Aleono
Derek
Iba dispuesto a seguir al hijo mayor de Ancarung, cuando cuatro cambiaformas en su forma humana me rodearon. No tenía idea de donde, ni como aparecieron, pero concluí que el túnel de agua era la alternativa más probable por la que pudieron transportarse.
Reconocí a cada uno de ellos sin siquiera prestarles la suficiente atención. Su hedor a traición era idóneo para intuir a que alimañas me tendría que enfrentar.
Podían superarme en número, pero no eran mucho más poderosos que yo, y ellos lo sabían. Bastaba un puñado de dragones para detenerme, incluso así, dudaba que lo lograran.
― Mucho tiempo Fafkernin. ¿Cómo has estado? ― Pregunto Piers, el más veterano de todos.
Conocía demasiado al vejestorio para saber que solo intentaba ganar tiempo distrayéndome, para que el hijo de Ancarung lograra escapar y que yo no pudiera conseguir alcanzarlo. Le importaba una mierda si estaba bien o mal, solo fingía preocupación para mantenerme alejado de lo que él, y el resto de los suyos sabían era mi verdadero propósito.
Cuando Visedra se aparto e intento seguir a su protegido Aiora enseguida le obstaculizo el camino.
Era primera vez que la hembra terminaba tan lastimada después de enfrentarse a uno de los nuestros, pero no podía esperar menos de una trifulca contra Visedra, después de todo fue elegida por Ancarung para ser la guardiana y la protectora de su hijo.
― Por favor no me hagan perder el tiempo. Conozco muy bien sus intenciones, así que, porque no nos ahorramos la palabrería y actúan con valentía por una vez en la vida ― Espete con el sarcasmo cargado de veneno.
Piers me observaba dubitativo, como si se debatiera entre atacarme o esperar a que yo hiciera el primer movimiento.
Aiora y Visedra fueran las primeras en iniciar un duelo colosal, aun con la gravedad de sus heridas Aiora estaba dispuesta a enfrentarse a una de las bestias más temidas de Veril y esa era evidencia refutable para creer en su devoción por mí.
Entre una zanja de tierra quebradiza y seca, Aiora y Visedra rodaban unidas como una inmensa maraña de púas puntiagudas y afiladas que rompían y quebraban todo a su paso.
La tierra se sentía respirar a nuestros pies, como si se despertara cada dos segundos por la perturbación y los remezones a los que estaba expuesta, ante el combate de dos hembras monumentales en plena contienda.
En medio de un caos descontrolado mire a Piers y luego al cambiaformas a su lado, un macho joven de aspecto lívido, con las hebras de su melena tan rubia como los pastizales secos del valle. Le había visto un par de veces merodeando las playas de Solaris y aunque no recordaba su nombre, sabía que tanto el, como todos sus compañeros lideraban un grupo que impedía que cualquier indeseado se escabullera hacia la espesura de la isla de Veril.
Un paso hacia adelante y dos de los secuaces de Piers se fueron encima de mi sin reparo y sin ningún tipo de contemplaciones. Pese a que no tenia intenciones de enfrentarme a ellos, termine siendo arrastrado a una contienda que al menos ellos no tenían como ganar.
Podía sentir la esencia de la bestia dentro de mi crepitando con fuerza, exigiendo que la liberara, que le permitiera nutrirse de la sangre de mis enemigos.
Mis huesos crujieron al mismo tiempo que un escozor doloroso rodeo mis muñecas y entonces el poder emergiendo rápidamente retrocedió. Las mismas argollas que había usado Aiora para mantener el poder de la hija de Ancarung bajo control, ahora suprimía el mío impidiéndome adoptar mi verdadera forma.
― Puede que seas poderoso Fafkernin, pero en tu forma humana eres igual de débil que cualquiera de ellos. ― Escupió Piers con desdén. ― Barnaby, tu y Finley encárguense de él. ― Ordeno con un tono particularmente arrogante.
Lo observe retroceder mientras yo intentaba resistirme a la fuerza que apresaba mi poder y el don de la transformación. Cada vez que intentaba escapar de él, este parecía apresarme con más vigor.
¡Mierda! No podía ser vencido por semejante estupidez. el hierro de aleono era una debilidad que anula los dones de los linajes más poderosos que existen. Un arma forjada con las lagrimas doradas del rey de los dragones y la sangre de su reina. Era lógico pensar porque la hembra pelirroja había logrado escapar de ellas, después de todo fueron sus padres quienes crearon esa arma tan destructiva y mortífera.
Seguía en una riña interna con el poder devastador que suprimía el mío, cuando Visedra caía de rodillas a la tierra en su forma mortal.
Una carcajada estruendosa broto de mi interior al mismo tiempo que la hembra se desvanecía y se derramaba sobre la tierra completamente derrotada.
La maldita de Aiora la había vencido y no podía sentirme más feliz por ello. Lo único que me quedo fue tragarme mis palabras después de pensar que mi compañera de fechorías no tenia oportunidad contra Visedra.
Piers corrió en su ayuda, al igual que el joven macho que parecía seguirlo como un cachorro que movía el rabo detrás de su amo.
Los dos idiotas que me vigilaban también tuvieron la intención de correr a auxiliar a Visedra, pero Piers rápidamente los detuvo.
― Busquen algún portal y háganmelo saber cuando lo encuentren. ― Les indico levantando en sus brazos el inerte cuerpo de Visedra.
Editado: 23.11.2025