Bruma
Home era apuesto, demasiado apuesto para ser la forma humana de un simple conejo. De un cabello tan blanco como la nieve, de hebras finas las que apenas lograban rozar sus hombros.
Vestía de manera un tanto extravagante, con una túnica aterciopelada y larga que dejaba al descubierto parte de su pecho y abdomen. Pantalones de lino negro que se moldeaban perfectamente a sus tonificadas piernas. Sus ojos brillantes y anaranjados me observaban con disimulo, mientras Derek parecía estar dándole un par de instrucciones, las que penosamente no alcanzaba a escuchar.
Ambos hombres dejaron de hablar y con una sincronización envidiable se giraron hacia mí.
― Iras con Home. ― Derek sonó tan autoritario que fue imposible no odiarle, por el hecho de creerse y sentirse el mandamás.
― ¿Sabes nadar? ― Pregunte con ironía sabiendo que cruzar el océano era la prioridad y al ser Home un cambiaformas tan pequeño y débil dudaba de que pudiera con la tarea de transportarme.
El chico no poseía alas ni aletas, en ninguna de sus dos formas era útil, en este caso para llegar a Veril, se hacía por aire o por mar y Home no contaba con ninguna de las dos posibilidades a su disposición.
Como si Home hubiera esperado que cuestionara sus alcances y habilidades, camino con determinación hasta la salida de la cueva, devolviéndome la mirada de vez en cuando para asegurarse de que toda mi atención estuviera fija en él.
― ¡Síguelo! ― Esta vez la intrusión de Derek dentro de mi cabeza fue innecesaria teniéndolo a escasos metros de mí. ― Síguelo ratoncito. ― Extrañamente la exigencia de Derek no me sonaba del todo autoritaria, y a no ser que el muy canalla estuviera jugando conmigo, hubiera jurado que la petición estaba cargada de diversión.
Home se había detenido en el punto exacto donde la luz de la luna lograba tocar parte de la cueva. Cuando el aire gélido y nocturno me rozo las mejillas, por la necesidad de sentir un poco más la brisa, me anime a seguirlo.
La noche era estrellada, y la luna plateada y perfecta parecía estar en su máximo punto. Observe los alrededores con la conmoción distorsionando mis pupilas, al comprobar la gran extensión del territorio.
Derek me había mantenido dentro de una cueva a gran altura, una grieta rocosa en el centro de una montaña, una cavidad estrecha con un solo punto de acceso y una única forma de arribar.
Si se me hubiera ocurrido escapar, seguramente hubiera muerto en el intento.
Solo había dado dos pasos fuera de la caverna cuando el gran precipicio justo bajo mis narices hizo ápice de aparecer. A esa hora de la noche la oscuridad era intensa, pero podía saber a ciencia cierta que el manto verdoso al fondo del barranco era la extensión de un espeso y ancho bosque.
Levante la mirada algo asustada por el vértigo que me produjo mirar hacia abajo, cuando el vaivén del mar y el reventar de las olas en las rocas cautivaron mi atención. Más allá del denso bosque, el vasto océano hacia acto de presencia bajo un cielo nítidamente despejado.
― Era cierto entonces. Estamos en Solaris.
― Lo estamos. ― Aunque aquella frase no salió de mi boca, Derek pareció escucharla y respondió a ella con tanta naturalidad que en cuanto le vi acercarse me dieron ganas de golpearlo. ― Ya es hora que nos pongamos en marcha.
― ¿Cómo bajaremos de aquiiiii? ― Antes de alcanzar a terminar la pregunta Derek me había lanzado de un empujón hacia el abismo.
Con un aterrador grito que se formó en medio de una estúpida pregunta que no llego a término, caía nuevamente a una muerte trágica, dolorosa e inminente.
Cuando estaba a escasos metros de caer en las profundidades del abismo boscoso, un gran dragón en forma de serpiente llego al rescate. La gigantesca bestia de la que solo había escuchado en cuentos para niños, amortiguo mi caída con rapidez y destreza.
El pánico y la adrenalina en mi interior se diluyeron apenas mi cuerpo logro sostenerse del resbaladizo dragón. Monte su largo lomo con la misma destreza con la que montaban los altos mandos del páramo.
Con la oscuridad de la noche, me resultaba un poco complejo descifrar cada detalle de la estructura anatómica y características de mi compañero de vuelo. Al tacto me resultaba húmedo, casi pegajoso y escurridizo como un pez. El color blanco y aperlado de sus escamas rivalizaba con el magnífico resplandor de la luna sobre el cielo.
― Le agradas a Home. ― El tono de Derek, se escuchó grabe y áspero. Pese al sonido vibrante de las alturas y el resoplar del viento, fue muy fácil imaginarlo en frente de mí.
La rabia que sentía por el era tan intensa, que de haberle tenido cerca le hubiera estrangulado sin ningún tipo de remordimiento. Esta era la tercera vez que intentaba matarme y los escrúpulos que tenia para ignorar los hechos, me provocaban unos espasmos insoportables en el cuerpo.
― No me guardas rencor ¿O sí? ― En el preciso instante que un soplido profundo del viento flameo mi cabello con fuerza. Derek y la dragona purpura nos tomaban la delantera.
Aiora batía sus alas con una energía tan impresionante, que amenazaba con arrojarme al vacío cada vez que las ondas expansivas de su cuerpo lograban rozarme.
Editado: 03.11.2025