



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En el texto hay: magia y dragones, enemystolovers, romantasy

Editado: 13.10.2025

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