Escamas de plata

Siete

Colmillos

― Entonces eres una chica. ― Exclamo un pacífico Devin mientras caminábamos de regreso al campamento.

― Lo soy. ― Respondí con algo de nerviosismo por los miles de ojos que no habían dejado de observarme desde que salimos del pantano.

Para mi suerte el comandante Olafsson y su dragona nos seguían el paso desde cerca, de no haber sido por el, estaba segura que más de un resentido y disconforme se habría lanzado sobre mi con malicia.

Archie se había quedado atrás resolviendo asuntos importantes con el general Archen. Aiden y Ford al salir mal heridos de la prueba fueron llevados al campamento de emergencia que había sido improvisado muy cerca del pantano. Por otro lado, Devin y Jan me habían seguido por todo el camino como dos perritos detrás de su dueño. Mi incomodidad no se debía solo a ellos, si no también a la recién llegada chica a la que todavía no le conocía el nombre.

Detuve mi andar para dirigirme a ella, después de todo el rey le había permitido entrar al grupo sin hacer preguntas.

― ¿Cómo te llamas? ― Fue lo único que se me ocurrió preguntar.

De todas formas, no era buena para entablar amistades y mucho menos con chicas.

― ¡Abelia! ― Respondió ella con una sonrisa radiante dibujada en los labios.

Su voz era suave y melodiosa que perfectamente podía confundirse con el cantar de un pájaro en primavera.

― Que bello nombre. ― ¡Estúpida Briana! No se te pudo ocurrir algo mas inteligente que decir. ― Me regañe a mi misma cuando note lo absurdo que había sonado eso.

― Que espeluznante dragón es ese escamoso. ― Le oí decir a Devin. ― Se me puso la piel de gallina con solo mirarlo a los ojos. ― Exclamo recreando una tonta sacudida con su cuerpo.

― No es que sea atemorizante es su naturaleza fría la que provoca esos espasmos en el cuerpo. No te confundas. ― Se dirigió Jan a Devin como si fueran los mejores amigos.

― Pero si no lo toque. ― aseguró Devin.

―No es necesario que lo toques, solo basta con tenerlo cerca para sentir la frialdad que irradia. Piensa en el como una caldera, pero que en ves de entregarte calor te otorgue lo contrario, en este caso frio. ― Jan, si que sabia diferenciar las especies de dragones y no envidiarlo me resultaba difícil. ― El escamoso es uno de los pocos ejemplares que puede volar y nadar, posee el poder de cambiar el clima de templado a frio en un parpadeo. Nunca había visto uno tan de cerca. ― Continuo.

Escuchaba con atención cada palabra que salía de la boca de Jan cuando el calor empezó a sofocarme y afectarme. Ahora que todos conocían mi verdadera identidad no veía la necesidad de mantenerme cubierta hasta el cuello, así que tome el bléiser con fuerza y me lo quite con brusquedad. Pase mis manos por debajo de la delgada camiseta para tirar la incómoda venda que mantenía mis senos ocultos. De un jalón acabe por romperla y tirarla lejos, sin vergüenza algún deje mis pechos sueltos como siempre debieron estar. La agradable sensación de sentir el aire filtrarse por la fina tela que mantenía mis dos grandes motivos ocultos, fue extremadamente satisfactorio y reconfortante. Disfrute del momento solo un par de segundos antes de darme cuanta que mi acto había atraído la atención de casi todos los hombres a lo largo del camino.

Los ojos de Devin y Jan estaban hipnotizados sobre mi camiseta que parecía ser tan delgada como una fina tela de cebolla.

― ¿Lo están disfrutando? ― Pregunte a mis dos compañeros los que parecían no poder cerrar la boca.

― Por… por… supuesto. ― La voz de Jan resonó tan tartamuda que por un momento el gesto me pareció tierno.

― No creo que nadie logre concentrarse después de verte. Todo aquel que te odie seria un tonto si no te amara después de ver esos dos grandes atributos. ― Murmuro Devin sin dejar de observar el punto exacto donde la tela era mas traslucida.

― Puedes cubrirte con esto. ― Abelia se había acercado para ofrecerme la prenda de color negro que antes ella llevaba puesta.

― No te molestes. ― Le exprese, sabiendo que al menos a mí, no me incomodaba que algo tan simple como un poco de piel pudiera verse más de la cuenta.

Lo normal hubiera sido aceptar la ayuda desinteresada de Abelia, pero mi orgullo me lo impedía. Pese a que ambos compartíamos el mismo sexo éramos muy diferentes y eso no se podía discutir. No me refería precisamente al color de piel. Mas bien a las innumerables formas diferentes de vivir que habíamos tenido a lo largo de nuestras vidas.

Abelia había crecido en el páramo, mientras que yo en la polvorienta ciudadela. Ella no había tenido que mendigar o robar para comer, seguramente jamás se había ido a la cama con el estómago vacío. Como era de esperar de una dama del paramo solo debía de pavonearse con las mejores telas para llamar la atención. Mientras que yo ni con todos los delitos cometidos a lo largo de mi vida había sido invitada al paramo. Ni siquiera para ser ejecutada. Así que no, no éramos iguales.

Obviamente no pensaba decir lo que pensaba en voz alta, no quería herir sus sentimientos, pero implorar mi atención como me parecía que lo estaba haciendo solo serviría para hacerme explotar. Y era algo a lo que no quería llegar.

Termine por ignorar la intención de Abelia y continue caminando escoltada en todo momento por Devin a un lado y Jan por el otro, a mi espalda y sobre el cielo el comandante Olafsson no me había quitado los ojos de encima al igual que los pocos alféreces que aun continuaban vivos y que nos seguían de cerca.



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En el texto hay: magia y dragones, enemystolovers, romantasy

Editado: 13.10.2025

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