Escamas de plata

Quince

Syngnatus

Archie

Askok observo a Ford y luego a mí, como si el hecho de tener que lidiar con alguien más le estuviera causando problemas. Aquellos ojos amarillos e inquietantes contemplaban a mi compañero con desconfianza y recelo.

― Solo tengo permitido guiar a los hijos de Ancarung a Veril. Los intrusos no son bienvenidos. ― El particular tono osco del dragón dejo muy clara su postura.

― El viene conmigo. ― Sin temor a que el gran dragón marino me devorara, le hice saber que la compañía de Ford no estaba en discusión.

La mirada pétrea de la abismal bestia se suavizo y en medio de un bufido se acerco más a la orilla.

El desconcierto de Ford fue claro. Apenas me escucho responderle al dragón, su postura se volvió inquieta, más intranquilo de lo habitual.

― Si leo en él una pisca de hipocresía, el humano se queda. Pero si veo que su lealtad hacia ti es sincera, le permitiré acompañarnos. Pídele que tome tu lugar frente a mí. ― Ordeno Askok con un profundo y gutural gruñido.

― No lo lastimaras ¿Verdad?

― Eso dependerá de la lealtad y el apego que sienta por ti.

Con algo de temor me volví hacia Ford, el que ya parecía sospechar de las intenciones del gran dragón acuático y milenario.

Con el rostro pálido y el cuerpo tan tieso como un roble, Ford tomo lugar delante de mí, de frente al gran dragón.

Si mi compañero de viaje temía por su vida, era algo que solo el sabia. Aunque tampoco podía decir que me sentía muy tranquilo de verle caminar hacia una presunta e inminente muerte.

Una ligera onda expansiva se libero del cuerpo de la bestia, un hilo de humo blanquecino y traslucido que envolvió por completo el cuerpo de Ford. Lo levanto en el aire por varios segundos antes de volver a dejarlo sobre la arena.

― El intruso puede acompañarnos. ― Con esa sola frase, me permití volver a respirar de nuevo.

Askok retrocedió regresándole a Ford el color normal de su rostro. Su cuerpo ya no era un bulto duro y pesado plantado a la orilla del mar. La flacidez de su cuerpo había regresado.

Admito que por un momento creí que la prueba de sinceridad que el dragón marino le interpuso a Ford, arrojaría fatales resultados. En vista que ante una bestia milenaria mi compañero demostró ser de fiar, entonces yo le devolvería la misma confianza que el depositaba en mí.

― ¡Suban! ― En un parpadeo Askok se había volteado, dejando la mitad de su largo cuerpo sobre la arena.

― ¿Nos permitirá subir en él? ― Pregunto Ford anonadado, por la sola idea de verse montando un dragón de semejantes magnitudes.

Después de oírlo, caí en la cuenta que mi compañero no era consciente de la comunicación que Askok y yo manteniamos dentro de nuestro subconsciente.

― Iré tras de ti. ― Le motive a tomar la delantera.

Con un brinco algo atolondrado Ford logro situarse en la parte central del cuerpo de Askok. A diferencia de él, me desplace con gran agilidad sobre el cuerpo de la bestia, con un salto que rivalizo con los movimientos de los mejores guerreros del páramo.

― Eres increíble Iversen ¿Lo sabias? ― Mi compañero se vio tan asombrado por el increíble salto que di, que apenas logro cerrar la boca.

Me había acomodado a la altura de lo que parecía ser el tramo del cuello de Askok. Cuando finalmente el viaje comenzó.

Con la luz del sol sobre nuestras cabezas, el viento helado y salado golpeándonos el rostro, Ford y yo iniciamos la última excursión de nuestras vidas. Esa por la que tanto habíamos esperado y que ahora parecía estar al alcance de nuestras manos.

Las escamas resbaladizas y la inestabilidad de mi cuerpo sobre el lomo de Askok, hacían casi imposible que pudiera mantenerme en el mismo sitio por mucho tiempo. Lo mismo pasaba con Ford, mi amigo había pasado de estar a la mitad del cuerpo del dragón, a casi resbalar por la punta de su cola.

El mar se agitaba con una fuerza brutal ante nuestra presencia, el rugido ensordecedor y destructivo de las olas que se agitaban a los costados de Askok, parecían exigir nuestro regreso a la costa.

― Calma hijo de Ancarung. La tempestad es solo parte de nuestro viaje. Sujétate a mis betas.

Del brillante y azulado cuerpo de Askok dos largas lianas de color marrón, se elevaban con la presión del viento.

― ¿No es peligroso para ti? ― Pregunte intuyendo que las betas eran parte importante de su cuerpo.

― Mas peligroso seria que calleras al mar.

― Se nadar y sobrevivir bajo el agua. ― Le asegure.

― Pero no sabes lo que las profundidades esconden, y no puedes protegerte de aquellos que buscan tu muerte y la de tu hermana. ― En el instante en que la voz ruda de Askok se apagó dentro de mi cabeza. Un rugido bestial, obligo al dragón a cambiar de rumbo.

El repentino despertar de otra bestia bajo el mar, provoco una abertura insondable sobre la superficie, una horrible brecha que buscaba arrastrarnos hacia las profundidades sin ninguna piedad.

― ¡Sostente a las betas! ― Esta vez la exigencia de Askok, llego en medio de un rugido cargado de furia.



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En el texto hay: magia y dragones, enemystolovers, romantasy

Editado: 03.11.2025

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