Visedra
Archie
De la herida aun sangrante que me había dejado el enfrentamiento con el dragón acuático llamado Syngnatus. Guiado también por los consejos de Askok, tome las gotas necesarias para que la bruma gris se disipara. Pensé erróneamente que la espesa niebla retrocedería, pero solo abrió una brecha por la que el dragón milenario logro pasar.
― ¿Cómo es que tú, no puedes cruzar? ― Le pregunte a Askok, después de derramar mi sangre sobre el agua.
― Claro que puedo hacerlo, pero necesito sumergirme y dudo que tu amigo sea capaz de aguantar.
― ¡Comprendo! ― Fue lo único que dije, cubriéndome la herida con el blanco pañuelo que siempre suelo llevar.
― Estas, tan cerca hijo de Ancarung. ¡Encuéntrame! ¡Encuéntrame! ¡Encuéntrame! ― Esa sola palabra se repitió una y otra vez dentro de mi cabeza. Era un cantico suave, pero desesperado. Algo muy parecido a los susurros que emitía el viento dentro de los bosques.
Sacudí la cabeza esperando que el extraño llamado se desvaneciera y me dejara pensar con claridad, pero no ceso.
― ¿Te sucede algo Iversen? ― Pregunto Ford, el compañero de viaje que por un leve instante había olvidado.
― Yo… no lo se. Es como si algo o alguien esperara desesperadamente mi llegada a Veril.
Un movimiento brusco de parte de la gran bestia bajo nosotros y tanto Ford como yo, fuimos lanzados al mar.
― Otra vez no. ― Se quejo Ford con desagrado.
― ¿Qué fue eso Askok? ― Le pregunte al dragón, encontrándome todavía sumergido en el agua.
― Lo siento hijo de Ancarung, pero los arrecifes son un problema y un peligro para mí. Soy demasiado grande para cruzarlos, me temo que desde aquí tendrán que seguir por su cuenta.
Así que el golpe que había sentido hace un momento se debía a los bajos arrecifes que se encuentran muy cerca de la costa. Y eso solo podía significar que nuestro viaje a través del mar, estaba a punto de terminar.
― ¿Tu, estas bien? ― Le pregunte a Askok sabiendo que aquella amenaza podía ser mortífera para él.
― No te preocupes fue solo un insignificante rasguño. ― Aseguro. Pero yo no era estúpido, sabia que ese brusco movimiento que logro levantarnos en el aire y arrojarnos al mar. No podía deberse a un insignificante rasguño.
Sin que el dragón se diera cuenta, me sumergí bajo el agua para buscar algún rastro de herida en su cuerpo. Y tal como me lo había imaginado, la sangre que emanaba Askok dejaba un rastro granate tan intenso que al mezclarse con el mar se tornaba oscuro y turbio.
Al regresar a la superficie, Ford estaba preparándose para escalar nuevamente el cuerpo de Askok. Cuando le indique que se detuviera, mi compañero solo me miro confundido.
A diferencia de la primera vez que se había desplomado en el mar, las aguas en esta oportunidad estaban en calma. Mantenerse a flote sería tan fácil para él, como sumergirse en un rio.
Después de cerciorarme de que Ford acatara mi orden, me sumergí una vez más en las tranquilas y cristalinas aguas del mar, acercándome al lugar en donde la sangre se aglomerada con más fuerza, solo para encontrar un corte irregular y punzante de a lo menos un metro de largo. La herida era profunda, tan abisal que parte de su hueso quedaba expuesto.
Palme la herida con suavidad e inmediatamente un destello latón emano al contacto. La calidez que sentí fue inmediata y absolutamente asombrosa. Cinco minutos más tarde la lesión del dragón estaba completamente curada.
― No debiste molestarte. ― Le oí decir a Askok apenas logré salir del agua.
Mi don no solo había curado la herida, también le devolvió al dragón su beta cortada.
― A decir verdad, se te ven muy bien. ― Bromee al ver flamear al viento sus dos largas lianas. ― Y supongo que las pequeñas hebras blancas sobre tu cabeza, son cabello.
Otra carcajada mezclada con un profundo bufido me recibió al acercarme a él. Lo rodee nadando sutilmente con movimientos lentos y pausados.
Ford también se unió a mi y apenas me vio inclinar la cabeza como muestra de respeto y agradecimiento. Supo que era hora de despedirnos.
― Eres digno de ser el próximo sucesor de tu padre. Estoy seguro que se sentirá orgullo de saber que su hijo no solo a heredado sus cualidades curativas, sino también su valentía.
No suelo ser un tipo muy afectivo, pero demonios el dragón había hecho florecer una flaqueza que ni yo mismo creí que tenía.
― Despídeme del intruso. ― Dijo refiriéndose a Ford que solo se había dedicado a mirarnos con una confusión implacable en el rostro. ― Te encantará saber que te será tan leal, como yo a tu padre.
Con aquellas últimas palabras el dragón retorno en sentido contrario y a unos veinte metros de distancia y antes de llegar al velo se perdió bajo el océano.
Ford y yo nos miramos por algunos segundos antes de retomar la cansada travesía hacia la playa.
Con algunas quemaduras en el rostro a causa de los rayos palpitantes del sol, nadamos hacia la costa logrando arribar una hora después.
Editado: 03.11.2025