Escamas de plata

Dieciséis

Fafkernin

Una melena larga y rubia con ligeros toques de malva, me asechaba a una corta distancia. Sus movimientos al caminar eran elegantes, audaces e imponentes. Una belleza única residía en su sonrisa, una gracia aguerrida desprendía por todo su ser. Hermosa, radiante, perfecta. Un encanto del que yo claramente carecía.

Lo único que se mantenía intacto ante su formidable apariencia humana, eran aquella severa mirada ocre. Sus pupilas verticales, oscuras y felinas rivalizaban con la mascota favorita del rey.

Su figura esvelta resaltaba la curva de sus caderas de una forma envidiable. De postura firme, ágil y audaz. Una posición en la que no muchas mujeres destacaban.

Sus vestimentas eran atrevidas, tan osadas que dejaban muy poco a la imaginación. Un simple pantalón corto de cuerina marrón, sujeto con un grueso cinturón de metal. Una camiseta del mismo material que los pantalones que cubría solo parte de su pecho. Un par de botas amortiguadas de corcho liso.

La cambiaformas me veía con desprecio, como si el solo hecho de tener que compartir el aire conmigo le resultara aborrecible. Mi presencia en todos los sentidos era blanco de sus rehiletes cargados de veneno.

― En casa al fin. ― Derek respiro el aire puro y limpio del espacio terroso a orillas de la playa.

― ¿Ella vendrá con nosotros? ― Pregunto la dragona ahora con forma humana, refiriéndose con un claro tono despectivo hacia mí. ― Sabes que ya no es necesaria.

Derek me lanzo una mirada cargada de confusión. El tipo de cabello mulato parecía debatirse entre sentimiento que a simple vista parecían estar allí y luego ya no. Cualquier ápice de impacto positivo que pudiera emerger de él, por mí, se evaporaba tan rápido como los charcos de agua expuestos al sol.

― ¿Buscas besarme de nuevo? ― Ronronee con diversión al ver que Derek no era capaz de quitarme la mirada de encima. Ganándome también un gruñido de advertencia de la cambiaformas que caminaba en círculos muy cerca de mí, preparada para atacar en cuanto su amo se lo ordenara.

― ¡Oh por favor! No alucines. Ni sueñes que algo así volverá a repetirse. ― Su tono poco serio trasmitía cualquier sentimiento menos sinceridad.

― ¿Soñar? Ja, no me hagas reír. Ni que besaras tan bien.

― Aun así, lo disfrutaste y no me digas que no, puedo verlo en tu mirada. No olvides que tu y yo estamos conectados por algo mas que un simple y soso beso.

― ¡Eres un imbécil! ― Le reproche con el rostro cargado de un rubor candente, el que inútilmente intente ocultar.

― Pero te sientes atraída por este imbécil. ― Con una descarada sonrisa y un perspicaz guiño Derek se centro en Home, el que se había mantenido en silencio observando la situación con diversión. ― Sera mejor que avancemos, el amanecer esta muy cerca y presiento que muy pronto tendremos compañía.

― Pero… ¿Qué hacemos con ella? Como dije, la humana ya no es necesaria. ― Volvió abrir la boca la irritable dragona.

― Te equivocas Aiora. Solo aquellos con la sangre de Ancarung son capaces de ver a través del reflejo del ojo de agua y atravesarlo. Así que, por mas que te incomode, la humana debe acompañarnos.

Estaba a punto de protestar e impedir que me arrastraran con ellos a cualquier lugar al que pretendían llegar. Cuando el rugir de cientos de dragones me forzó a callarme la boca.

Una sonrisa tenue y penas visible tironeo de los labios de Derek, cuando se dio cuenta de lo emocionada que estaba al oír a las bestias aladas en las cercanías.

― ¿Qué tantos dragones pueden haber, cuando solo existen trece especies distintas? ― En medio de mi estúpida pregunta Derek, Aiora e incluso Home respondieron con una estruendosa carcajada. Un apículo de burla que me hizo arrepentir de abrir la boca.

― Solo los dragones normales y corrientes poseen ocho especies distintas. Los cambiaformas somos otro cuento. ― Respondió con burla Aiora.

― Son trece. Los libros lo dicen. ―Espete.

― Entre esas supuestas cifras, encuentras cinco cambiaformas que nadie en su sano juicio pensaría que lo son. Solo el rey usurpador sabe que tantos cambiaformas pueden pasar desapercibidos como dragones comunes. Tu misma lo has visto. ― Esta vez fue Derek quien se detuvo aclarar la historia errónea que todos en Helión creían conocer. Incluyéndome.

― ¿Por qué lo ocultarían? ¿Qué ganarían con ello?

― Digamos que, si el rey asumiera que no todos los dragones que habitan Veril son dragones comunes, se dejaría en evidencia. Y entonces todas las personas de la ciudadela como la gente de páramo sabrían que es un mentiroso. Para el mundo los cambiaformas estamos extintos. ― Derek parecía querer escupir algún tipo de toxina venenosa que le quedaba en la boca cada vez que nombraba a Helión.

― Aun no entiendo porque se han quedado de manos cruzadas y no han hecho nada para ventilar las mentiras del rey.

― No es tan sencillo ratoncito. ― Ronroneo con una sonrisa siniestra que me erizo la piel.

― ¿Por qué?

― Porque tanto el valle como el páramo están protegidos por un manto invisible que hace imposible que los cambiaformas puedan transformarse. Supongo que tuviste la oportunidad de cruzar dicho manto, al llegar al valle.



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En el texto hay: magia y dragones, enemystolovers, romantasy

Editado: 03.11.2025

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