Escamas de plata

Diez

Dionea

Con los siete girasoles al asecho rodeándome por todas partes, como serpientes hambrientas dispuestas a estrangularme y devorarme. Me vi forzada a tomar mis armas e irme en contra de ellas, empezando por una pequeña que parecía haberle tomado particular interés a uno de mis pies.

Solo tuve que reaccionar más rápido que ella, para ganar algo de ventaja. Deslicé la daga curva por su tallo y con suma facilidad me deshice de ella, ejerciendo menos presión que con la anterior.

Hubiera celebrado mi victoria de no haber sido por el fluido lechoso y mal oliente que broto de ella y salpico mi ropa.

Estaba limpiando una de mis dagas cuando el sonido de un corte me obligo a levantar la mirada. Mi hermano se había lanzado en picada en contra una gran cabeza de considerable tamaño que aprovechaba mi distracción para atacarme.

El grupo completo se había reunido conmigo e intentaban deshacerse de los restantes brotes que me rodeaban casi por completo.

Devin Forcejeaba con un girasol diferente del resto. No había abierto por completo su capullo y la abertura en su centro a simple vista parecía inofensiva, pero al abrirla unas finísimas y puntiagudas espinas asomaban.

― Eso si que da miedo. ― Le oí decir mientras intentaba zafarse de la raíz verde y grisácea que se había enroscado completamente alrededor de su arma.

Me lance en su defensa sin esperar a que me lo pidiera y con un corte vertical y limpio logre liberarlo.

La discordia entre hombres y plantas se había intensificado tanto, que apenas note cuando los girasoles y capullos aumentaron su número.

Ford y su maso parecían estar haciendo un excelente trabajo, aplastando y cortando raíces y tallos por igual.

Al otro extremo la recién llegada y un arma bastante inusual.

Esta fue la primera vez que observaba a Abelia en combate, y para ser sincera no lo hacia nada mal. Con una alabarda corta en su mano, que parecía bastante pesada para ella, pero que extrañamente no lo era. Abelia se movía sincronizada por una danza de destreza única. Incrustaba la punta de su arma en los tallos y luego con la hoja mas larga y afilada procedía a cortar las yemas axilares de Dionea.

Solo Jan y su catana, en un lugar más apartado del resto parecían estar teniendo problemas en la batalla. Al flacucho chico se le habían caído las gafas y en su imprudencia por recuperarlos una raíz delgada pero firme lo había agarrado y envuelto los pies y ahora lo arrastraba por el suelo, levantando una nube de polvo y tierra que me impedía mirar más allá de un metro o dos. Con gran dificultad logre ver cómo Jan era engullido completamente a través de una de las grandes grietas dispersas en la pared.

Archie con su espada corría con toda destreza a auxiliar a Jan, pero la lucha entre el y las carnívoras parecía no tener fin. En el camino hacia Jan encontró tantos girasoles como árboles en un bosque.

― ¡Cuidado! ― Grite cuando un pequeño tallo cerrado abría la boca y lanzaba contra mi hermano agujas puntiagudas cargadas de veneno. ― ¡Demonios! Esto se nos esta saliendo de las manos.

Ya había notado lo difícil y agotador que era esquivar cada dos segundos las yemas que parecían no querer detenerse. Todos nosotros estábamos completamente exhaustos, bañados de pies a cabeza del liquido lechoso que destilaban las irregulares raíces después de ser cortadas.

Solo unos segundos de distracción bastaban, para que las malditas carnívoras se multiplicaran.

― ¡Cúbreme! ― Le exigí a mi hermano preparándome para tomar su lugar y continuar el camino hacia Jan.

A esas alturas el delgaducho chico ya había desaparecido por completo.

Archie a regañadientes acabo con los tres girasoles frente a el y con una rapidez impresionante se lanzo en contra de dos más que me seguían los pasos a una distancia mínima. Mi hermano se ocupó en un santiamén de ellas y luego sin detenerse a tomar aire se giró hacia mí.

― Sera mejor que te des prisa o no creo que encuentres a tu amigo en una pieza. ― Balbuceo Archie apretando los dientes no muy convencidos de permitirme tomar su lugar. ― Estaré justo detrás de ti.

Mi hermano estaba tan empapado de sabia venenosa, que su rostro ya no podía ser agraciado para nadie.

― Ve Briana, no pierdas el tiempo. ― Exigió con un grito que no pasó desapercibido.

Ford, Devin y Abelia se giraron hacia nosotros sin comprender del todo las exigencias de mi hermano. Y en esos segundos de distracción, una de las raíces logro herir a Devin con una de sus púas venenosas.

El aullido que broto del interior del pelinegro fue tan lamentable como la agonía de un cachorro en época de nevada.

― Yo me encargo. ― Aseguro Archie al ver la preocupación reflejada en mi rostro.

Sin perder más tiempo y obedeciendo las exigencias de mi gemelo, me lancé a correr lo más rápido que me dieron las piernas. Dos minutos mas tarde me encontraba arrastrándome hacia el interior de la grieta por la que antes había visto desaparecer a Jan.

El terreno lodoso y resbaladizo del agujero me impedía moverme con agilidad y rapidez. La cavidad estrecha parecía medir al menos diez metros de largo y cincuenta de ancho y estaba segura de que cada vez que avanzaba, la débil estructura de tierra se escogía más.



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En el texto hay: magia y dragones, enemystolovers, romantasy

Editado: 03.11.2025

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