Escamas de plata

Trece

Estepa

Archie

Vi a mi hermana alejarse y perderse por los cielos bajo las garras de la dragona purpura que antes montaba el coronel. No me extrañaba que la bestia vinculada a él, viniera tras Briana, después de todo defender a su jinete y tomar venganza en su nombre, era una buena forma de demostrar su lealtad.

Cuando sus garras se fueron contra ella, creí que la despedazaría y la mataría en el proceso, y temí perder a mi hermana. Pero no espere jamás que la alimaña se la llevaría con ella.

Corrí tras ella sin descanso sabiendo muy bien que por mas que lo intentara no lograría alcanzarla. Después de perder su rastro, regrese con Ford y Aiden los que se habían quedado estupefactos y con la boca abierta mirando el cielo.

― Tendremos que movernos rápido. ― Le indique a Ford, el que ya se estaba preparando para partir.

Aiden por otra parte y aunque estaba completamente curado, se mantenía recostado sobre la hierba seca, a la espera del comandante.

Algunos de los alféreces curados se habían unido a nosotros, y observaban con gran interés como Ford y yo acomodábamos nuestras armas bajo nuestras ropas.

Estábamos dispuestos a marcharnos cuando la tierra bajo nuestros pies tembló, al mismo tiempo que la gran bestia escarlata del comandante aterrizaba junto a nosotros.

Olafsson observo a los heridos, los que ahora estaban completamente curados y luego a mí. Le vi arquear una ceja y supe entonces que lo había entendido.

― ¿Dónde esta tu hermana? ― Pregunto después de recorrer el valle con la mirada y no encontrar señales de ella.

― La dragona purpura se la llevo. ― Fue lo único que dije antes de tomar mi pesada mochila y acomodarla tras mi espalda.

Estaba preocupado por Briana, y el sentimiento no pasó desapercibido para Olafsson que después de observarme por un rato, intento tranquilizarme.

― Él no le hará daño, la necesita viva para cruzar la bruma entre Solaris y Veril.

― Eso si que me tranquiliza. ― Farfulle con sarcasmo.

― No te comportes como un idiota, solo porque no te agrado.

― ¿Quién dice que no me agradas?

― No quieras verme como un tonto Iversen, tu y yo sabemos que somos iguales.

Con la creciente ola de miradas de los alféreces que no dejaban de observarnos curiosos y expectantes a nuestra acalorada charla. Frente a tantos ojos y oídos indeseados tuve que guardarme el veneno y morderme la lengua para no seguir la discusión con Olafsson, después de todo sabia muy bien a donde nos llevaría.

Pese a que fingí ignorar aquel ultimo comentario, sabia muy bien a que se refería al decir que éramos iguales. Pero no era el momento de tirarlo al debate.

― Sera mejor que continues tu camino, si sigues malgastando el tiempo, perderás completamente el rastro de tu hermana y entonces ni siquiera tu vinculo con ella te ayudara a encontrarla.

Olafsson alzo la mano y con un movimiento rápido ordeno a decenas de dragones sin jinetes a descender en el valle. Algunos tomaron entre sus garras los cuerpos de los caídos y desaparecieron en el cielo tan rápido como una flecha. Otros tanto se limitaron a permanecer quietos esperando que los alféreces ya curados se atrevieran a montar su lomo.

Aiden fue el primero que entendió la indirecta y sin esperar una orden del comandante, se levantó del pastizal seco en el que había estado recostado por horas, y se acercó sigilosamente a un dragón de color caquis, un animal un poco más pequeño que aquel que suele montar el teniente.

El dragón acomodo su postura apegando su pecho al piso, facilitándole a Aiden el poder llegar a su lomo. De un brinco el chico logro montarlo. La bestia batió las alas como una gran mariposa aprendiendo a volar y en cuestión de segundos el dragón se elevo en el aire, levantando polvo y hojas a su paso, rosando con su cola parte de mi hombro derecho.

Dos segundos más tarde ya no quedaba rastro ni del dragón, ni de Aiden.

Con el ejemplo de mi compañero, el resto de los alféreces monto cada uno un dragón y entonces las ultimas bestias que quedaban, alzaron el vuelo como una bandada de pájaros gigantes emigrando hacia tierras lejanas. El único dragón que quedo en medio del valle a la espera de que su jinete le diera la orden de unirse al resto, era Aira.

― Dentro del bosque espeso estarán solos. Procura no limitarte Iversen. El poder bajo tu mano puede otorgarte lo necesario para cruzar la estepa sin dificultad alguna.

Dicho esto, Olafsson le dio un par de palmaditas al lomo de su dragona la que inmediatamente obedeció, desordenando en el proceso de elevarse mi cabello rojizo al viento.

Cuando el comandante termino por perderse en las lejanías del valle, me gire hacia Ford y con una sola señal de cabeza le invite a seguirme.

Caminamos durante horas antes de que ambos tomáramos la decisión de descansar, la noche había caído y ambos comenzábamos a perder fuerzas a causa del agotamiento y la fatiga.

― Deberíamos buscar un lugar donde pasar la noche, estos bosques no son seguros, aquí afuera estamos expuestos a cualquier inminente amenaza. ― Le indique a Ford, el que solo se limito a responder con un movimiento de cabeza en señal de aprobación.



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En el texto hay: magia y dragones, enemystolovers, romantasy

Editado: 03.11.2025

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